Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Semana de cuatro días: quien la prueba ya no da marcha atrás

En el contexto de un ensayo más amplio, con varios países involucrados, setenta empresas británicas llevan desde junio aplicando la semana laboral de cuatro días, con 20% menos de horas y mismo salario. Casi nueve de cada diez creen probable seguir con este modelo en el futuro.

El debate sobre la semana laboral de cuatro días ha cogido fuerza en los últimos años.
El debate sobre la semana laboral de cuatro días ha cogido fuerza en los últimos años. (Jon URBE | FOKU)

Siguiendo la estela de un debate recurrente pero que ha cobrado fuerza en los últimos años, como es el del tiempo que destinamos al trabajo, unas setenta empresas británicas de distintos tamaños y sectores comenzaron en junio un experimento para analizar la pertinencia de instaurar la semana laboral de cuatro días. Más de tres mil trabajadores y trabajadoras participan desde entonces y durante seis meses en una prueba en la que con una jornada menos de faena y con idéntico salario pretende medir si se resiente o no la productividad de las firmas involucradas. Y los resultados, a mitad de camino, no pueden ser más elocuentes y positivos.

Según explicaron hace unos días desde la iniciativa “4 Day Week Global”, promotora junto al think tank Autonomy de este experimento, que está siendo monitorizado por las universidades de Oxford, Cambrigde y Boston College, el 88% de los responsables empresariales encuestados –han respondido 41 de las 73 participantes– afirma que la semana reducida está funcionando «bien» para su compañía, y el 86%, casi nueve de cada diez, considera a estas alturas «muy probable» o «probable» que mantengan la política de cuatro días semanales tras el período de prueba.

En concreto, y entrando al objetivo del experimento, el 46% de los encuestados afirma que la productividad de su empresa «se ha mantenido más o menos al mismo nivel», mientras el 34% dice que «ha mejorado ligeramente» y el 15% dice que «ha mejorado significativamente». Por tanto, el 95% de las compañías no han notado ninguna merma en la productividad. Y tampoco en los resultados económicos, pese a tener un 20% menos de jornada.

Este es probablemente el dato más llamativo y el que más claramente refuta los argumentos de quienes se oponen sin matices a reducir la semana laboral. No solo no tiene por qué repercutir negativamente en la productividad –o en la producción, que no es lo mismo–, sino que para casi la mitad se ha incrementado.

Asimismo, y ante el hecho, innegable, de que los cambios en la cultura empresarial no siempre son fáciles y suelen encontrar resistencias, a la pregunta de cuánto ha costado la transición a la semana de cuatro días, siendo 5 «extremadamente suave» y 1 «extremadamente difícil», el 29% de los encuestados optó por un 5, el 49% eligió el 4 y el 20%, el 3. Es decir, la práctica totalidad de las empresas ha vivido el tránsito con cierta facilidad.

Aunque también es verdad que algunas no han completado el camino. Una de cada cinco se bajó durante la planificación previa. La mayoría eran empresas muy pequeñas y dedicadas a campos que requieren una cobertura de turnos de cinco o siete días, lo que exige una programación precisa con poco personal. Eran también sensibles a cambios inesperados.

«Sentando las bases del futuro»

«Estamos observando que para muchos es una transición bastante suave, mientras que para algunos hay algunos obstáculos que son comprensibles, especialmente entre aquellos que tienen prácticas de actuación fijas o inflexibles, sistemas o culturas que se remontan bastante atrás en el siglo pasado», resume, dentro de este balance positivo, el director general de “4 Day Week Global”, Joe O’Connor. En la página web de la propia organización, añade que «mientras que para la mayoría de las empresas el experimento está dando lugar a muchos descubrimientos y resultados gratos, en términos de flexibilidad y agilidad, en otras existen fricciones. Y esto puede deberse a diversos factores, muchos de los cuales pueden ser abordados o mejorados sustancialmente en el propio piloto».

O’Connor explica que «nuestros socios están apoyando a estas empresas para facilitar su transición a un modelo de trabajo flexible, y utilizando los resultados para informar, para que más compañías prueben, se adapten y cosechen los beneficios» de un experimento que está «transformando el mundo del trabajo para todos nosotros».

Y es que, según sostiene, «las organizaciones del proyecto del Reino Unido están aportando datos y conocimientos en tiempo real que valen su peso en oro». «Están sentando las bases del futuro del trabajo al poner en práctica la semana de cuatro días, en empresas de todos los tamaños y en casi todos los sectores, y nos cuentan exactamente lo que descubren sobre la marcha», insiste en su valoración.

Por su parte, en declaraciones a la BBC, Nicci Russell, directora general de Waterwise, una de las firmas adheridas, admitía que «al principio no fue un paseo», aunque recuerda que «ningún cambio importante lo es». «Todos hemos tenido que trabajar en ello; algunas semanas son más fáciles que otras y cosas como las vacaciones anuales pueden dificultar el encaje de todo, pero ahora estamos mucho más asentados en general que al principio», añadía. Y a modo de conclusión señalaba que «a todos nos gusta pasar un día más fuera de la oficina, y volvemos renovados. Ha sido estupendo para nuestro bienestar y ya somos más productivos».

Triple beneficio

Si bien la productividad está siendo el principal baremo para medir el éxito o el fracaso de esta prueba, por ser el principal motivo de controversia existente sobre la semana laboral reducida, también se tendrán en cuenta otros aspectos, como la conciliación o los efectos climáticos. «Esta medida está considerada como de triple beneficio: ayuda al empleado, a la empresa y al clima», exponía al inicio del experimento a la BBC, Juliet Schor, profesora del Boston College y una de las responsables de hacer el seguimiento.

Esta economista y socióloga estadounidense, autora del referencial libro “The Overworked American: The Unexpected Decline of Leisure” (Basic Books, 1992), cree que este ensayo es «histórico». «Apegarse a un sistema rígido, centenario y basado en el tiempo no tiene sentido –sostiene–; se puede ser 100% productivo con el 80% del tiempo en numerosos lugares de trabajo, y las empresas que lo han adoptado en todo el mundo lo han demostrado».

Además, según destaca “4 Day Week Global”, los trabajadores incluidos en esta iniciativa se han beneficiado de la reducción de los costes de los desplazamientos y del cuidado de los menores a su cargo, y estiman que un padre/madre con dos hijos o hijas ahorraría 3.232,40 libras de media al año (unos 3.700 euros), o aproximadamente 269,36 libras al mes (unos 310 euros).

Producción más eficiente, descanso y ahorro, los beneficios parecen claros. Claire Daniels, directora general de Trio Media, otra de las empresas participantes, resume su experiencia: «la prueba de la semana de cuatro días ha sido hasta ahora un gran éxito para nosotros. La productividad se ha mantenido alta, con un aumento del bienestar del equipo, y nuestro negocio ha mejorado un 44% en términos financieros».

Sin hacer trampas

Está por ver si este ensayo, que a una escala menor se está desarrollando también en otros países, es capaz de marcar tendencia. En todo caso, las condiciones son claras: semana laboral de cuatro días, sin que ello implique una mayor acumulación de horas por jornada; es decir, 20% menos de tiempo trabajado.

No está de más esta acotación, porque al hilo de este debate hay empresas, y países, que están implantando versiones sui generis de la semana reducida. En febrero, por ejemplo, el Gobierno belga acometió una reforma del mercado laboral, y entre las novedades introducidas en el nuevo texto destaca la semana de cuatro días, pero que no implica trabajar menos, sino dedicar más horas durante menos días.

Por supuesto, ese modelo no tiene nada que ver con el que están ensayando estas setenta empresas británicas, y choca con el concepto de semana reducida, que implica menos horas totales. Tampoco debería suponer una reducción de sueldo.

Además, agrupar más horas en una misma jornada laboral es perjudicial para la salud. Según varios estudios, rebasar las ocho horas de trabajo al día es peligroso, pues incrementa el riesgo de tener problemas cardiovasculares, de sobrepeso o de salud mental, un peligro que aumenta sustancialmente a partir de las diez horas.

En otros países se ha empezado a transitar el camino. En Islandia, por ejemplo, entre 2015 y 2019 se pasó de una jornada de 40 horas a una de 35 o 36 dependiendo del contrato, sin reducción de sueldo, una experiencia que fue considerada exitosa. Tanto, que hoy el 86% de los islandeses disfruta de la semana de cuatro días. Pero en esas condiciones, sin bajar a 32 horas.

Los pasos todavía son vacilantes, pero parece que la idea empieza a asentarse. Y la experiencia indica que una vez que se ha probado ya no hay marcha atrás.