La gentrificación, desde Dallas a Donostia pasando por Barcelona
El Palacio Miramar no es un ejemplo de gentrificación, sino de todo lo contrario, ya que este paraje que preside la bahía de La Concha, levantado para uso de la monarquía, se ha convertido en un espacio público, donde caben desde actividades particulares hasta los Cursos de Verano de la UPV-EHU.
El título de uno de los Cursos de Verano organizados por la UPV-EHU para este mes de setiembre era ‘Territorios saludables: espacio de encuentro entre el urbanismo y la salud pública’. Se preparó como «un espacio de aprendizaje» entre profesionales del urbanismo y la salud pública «de cara a generar intervenciones sobre las ciudades», un foro para abordar «los principales retos de la salud urbana, haciendo especial incidencia en las herramientas y experiencias de incorporación de la salud en los procesos de transformación urbana y especialmente en las experiencias en regeneración urbana».
En la jornada del jueves, la primera intervención corrió a cargo de Helen Cole, investigadora del Barcelona Lab for Urban Environmental Justice and Sustainability. Su experiencia procede de estudios realizados al otro lado del Atlántico, a algunos de los cuales se pueden acceder desde la web del BCNUEJ, con encabezamientos muy sugerentes: ‘Cómo las grandes empresas están gentrificando las pequeñas ciudades de Estados Unidos’, ‘Cómo la gentrificación verde está comprometiendo el último vecindario asequible de Seattle’ o ‘Cómo West Dallas se convirtió en ‘algún lugar’, excepto por sus residentes’.
En apenas una hora le resultó muy difícil resumir estas experiencias y sus conclusiones, pero al llegar al turno de preguntas se pudo comprobar que el hilo argumental está claro, aunque el debate sigue abierto. Por ejemplo, ¿los nuevos parques urbanos son causa o consecuencia de la gentrificación? Como señaló después Ana Novoa Pardo, de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB), la gentrificación puede definirse como «el aumento del costo de la vida y la vivienda» en una zona previamente deprimida que, a través de una intervención urbanística, conlleva el «recambio poblacional» de la gente del barrio «por personas de nivel socioeconómico más elevado y [conviene subrayarlo] con mejor salud».
El puente a ninguna parte
Esta cuestión está muy viva también en Donostia, pero la pregunta hacía referencia concreta al barrio del Poblenou de Barcelona, ligado a un caso de Dallas (Texas) que Cole había comentado previamente. Por ello, la investigadora asumió la relevancia de la cuestión y echó mano de la epidemiología –tan en boga a raíz de la pandemia– para destacar que, en los casos estudiados, el «proceso de gentrificación» dio lugar al parque urbano, aunque el «cambio demográfico» haya llegado después de construir el parque.
«Con ello no queremos decir que no haya beneficios para todas las personas al crear un parque», advirtió. En el mismo sentido, otra alumna incidió en la relación entre «el diseño» de un espacio verde y la gentrificación, aludiendo a que, por ejemplo, la creación de huertos urbanos no favorece ese proceso. Cale aprovechó para incidir en lo importante de analizar «no solo el diseño, sino cómo se elabora ese diseño, quién lo ha pedido, si se ha contado con la ciudadanía...». Y puntualizó que lo importante es que haya una participación «real» de vecinas y vecinos.
En este punto regresó a West Dallas para señalar que, como ocurrió allí, en ocasiones las vecinas y vecinos de un lugar ni siquiera saben que se va a crear un parque fluvial como el contemplado en el proyecto de regeneración del Corredor del río Trinity, destinado a «fomentar la unidad a través de la división norte y sur de la ciudad», con un puente diseñado por el arquitecto Santiago Calatrava que «fue rápidamente apodado, para consternación comprensible de sus residentes, como un puente a ninguna parte». Pero con el tiempo sirvió para que llegara una «ola de desarrollo» en forma de restaurantes, espacios comerciales, viviendas de lujo y «servicios ecológicos que han atraído a los residentes más ricos de la ciudad».
Una regeneración urbana a costa de un proceso de gentrificación que, por ejemplo, impedirá que los residentes en los barrios cercanos al río puedan seguir haciendo pícnic, pescar o jugar a fútbol porque, en las zonas inundables que «los vecinos siempre habían tenido por un parque» ahora se harán «bonitos jardines» sin esos usos comunitarios.
Novoa, por su parte, se centró en explicar la metodología utilizada para evaluar los impactos de las intervenciones urbanísticas en Barcelona, especialmente las derivadas de la aplicación de la Ley de Barrios catalana. Agradeció que «se acuerden» de que existe la Agència de Salut Pública al formar grupos intersectoriales, pero espera que la próxima vez les llamen antes de realizar las intervenciones, es decir, para participar en el proceso previo.
Enfatizó que la salud es un estado pleno de bienestar, no tanto la falta de enfermedad, que depende de los entornos en los que viven las personas, donde aprenden, trabajan, juegan... y no siempre coincide con el lugar donde residen, al menos durante gran parte del día. Por eso, las zonas más saludables «atraen» a la gente que vive en barrios colindantes.