Aritz Intxusta
Redactor de actualidad
Entrevista
César Martín-Gómez
Catedrático deIa UNAV sobre Instalaciones y Sistemas Energéticos

«La mejor caldera de ayer no existe ya, pero ciertos principios no cambian»

Lleva casi 14 años enseñando sistemas energéticos para edificios en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Los dos últimos, como catedrático. Trabajó en varias empresas del sector de las renovables y en el Departamento de Arquitectura del Centro Nacional de Energías Renovables.

Cesar Martín-Gómez.
Cesar Martín-Gómez. (Unav)

El reto de prescindir del gas se ve condicionado por cómo se diseñó el sistema. Pretender sustituir la instalación de cada vivienda buscando de fórmulas más eficiente tiene un punto caótico, de sálvese quien pueda subvencionado. Pasar a un nuevo modelo sin dejar atrás a quienes siguen calentándose con bombonas de butano parece no estar en la cabeza de casi nadie.

Se supone que debemos prepararnos para la escasez de gas, transicionar hacia otras energías. Pero lo que tenemos es un enjambre de calderas individuales de todo pelo. No parece tarea fácil.

Una persona puede decidirse a ir a vivir a un pueblo, consumir poca energía, organizándose, y ya está. Eso no basta. Tenemos centenares de miles de viviendas de 80 metros cuadrados. Cualquier mínima actuación a realizar en cada una, porque se supone adecuada, se multiplica por millones. Tenemos un problema de miles de millones: un problema de escala. Y cuando hablamos de un problema de escala, hablamos de que estamos ante un problema político. Los políticos deben pensar a qué dedican el dinero y en qué momento. Y también, decidir qué prohibimos hacer para fomentar otras cosas. Quizá no hay dinero para arreglarlo todo, pero se puede eliminar el problema para lo nuevo.

¿Estamos ante un problema político?

Más bien de anticipación, porque corregir es muy difícil. Hay un eje temporal, de oportunidad, de saber qué hacemos en qué momento. Miles de calderas implican miles de intereses y situaciones distintas. Recientemente, en este medio hablasteis del proyecto que el ingeniero Joaquín Castiella planteó en los 60 para construir sistema de calefacción urbana que calentara una décima parte de Pamplona. Tuvo una idea muy buena. Y no inventó nada. No hace falta ser un visionario o un inventar una tecnología nueva. Acertar con el momento adecuado es tanto o más importante. Basta con calcular y ver qué está funcionando en otras partes. Se trata de planear y se trata de copiar. Un proyecto similar que este ingeniero planteó en los años 60, se está ejecutando ahora en la Txantrea.

¿Qué tiene de avance una calefacción urbana como la que se proyecta en Txantrea para 4.500 viviendas?

Hablamos de una producción de calor única para varios edificios. Los técnicos están planteando una solución policombustible: biomasa de la Ultzama, algo de gas, lo que sea más rentable en cada momento. Se envía el agua ya caliente a las casas. Funciona de tal manera que al vecino se le simplifica el aparato que debe tener dentro de su casa, porque le llega ya el agua caliente y se le mide, con un contador de calor, cuánto consume. Además, como el mantenimiento se hace para muchas viviendas también sale más económico. Siempre es más fácil arreglar o adaptar a lo nuevo una máquina grande que mil pequeñas. Por eso, en mi opinión, una calefacción urbana policombustible, donde se pueda hacer el mantenimiento, es una buena solución. En función de las necesidades, del precio del gas o de la disponibilidad de las renovables, se puede jugar para hacer la mejor gestión. Sin embargo, no es fácil poner en marcha una producción de calor para muchos. Está el problema de dónde la pongo, porque la instalación tendrá cierto tamaño. Luego hay que mandar agua caliente hasta las viviendas, que implica hacer operaciones, obras, levantar las calles. O sea: dinero.

«La transición no es algo nuevo, sino constante, del día a día. Las soluciones tecnológicas cambian constantemente»

El sistema de subvenciones actual se basa en que el que tiene dinero para transicionar y pasar del gas a una aerotermia, a un pellet... reciba ayudas. ¿No tiene un punto injusto? Todavía hay viviendas que se calientan malamente con bombonas en nuestros pueblos y ciudades. ¿Qué hay para ellos?

La transición no es algo nuevo, sino constante, del día a día. Las soluciones tecnológicas cambian constantemente. A mis alumnos les digo que muchas de las cosas que les enseño las van a tener que olvidar. La caldera buenísima de hace cinco años ya no se vende, no existe, pero hay principios que no cambian.

Pero entiendo que iremos hacia alguna parte.

Lo cierto es que Europa se había acomodado. Un motor, el francés, a sus nucleares. Y el otro gran país, Alemania, al gas ruso. En España, mejor o peor, hay muchas fuentes de energía. Como tenemos muchas, no nos terminamos de decidir por ninguna: hidráulica, termosolar, aérea, algo de nuclear, carbón. A mí me gustan unas más que otras. Me gusta el hidrógeno, porque trabajé con él y es lo más común del universo. Mi opinión es que los nietos de mis nietos tendrán hidrógeno. Hasta ese momento, todo serán transiciones. Hoy por hoy, prefiero ser pragmático.

¿Pero cómo ser pragmáticos?

Prefiero una solución de notable que valga para muchos, que una solución de sobresaliente para unos pocos... Veo hacia dónde vas: quieres que te responda a lo más difícil. ¿Cómo hacer para que no quede atrás quien no tiene dinero? Entonces, te diría que un aprobado raspado que llegue a todos es mejor que el sobresaliente para unos pocos.

«Un aprobado raspado que llegue a todos es mejor que el sobresaliente para unos pocos»

En su trabajo sobre el proyecto fallido de Castiella para alimentar una décima parte de la ciudad con una única caldera se barajaban mejoras de eficiencia enormes, pese a que la tecnología, carbón de hulla, era la misma.

Si tienes una calefacción urbana para un barrio entero, donde hay oficinas, hay comercios… puedes tener una caldera para cada edificio y necesitarías, pongamos, cien de calor. Eso solo sucede si lo utilizas individualmente. Sin embargo, yo o estoy en casa o estoy trabajando. Y mis hijos, o en casa o estudiando. La gente o está en un sitio u otro, nunca en los dos a la vez. De tal manera, la potencia simultánea está bajando al 70%, solo por trabajar a escala global. A diferencia de la tecnología, ese es un principio básico que no cambia. Solo con eso ya gestionas mucho mejor el calor.

¿Estamos, en consecuencia, en ese momento de pararnos a planear? ¿Es hora de calcular, mirar y copiar?
Sí, pero siempre lo ha sido. Soluciones como la de la Txantrea son muy buenas. Si me preguntas si es el momento de más instalaciones así, tienes mi sí rotundo. Pero si me lo preguntaras el año que viene, de nuevo sería que sí. Da igual Ucrania, da igual todo. Los técnicos siempre debemos buscar la mejor solución posible en cada momento.

Este sistema de calderas atomizadas una en cada vivienda, ¿es el único modelo existente y el más extendido, o en otros lugares del mundo se lo han montado mejor y ahora cambiar será más fácil?

Va por países. Hay  cierta tendencia a cuanto más frío, más calefacción urbana. Tenemos calefacción urbana en Alemania, Dinamarca, Suecia, Rusia. En todos esos países resulta mucho más común. En países mediterráneos, por la forma en que trabajamos, vemos menos estas instalaciones. Italia, Portugal, Grecia son más como nosotros. Va muy asociado a la cultura de la gente. Incluso, te diría que más a la cultura que a la pripia economía. En Rusia, por su historia, nadie aspira a tener su caldera individual. En Alemania, Dinamarca, vemos mezcla de individual y colectivo. En EEUU, pese a grandes calefacciones colectivas como la de Nueva York, el sistema más habitual suele ser bomba de calor, porque la energía la tienen muy barata. Tengo compañeros en Sudamérica, con la misma formación que yo, y hacen las cosas completamente distintas. En cada país hay una forma de hacer las cosas y tiene un componente cultural, de si yo pago lo mío, de si el otro no paga. Esto marca mucho el modelo de instalaciones que se acaban poniendo en las casas.

«En cada país hay una forma de hacer las cosas y tiene un componente cultural que marca el tipo de instalaciones que se acaban poniendo»

O sea, que el hecho de que tengamos cada uno nuestra caldera, a pesar de que no sea la mejor opción, dice algo también de cómo somos. ¿Acaso tenemos calderas individuales porque somos muy individualistas?

Algo de eso hay. Que en Holanda, un país siempre cito, tengan el urbanismo bien pensado y consensuado nos cuenta cómo son. Del mismo modo, que aquí sigamos discutiendo airadamente entre unos y otros por hacerlo así o asá revela cómo somos.