Aitor Agirrezabal
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Septiembre de 2022: para las clases de historia británica

En poco más de tres semanas, Gran Bretaña ha visto un relevo al frente del Gobierno, otro en la corona, el hundimiento de la libra y la consiguiente desaparición de la nueva primera ministra. Y el otoño no augura un horizonte de paz en Downing Street.

El nuevo Gobierno británico se tambalea nada más echar a andar.
El nuevo Gobierno británico se tambalea nada más echar a andar. (Ludovic MARIN)

El Reino Unido amenaza con perder su apellido. La unión vive uno de sus momentos más críticos tras un mes de septiembre que parece haber durado décadas.

Hace poco más de tres semanas, el Partido Conservador escogió a Liz Truss como relevo de Boris Johnson al frente del partido y del Gobierno británico. La nueva mandataria asumió el poder y una herencia de Boris Johnson marcada por el Brexit, la degradada imagen de Downing Street tras el caso de las fiestas en plena pandemia, una crisis energética y con Edimburgo y Belfast cada vez más alejadas políticamente de Londres. En el horizonte se presentan las elecciones generales británicas de 2024. Con las encuestas otorgando una clara victoria al laborismo, el cambio de cromos se presentaba como última opción conservadora. Sin embargo, algunos han podido empezar a pensar en aquello de «más vale malo conocido...»

Poco le duraron los titulares positivos a Truss. Para empezar, Isabel II, tras más de 70 años de reinado, murió solo dos días después de que la líder conservadora asumiese el cargo, haciéndola desaparecer de la prensa. De hecho, la última imagen de la reina fue ese breve recibimiento a Truss en el castillo de Balmoral en el que la nombró nueva premier británica.

En los 10 días de luto que siguieron a la muerte y hasta la celebración del funeral en Londres, la política de las islas se detuvo. Sin embargo, y pese al fair play decretado por todos durante esos días, ya se deslizó que la estabilidad del Reino Unido que habían tratado de representar a través de la difunta reina se tambaleaba con la llegada al trono de Carlos III. A las protestas de ciudadanos en Edimburgo o Cardiff, se sumaban declaraciones de varios dirigentes de países de la Commonwealth, anunciando referéndums sobre el papel de la casa real o asumiendo que ese debate no tardaría en llegar.

El interminable funeral, al fin, terminó. Y con ello, la hora de Liz Truss y de su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, que presentó su estrategia frente a la crisis, basada en enormes recortes de impuestos sobre todo a los ricos y a las empresas. El resultado inmediato fue una caída histórica de la libra hasta su nivel más bajo desde 1971, críticas del FMI e intervención del Banco de Inglaterra, con Truss optando por la estrategia del avestruz y escondiendo la cabeza bajo tierra. Un estreno para el recuerdo.

Las consecuencias económicas se verán en las próximas semanas, pero la situación representa una crisis en toda regla. Y por el momento solo se ven dos vías: o revierten sus propuestas presupuestarias (algo rechazado por Truss este jueves y que supondría un suicidio político) o presentan un programa de recortes de gastos sin precedentes.

En descomposición

Algunos conservadores aceptan que su tiempo en el Gobierno británico está llegando a su fin. Tal vez se requiera un período en la oposición para recuperarse. Hace apenas tres años que ganaron con 80 escaños de diferencia respecto a los laboristas, la mayor ventaja en asientos y porcentaje de voto desde 1979. Luchar en las próximas elecciones para ganar parece ya significar la necesidad de otro cambio de líder, algo demasiado arriesgado. Y desde de ayer el partido celebra su conferencia anual en Birmingham. Una buena plaza para que las diferencias internas florezcan.

Y el otoño no augura un camino de rosas para el Gobierno de Truss. Hay voces críticas dentro del partido que, cuando no ha cumplido un mes en el poder, ya le reclaman que de un paso a un lado. La crisis energética no parece tener una solución en un espacio corto de tiempo y la unión se tambalea. En el norte de Irlanda menos del 50% se muestra favorable a mantenerse en el Reino Unido y el independentismo escocés parece estabilizar su mayoría. Además, los próximos 11 y 12 de octubre la Corte Suprema británica debatirá si Edimburgo puede llevar a cabo el referéndum de independencia previsto para el 19 de octubre de 2023.

Mientras se toma la decisión, el independentismo se va consolidando. O el unionismo debilitando, según se mire. La impopularidad del Partido Conservador va en aumento y las medidas económicas han ayudado en ello al hacer referencia a dos de los temas persistentes en el debate: la libra y el sistema de pensiones. Ambas han saltado por los aires en los últimos días.

El contexto político y social apunta a que el Reino Unido avanza hacia un callejón sin salida. Septiembre de 2022 estará marcado en negro en los libros de historia británica. La cuestión es cuántos números le quedan a ese calendario.