Pocas comparecencias de un diputado por Gipuzkoa –por no decir ninguna–, habrán despertado tanta expectación como la que ha generado Odón Elorza este miércoles en Donostia, sobre todo teniendo en cuenta que el tema ‘oficial’ de la misma era una propuesta que va a plantear en el Congreso de Madrid para reprobar su actuación a seis grandes constructoras multadas a primeros de julio por un total de 203,6 millones de euros por ponerse de acuerdo para repartirse el pastel evitando la competencia.
Todo el mundo era consciente de que el motivo de la convocatoria era el telón de fondo que permitía a Elorza dar una rueda de prensa en la sede del PSE de la calle Prim sin siquiera ser precandidato a liderar la lista de su partido en las municipales del año que viene. Cuestiones económicas al margen, la foto no queda igual si lo que se ve de fondo es la impersonal pared de una sala de cualquier hotel.
Así que una vez terminada la exposición inicial, todas las preguntas han versado acerca de su intención de volver a liderar un Gobierno local del que ya fue cabeza de cartel durante veinte años y que tuvo que abandonar hace doce. Ha explicado que en esta «carrera de obstáculos» primero tiene que oficializar sus aspiraciones. Posteriormente llegará la hora de recoger avales, posiblemente a partir de la próxima semana, y si consigue los necesarios se enfrentará en las primarias a la otra aspirante, la actual segunda teniente de alcalde, Marisol Garmendia.
Difícil equilibrio
Esto pone a Elorza en la complicada tesitura equilibrista de criticar al alcalde Eneko Goia y a su partido, el PNV, sin que salpique al otro socio, el PSE. Difícil, por no decir imposible. Elorza ha esquivado esa bala apelando al poder y el peso que tiene cualquier alcalde o alcaldesa dentro de un Gobierno municipal. De eso sabe un rato. En todo caso, ha subrayado que si tiene alguna crítica hacia sus compañeros y compañeras la expondrá donde corresponde, en el ámbito interno.
Ha insistido, como viene haciendo desde que trascendió su intención, en que se quiere presentar a la Alcaldía porque aprecia en la ciudad autocomplaciencia y pasividad en problemáticas como «la vivienda publica, la cultura, una mayor sensibilidad a la hora de proteger su paisaje –posible referencia a Antondegi– … Todavía estoy por ver la información técnica que explique los cambios de movilidad. Y el turismo es un motor económico, pero hay que controlarlo, regularlo».
A su juicio se ha perdido mucho tiempo, que será difícil recuperar. «La ciudad no tiene en este momento suelo preparado para ofertar al Gobierno Vasco para vivienda pública de alquiler», ha criticado. Y en este punto ha repescado un proyecto que en su día generó mucha controversia y que a día de hoy duerme el sueño de los justos: Auditz Akular.
Barrio saturado
En este paraje, ubicado en Altza, se contemplaba la construcción de 3.000 viviendas. Elorza ha puntualizado que habría que hacer «cambios y modificaciones, pero en doce años no se ha hecho nada». Ha obviado que no hacer nada y dejar el lugar tal y como está también puede ser una decisión política válida, y que de hecho es lo que reclamaban muchos vecinos y vecinas de un barrio ya de por sí saturado de viviendas y falto de servicios.
Preguntado acerca de qué otros proyectos contempla retomar, de primeras Elorza, que sabe más que los ratones colorados, ha tratado de salir por peteneras, consciente de que esta competición es de fondo y no conviene gastar los cartuchos demasiado pronto. No obstante, ha mencionado cuestiones como «la ordenación de Sagues, la pasarela de Monpas, proyectos relacionados con parques, con materias de sostenibilidad, reciclaje y recogida selectiva… cuestiones que no se ha avanzado en los últimos años». También ha lamentado la «falta de autocrítica» ante el «fracaso rotundo» de la gestión de la Capitalidad Cultural de 2016 y su posterior legado.
Odón Elorza ha reiterado que el principal blanco de sus críticas es Eneko Goia, ya que «la responsabilidad máxima es suya». Ha puesto como ejemplo que el pasado julio, durante el pleno monográfico de vivienda convocado a instancias de EH Bildu y Elkarrekin Donostia –al que asistió como público– el alcalde «no tomó la palabra, no abrió la boca