El proceso de maduración representado por Anna Castillo en ‘Girasoles silvestres’ (2022) podría servir de analogía con la propia evolución cinematográfica de Jaime Rosales, quien se encuentra en su madurez autoral.
Si ‘Las horas del día’ (2003), ‘La soledad’ (2007) y ‘Tiro en la cabeza’ (2008) constituyeron su etapa inicial más radical, tras la transición que supuso ‘Sueño y silencio’ (2012), ‘Hermosa Juventud’ (2014) y ‘Petra’ (2018), junto con el título que traemos a comentario, constituyen su consolidación narrativa y de estilo, sin necesidad ya de probaturas o experimentos de los inicios. El que su cine se haya vuelto más accesible no quiere decir que sea menos complejo o profundo.
En cuanto a desarrollo argumental, ‘Girasoles silvestres’ (2022) es, desde luego, su película más sencilla. No en vano sigue el esquema lineal de ir de un punto A a un punto C, pasando por B.
Julia (Anna Castillo) tiene un relación conflictiva con Óscar (Oriol Plá), lo que le hace reencontrarse con el padre de sus hijos Marcos (Quim Ávila), pero acaba finalmente con Álex (Lluís Marquès), que es más inteligente que guapo.