Iker Fidalgo
Crítico de arte

Custodiar la memoria

Una de las máximas que repetimos constantemente desde estas líneas es que el arte pertenece a su tiempo. Artistas y obras se originan, crecen y desarrollan en diferentes épocas, momentos y contextos sociales. Todo esto influye en los contenidos de las piezas y las obras, pues la cultura compone el relato de su presente y permanece para las generaciones futuras. En este punto, el sistema del arte es el encargado de hacer esa labor de transmisión, a través de las diferentes opciones que tiene para poner en conocimiento de la humanidad aquello que ha sucedido. La creación de conocimiento a través de textos críticos o divulgativos, reseñas o publicaciones es uno de los caminos. Otro, sin duda, es la programación de exposiciones y contenidos expositivos que cuenten entre sus elencos con piezas y nombres que a pesar de pertenecer a otra generación, sean traídas al presente para ser activadas por nuevas miradas. Para esto existen las colecciones públicas y privadas, pues la conservación del arte ha sido siempre una de las preocupaciones de las pinacotecas e instituciones que albergan en sus almacenes obras pertenecientes a diferentes periodos.

Los museos o centros que adquieren las obras a través de diversos mecanismos tales como la compra, la donación o la cesión, tienen la obligación de conservar y difundir ese legado en las condiciones acordadas. Las piezas de otro tiempo nos ayudan a entender el pasado, las preocupaciones, miedos y anhelos de otros momentos no vividos y son una manera de asumir un presente que nos ayude a construir un futuro.

El Museo Guggenheim de Bilbo, inauguró el pasado febrero una muestra que entra en su recta final esta semana, pues cerrará sus puertas el próximo domingo 21. El protagonista es el pintor Jean Dubuffet (Estado francés, 1901-1985) conocido por crear el término ‘Art Brut’ para referirse a toda aquella producción realizada fuera de las limitaciones intelectuales de la creación artística. También llamado ‘arte marginal’, respondía a su interés por las piezas producidas por enfermos mentales, niños o arte realizado por culturas primitivas. En definitiva, registros que se sitúan fuera de los convencionalismos estéticos del momento y de la influencia del sistema artístico. Bajo estas premisas Dubuffet desarrolló una trayectoria en torno a la pintura y la escultura, revolucionando las maneras de crear y entender la práctica artística. La exposición cuenta con una treintena de piezas que pertenecen a la colección del Museo Guggenheim de Nueva York, junto con algunas de la colección Peggy Guggenheim de Venecia.

La sala 105 del museo ha sido preparada para mostrar al público la evolución cronológica del quehacer artístico de Dubuffet, permitiendo así al público entender los pasos que su producción fue dando durante los 40 años que dura la etapa más prolífica de su producción. ‘Jean Dubuffet. Ferviente celebración’ nos muestra obras de sus inicios, basadas en la experimentación matérica con lienzos reforzados, arena o aluminio y asumiendo motivos abstracto o primitivistas como protagonistas. Por otro lado, encontramos piezas más cercanas al diseño o a la ilustración, de rasgos coloristas y formas perfiladas.

La sala Fundación Vital de la céntrica Calle Postas de Gasteiz presentó el pasado mayo una exposición que podrá visitarse hasta el 2 octubre, a excepción de algunos días que permanecerá cerrada en agosto. ‘Sin cerraduras. Mujeres artistas en la colección Los Bragales’. Los bragales es una colección privada perteneciente al empresario Jaime Sordo, que en esta ocasión nos presenta una compilación de algunas de las figuras femeninas más importantes de su elenco. A través de 57 nombres, realizamos un recorrido por piezas de artistas tan relevantes como Louise Bourgeois, Rebeca Horn o Nan Goldin.