En septiembre de 2002 el consejero de Transportes del Gobierno de Ardanza, Álvaro Amann, aseguraba que todo estaba dispuesto para el inicio de las obras de la «Y Vasca» y en 2005, todavía sin empezar, avisaba de que vascos y vascas lo íbamos a pasar muy mal si la infraestructura no estaba acabada para 2010.
Estamos ya en 2022 y, al igual que sin la central nuclear de Lemoiz no hemos tenido que volver a vivir en las cavernas, la mayoría de la ciudadanía tampoco parece echar de menos un tren entre capitales que en realidad no es de Alta Velocidad, ya que no superará los 220 km/h (hace falta superar los 250 para recibir ese nombre).
Además, aquellos 1.100 o hasta 2.051 camiones que el TAV iba a sacar de las carreteras ya no los promete nadie, hasta el punto de que el Gobierno de Lakua dice ahora no tener estudios al respecto.
El proyecto ha sufrido cambios, y en algunos tramos donde se preveía el ancho europeo ahora hay que conformarse con un «tercer hilo» que permita compaginar el paso de trenes convencionales con los más rápidos.
Y, en este contexto, todavía no se sabe seguro ni por dónde se va a conectar la «Y vasca» con el tramo navarro que, todo hay que decirlo, todavía esta mucho más verde que el de la CAV.
El caso es que la previsión inicial de la unión en Ezkio pierde posibilidades en relación con la conexión por Gasteiz, que también hay quien dice que se colapsaría en poco tiempo y que al final la alternativa real pasará por Logroño. Quizá en esta falta de decisión sobre el enlace por Ezkio esté la razón real de la suspensión de las obras sin haberlas acabado.
Muertes culpables
Y una de las tragedias que se han dado en estos años de obras y de la que suele hablarse poco es de las nueve muertes que se han producido por accidentes laborales, muchos de ellos evitables si se hubieran cumplido las normas. De hecho, Osalan definió en seis casos que los trabajos se realizaban sin cumplir las condiciones de seguridad estipuladas o había otras deficiencias.
Pero cuando en noviembre de 2018 este punto se llevó al Pleno del Parlamento pidiendo que se investigaran las condiciones de trabajo, el PNV respondió que «es preocupante que se produzcan accidentes laborales, sin duda, como lo es que se produzcan accidentes de tráfico, pero no se plantea cerrar las autopistas».
La última de estas muertes se había producido unas semanas antes, se trataba de un obrero de 30 años, empleado de una subcontrata de otra subcontrata. Poco antes había fallecido otro trabajador de un ataque al corazón en una jornada de elevadas temperaturas.
Una de las muerte más increíbles fue la del ucraniano Mykola Eyschenkyy, fallecido el 9 de diciembre de 2010 destruyendo explosivos lanzándolos uno a uno a una hoguera desde seis metros, porque siempre lo hacían así.
A un obrero lo aplastó un compresor que no debía remolcar y a otro la pieza a la que estaba subido en lugar de estar en un elevador. Un encofrado se montó bajo una línea de media tensión y hubo un conductor cuyo camión cayó por una pendiente cuando al parecer dormía en él por los largos turnos.