Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

Recuerdos de la Perestroika

La mayoría de ellos eran representantes de la generación de Gorbachov, que en su juventud vivió el deshielo de Jrushov tras el estalinismo. Fue una generación cuyos sueños de un socialismo más humano quedaron enterrados por el estancamiento que llegó con Leonid Brezhnev.

Escudo de la URSS en un parque de Moscú
Escudo de la URSS en un parque de Moscú ( Alexander NEMENOV | AFP)

La casualidad ha querido que Mijail Gorbachov haya muerto unos días antes de que se cumplan 35 años de mi llegada a Moscú en plena Perestroika. Ahora todo el mundo se queja de lo mal que hicieron las cosas, pero entonces para la izquierda la llegada de Mijail Gorbachov a la Secretaría General del PCUS en 1985 y el inicio de la perestroika fue un extraordinario revulsivo. Recuerdo, por ejemplo, que en 1990 Txalaparta publicó un libro colectivo titulado ‘Perestroika: la revolución de las esperanzas’.

Cuando llegué, en septiembre del 1987, me sorprendió sobre todo el caos de la vida diaria que contrastaba con el fuerte control político e ideológico del partido que se intuía sobre todo en los medios de comunicación. Al mes de llegar, Boris Yeltsin criticó abierta y públicamente la lentitud de los cambios en una reunión del Comité Central. Aquello era algo inaudito, la gente se quedó pasmada.

Para entonces ya estaba claro que había una fuerte resistencia a las reformas. Yeltsin fue apartado del Politburó, pero aquella intervención resquebrajó definitivamente el poder del PCUS y abrió poco a poco las puertas a una conversación en la sociedad, sobre todo y sin límites.

Los debates entre estudiantes y profesores eran épicos; las referencias de estos se fueron derrumbando y terminaron perdidos

Un año más tarde, en la universidad, los debates entre estudiantes y profesores en las clases eran ya épicos. Algunos profesores, especialmente la mayoría de los que enseñaban las asignaturas más ideológicas (historia del PCUS, materialismo histórico y dialéctico...) se vieron completamente fuera de lugar; todas sus referencias se fueron derrumbando y terminaron perdidos. Svetlana Aleksiévich recogió algunos de aquellos testimonios en ‘Fascinados por la muerte’, un libro que desgraciadamente no está traducido.

Los primeros debates fueron sobre la represión estalinista. Los estudiantes extranjeros comentábamos que era un ejercicio que a veces rayaba el masoquismo. Los estudiantes lanzaban sus despiadadas críticas con la superioridad moral de quien se sabe limpio de polvo y paja, mientras que los profesores purgaban su culpa, al menos de haber callado durante mucho tiempo. Algunos, los conversos, trataron de redimirse, acusando todavía con más vehemencia. Aquello se convirtió en un gran ejercicio de fustigamiento público.

Uno de los grandes debates giraba en torno a si lo ocurrido durante los 70 años de poder soviético había sido inevitable o no. Aquel año, por ejemplo, se publicó un libro colectivo ‘Иного не дано’ (que se podría traducir como ‘No fue dado de otra manera’) en el que aquellos que fueron considerados los ideólogos de la perestroika, como Yuri Afanasiev o Aleksandr Yakovlev, explicaban su visión sobre la dirección y el sentido de las reformas.

La mayoría de ellos eran representantes de la generación de Gorbachov, que en su juventud vivió el deshielo de Jrushov tras el estalinismo. Entonces se publicaron por primera vez los manuscritos económicos y filosóficos de 1844, en los que aparecía un Marx más humanista y bastante alejado del determinismo histórico de la doctrina oficial. Fue una generación cuyos sueños de un socialismo más humano quedaron enterrados por el estancamiento que llegó con Leonid Brezhnev.

Aquellos sueños de juventud de la generación de Gorbachov resurgieron con un modelo concreto: la socialdemocracia liberal de los países escandinavos

Aquellos sueños de juventud de la generación de Gorbachov resurgieron con la perestroika, pero esta vez con un modelo concreto: el de la socialdemocracia liberal de los países escandinavos. A diferencia de los dirigentes chinos que analizaron el capitalismo y sacaron conclusiones que luego aplicaron a las condiciones de su país, los dirigentes soviéticos se limitaron a intentar copiar el modelo liberal sin considerar las condiciones objetivas y subjetivas, y terminaron destruyéndolo todo.

Recuerdo que aquel libro se publicó, pero solo se vendía en las tiendas para extranjeros en divisas. Compré un ejemplar y media clase pasó por mi habitación para leerlo. Lo cogían, leían un capítulo y cuando terminaban me lo devolvían para que otro pudiera leerlo. Pronto aparecieron muchos libros más y los autores enseguida comprendieron que la clave para triunfar era llamar la atención, aparecer como el más radical entre los reformistas, y la calidad se resintió mucho. Ante semejante avalancha, pronto el interés empezó a decaer, al tiempo que la situación económica se hacía cada vez más complicada.

Ya nada pudo detener la simplicidad liberal. Tampoco nos hicieron mucho caso a los que les preveíamos de que mantener lo público era fundamental

 

Enseguida tomaron el relevo los debates económicos. Las primeras reformas para impulsar las cooperativas y la iniciativa privada tuvieron un efecto demoledor, lo único que lograron fue que algunos avispados comenzaran a amasar inmensas fortunas. En este aspecto, las teorías liberales encajaban perfectamente con el creciente radicalismo de los reformistas. Ideas simples que no necesitan mayores explicaciones: libertad de empresa, liberalización de precios, etc.

Ya nada pudo detener la simplicidad liberal. Tampoco nos hicieron mucho caso a los que les preveníamos de que mantener lo público era fundamental. No había espacio para el compromiso.

En ese contexto, llegó el golpe de Estado y la posterior disolución de la URSS. Gorbachov fue acusado por todos del desastre y, como suele ocurrir, fue mucho más valorado en el exterior que en su propio país, donde muchos le consideraban un traidor. Por cierto, este año han muerto tres de los cuatro protagonistas de la disolución de la URSS. Mijail Gorbachov y dos de los firmantes del tratado de Belavezha, el jefe del Parlamento bielorruso, Stanislav Shushkevich, el 3 de mayo, y una semana más tarde, el 10 de mayo, el presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk.

He visto que algunos recuerdan que de las cenizas de la URSS surgió un oficial del KGB llamado Vladímir Putin. Habría que recordar también que fue el jefe de la Lubianka durante todo el periodo del estancamiento, Yuri Vladímirovich Andrópov, el que encumbró a Gorbachov.