No es un biopic al uso, sino una versión libre y actualizadora de la personalidad inspiradora de Emily Brontë como escritora en una época donde la literatura estaba dominada por hombres, al igual que la vida doméstica y familiar. ‘Emily’ (2022) es la ópera prima como directora de la actriz británica Frances O’Connor, que ha preferido quedarse fuera del reparto. Para el papel de la protagonista ha escogido a Emma Mackey, que interpreta a la mediana de las hermanas Brontë como a una joven reservada y celosa de la poesía que escribía. El otro papel importante es el de su hermano Branwell, muy bien recreado en la caracterización de Fionn Whitehead como una especie de Lord Byron, presa de su adicción al opio, aunque vehemente en sus manifestaciones expresivas, resumidas en el testimonial lema que figura tatuado en su antebrazo: ‘¡Libertad de pensamiento!’.
Tanto las tres hermanas (Emily, Charlotte y Anne) como el mencionado Branwell se rebelan contra su aburrida existencia rural en su casa de Haworth, máxime al tener como padre al párroco local, y se liberan a través de su temperamento artístico, forjado por el carácter indómito de los ventosos páramos de Yorkshire. En particular un ambiente que en la protagonista provoca el fatalismo romántico que distinguió su obra, en especial su novela más conocida ‘Cumbres borrascosas’, publicada justo un año antes de su muerte en 1848 por tuberculosis, a la temprana edad de 30 años.
Los paralelismos se imponen en cierto modo, de tal suerte que lo biografiado se confunde con la ficción literaria. En ese aspecto todo lo relativo al interés amatorio de Emily por el nuevo coadjutor William Weithgaman resulta ser lo más ficticio, en aras a obtener una dramatización del sufrimiento interno de la autora. Algo que al final pesa más que la hipotética competencia creativa con sus hermanas, o incluso que la adoración que sentía por su hermano. Es el mito del malogrado primer amor.