Maddi Txintxurreta
Aktualitateko erredaktorea / Redactora de actualidad

Cuanto más heteropatriarcado, menos orgasmos

En las relaciones heterosexuales, las mujeres tienen menos orgasmos que los hombres, y no se debe a cuestiones fisiológicas sino sociales: el heteropatriarcado trasciende las sábanas y abre la brecha orgásmica.

Una colección de productos sexuales, con el famoso Satisfyer en medio.
Una colección de productos sexuales, con el famoso Satisfyer en medio. (GETTY)

Hace 117 años, en 1905, Sigmund Freud lanzó su teoría sobre el orgasmo femenino en su obra ‘Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad’. Decretó entonces que el placer y el orgasmo femenino de una mujer madura estaba centrado en la vagina y, decidió, por el contrario, que los orgasmos clitoridianos eran inmaduros e infantiles. Llegó a afirmar que en el clítoris «residen las principales condiciones de la proclividad de la mujer a las neurosis, en particular la histeria». Las mujeres que no experimentaban orgasmos vaginales serían etiquetadas de «frígidas».

«El padre del sicoanálisis» instaló el coitocentrismo que ha perdurado hasta el día de hoy. A pesar de que hace ya 72 años, en 1950, una investigación del sexólogo estadounidense Alfred Kinsey sobre el orgasmo femenino constató que menos del 20% de las mujeres que afirmaban masturbarse incluían alguna forma de penetración vaginal: las demás lo hacían estimulándose el clítoris. Kinsey concluyó que la obsesión de Freud con el placer vaginal era un reflejo de la presunción «en cuanto a la importancia de los genitales masculinos». En la misma línea, la feminista francesa Monique Witting planteó que la centralidad otorgada a la vagina por Freud y los sucesores varones que defendieron su teoría era una estratagema para subyugar a las mujeres.

Hace 62 años, el la década de 1960, comenzó en Estados Unidos lo que después se nombraría como «la revolución sexual». Hombres y mujeres reivindicaron el sexo extramarital, eso de separar el deseo de los sentimientos o del amor romántico, bajo la bandera de la «libertad sexual». Pero cantidad no significó calidad para las mujeres. Y en ese clima de liberación sexual, quien, por ejemplo, se quejaba de los tocamientos de su compañero revolucionario, seguía siendo la frígida que acusaba Freud. Por lo tanto, a pesar de que obtuvieron ciertas libertades en cuanto al sexo, se quedaron sin el derecho al placer sexual.

La penetración no es necesaria para que una mujer disfrute del sexo. A pesar de ello, la mayoría de las parejas heterosexuales siguen centrando el sexo, a pesar de las infinitas posibilidades que engloba, en el coito

Hace tres años, en 2019, una encuesta realizada a 2.000 personas adultas en Gran Bretaña concluyó que un tercio de mujeres y hombres no sabían lo que era el clítoris. El 59% de los hombres y el 45% de las mujeres no podían señalar con precisión dónde se encuentra la vagina. El 61% de los hombres y el 55% de las mujeres no pudieron indicar correctamente la situación de la uretra. El 52% de los hombres y el 43% de las mujeres no encontró los labios vaginales.

Primero el desconocimiento de la ciencia de la existencia del clítoris y, después, la desinformación con tinte patriarcal que a lo largo de varias décadas ha desfigurado la sexualidad femenina –con Freud al frente–, han obstaculizado el camino al orgasmo a las mujeres.

El Satisfyer desmontando mitos

Al comprarlo por internet, llegará a casa envuelto de una manera discreta, para que ningún vecino o vecina descubra la traición a las imposiciones sociales que se dispone a realizar quien se esconde tras la puerta: el placer por el placer. Dos botones encienden y apagan y controlan las once velocidades del succionador de clítoris que la marca Satisfyer lanzó en 2018 y que un año después se convirtió en el juguete sexual más vendido. El artilugio tiene la capacidad de provocar orgasmos rapidísimos en personas con vulva, incluso en segundos.

El 61,3% de las mujeres del Estado español afirman tener problemas para llegar al orgasmo, frente a un 22,5% de hombres

Para entonces, varios estudios científicos ya habían demostrado que el orgasmo de las mujeres cisgénero es siempre clitoridiano, lo que no significa que solamente se pueda alcanzar mediante la estimulación directa del clítoris –aunque sigue siendo la manera más efectiva–, ya que este órgano que sirve exclusivamente para el placer sexual no es sólo una pequeña área visible –el glande–, sino que es un órgano más grande y complejo, que se extiende varios centímetros bajo la piel, y que puede estimularse desde diferentes ángulos, también desde el interior de la vagina. En este punto, cabe mencionar que la estimulación sexual no es exclusivamente física.

Coincidiendo con el año en el que se lanzó al mercado el producto de Satisfyer, un estudio publicado en la revista Archives of Sexual Behavior puso de manifiesto que las mujeres cisgénero con relaciones heterosexuales consiguen el orgasmo en un 65% de las veces, frente a hombres heterosexuales que lo logran en un 95% de las veces.

Y este mismo lunes, Día Internacional del orgasmo femenino, un estudio de la marca Control vino a confirmar que la brecha orgásmica existe: según el X Barómetro ‘Los jóvenes y el sexo’, el 61,3% de las mujeres del Estado español afirman tener problemas para llegar al orgasmo, frente a un 22,5% de hombres.

Pero volvamos al Satisfyer, porque, dejando de lado esta vez las numerosas críticas que han realizado al producto desde diversos ámbitos, ayuda a desmontar algunos mitos en torno a la sexualidad de las mujeres cis: la brecha orgásmica no responde ni a la falsa apatía sexual de las mujeres frente a los hombres -superventa del succionador de clítoris– ni a que ellas sean más difíciles de complacer que ellos –orgasmos en segundos–. Otra manera infalible de desmontar este mito: a las lesbianas no les cuesta más llegar al orgasmo; es decir, que las lesbianas tienen más orgasmos que las mujeres heterosexuales. Lo afirmó la experta en género Paola Damonti en una entrevista que concedió a GARA después de que Navarra Suma vetara una charla sobre la brecha orgásmica que iba a dar en Iruñea. «Se invalida el discurso rancio de que las mujeres no llegamos igual al orgasmo por ser más complicadas, más difíciles de complacer. A las lesbianas no les cuesta más llegar al orgasmo», sentenció Damonti en este periódico.

Predomina la heteronormatividad

Por lo tanto, la razón de ser de la brecha orgásmica no es biológica, sino cultural y social: es el heteropatriarcado. «No es una cuestión de dificultad anatómica, sino que seguramente se deba a este gran desconocimiento sobre el cuerpo, la forma de obtener placer de él, y la reproducción de patrones en las relaciones heterosexuales que muy poco tienen que ver con el placer femenino. Es decir, a menudo, lo que hacemos en la cama, ya sea por desconocimiento, por falta de comunicación, o por falta de práctica, no es lo que mejor nos funciona», considera Laura Cámara, sexóloga colaboradora de la marca Control.

Cuando las mujeres disminuyen su deseo y expectativa de orgasmo, la desigualdad para alcanzar el orgasmo puede perpetuarse dentro de una pareja heterosexual

La sicóloga especialista en sexología educativa Karla Iris Minguela explica así los efectos que la causa patriarcal tiene en la sexualidad de las mujeres cis. «En la sexualidad y el erotismo ha predominado una visión heteronormada y coitocentrica, lo que ha promovido que las prácticas sexuales giren en torno a los órganos sexuales, la eyaculación y la procreación; dejando de lado otras formas de generar placer e intimidad durante los encuentros sexuales, e incluso nos hemos acostumbrado a llamar a estas otras prácticas ‘juego previo’, como si no fueran parte del ‘juego principal’. En consulta es común que las mujeres reporten no tener orgasmos, o sentir dificultad para lograrlos al estar con su pareja, y cuando vienen acompañadas de parejas masculinas, en ocasiones su mayor preocupación es la pérdida de virilidad que les supone el no ‘lograr’ que sus parejas tengan un orgasmo, lo que hace en ocasiones, que lo más importante no parezca el placer sino el poder que se consigue a través de él», expuso en un texto del boletín oficial de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología y Educación Sexual (FLASSES) de 2021.

Coitocentrismo y expectativas

Hay un dato más evidente, pero que todavía no se acaba de asumir: la penetración no es necesaria para que una mujer disfrute del sexo. A pesar de ello, la mayoría de las parejas heterosexuales siguen centrando el sexo, a pesar de las infinitas posibilidades que engloba, en el coito. Y así, los orgasmos son más difíciles de conseguir. Y cuanto menos orgasmos, menos ganas.

Es lo que sostiene un estudio realizado por la Universidad Rutgers de New Jersey y publicado el pasado marzo. Este trabajo sugiere que, como las mujeres heterosexuales tienden a tener menos orgasmos que los hombres heterosexuales, ellas ponen menos énfasis en la importancia del orgasmo para su satisfacción sexual en comparación con los hombres. Concluye, además, que la poca frecuencia del clímax disminuye el deseo sexual y las expectativas para alcanzar el orgasmo para hombres y mujeres.

Por lo tanto, el estudio publicado en la revista Sex Roles advierte de que cuando las mujeres disminuyen su deseo y expectativa de orgasmo, la desigualdad para alcanzar el orgasmo puede perpetuarse dentro de una pareja heterosexual.

Un problema mayor

No hay que olvidar, por otra parte, que las desigualdades de género a la hora de alcanzar el clímax sexual en relaciones con hombres responden a un conjunto más complejo y general que afecta a todos los aspectos de la sexualidad de las mujeres. «La sexualidad de las mujeres se ha construido sobre un campo de desigualdades y barreras estructurales de género. Es así que tenemos la brecha orgásmica, el amor romántico, el coitocentrismo, la doble moral, el mito de la belleza, la gordofobia, la doble jornada laboral, las violaciones, son algunas de las barreras principales que hacen que la intimidad sea también un campo de desigualdad de género», sostiene Karla Iris Minguela.