Andoni Lubaki
Fotokazetaria / Fotoperiodista

El fuego artillero ruso hace presagiar a los ucranianos un ataque masivo

En el frente de Donetsk, el Ejército ucraniano trata de aguantar las embestidas rusas. Moscú sigue lanzando artillería pesada para asegurar un avance más seguro y sin tantas pérdidas de sus tropas. El uso masivo de artillería hace presagiar a Ucrania que preparan un inminente ataque terrestre.

Todo empieza con el silencio. Se siente nada más bajar del coche; incluso parece que de tan presente se convertirá en algo tangible. Parece casi imposible que pueda haber tanto silencio, rodeados como estamos de tantos soldados ucranianos. Soldados que se mimetizan con el entorno y que vigilan entre las ramas. Muchos están en los refugios que han construido bajo tierra. Hablan poco entre ellos. La mayoría se saludan con un leve gesto. Ni siquiera una frase corta o una palabra de apoyo. Solo el crujido de alguna rama de pino vencida por el peso de la nieve da un toque de realidad a este escenario que parece sacado de una película muda en blanco y negro.

Valentín (43 años) no quiere desvelar de qué parte de Ucrania procede. «En esta situación da igual de dónde seas. Todos somos hermanos». Tampoco quiere darnos su apellido, por seguridad. Muchos de los soldados de esta línea del frente tienen familia al otro lado. «Mientras no se oiga nada es buena señal. Cuando escuchas algo todo se tensa y al rato viene lo peor».

Solo en esta parte de la región sufren diariamente una veintena de ataques con morteros o misiles Grad de corto alcance. «Hay veces que pueden lanzar tres ataques con Grad, lo que implica muchos misiles tierra-tierra. Otras veces artillería ligera. No tanto pesada. A menudo, dependiendo de las condiciones meteorológicas, se puede ver el humo procedente de la ignición de la parte propulsada del misil Grad. Entonces nosotros respondemos. Con mucho frío es cuando deja más estela. Aunque sean posiciones más fijas que las de infantería, hay que moverse rápido tan pronto disparas un tanque, o un Grad. Normalmente aquí los Grad como veis (señala a una posición a la que no dejan sacar fotos ni grabar vídeos) están a campo abierto pero detrás de algunos árboles. Esperamos a que no haya drones para sacarlos o traerlos desde donde los guardamos. Disparamos y nos vamos. Deja mucho humo en el aire y enseguida los rusos disparan», se explaya Valentin.

Con los cañones de artillería es diferente, los pueden esconder bien entre los árboles. Los tanques también pero conviene moverlos de cuando en cuando y camuflarlos. Los pequeños drones espías que sobrevuelan con motores silenciosos son un temido enemigo aquí, localizan y dan la posición precisa. Cada soldado mantiene un ojo al frente y otro al cielo, como dice Ivan, un joven soldado que sabe inglés y hace de improvisado intérprete.

Inminente ofensiva rusa

«Sabemos que están tramando algo. Saben que vienen armas hacia este lado desde nuestros aliados europeos. Pero estamos preparados para hacer frente a cualquier tipo de ataque. No les tenemos miedo», asegura Sergei (57 años), en una posición ucraniana al noreste de la ciudad.

Piden no revelar la posición exacta y la condición es que nuestros móviles estén en modo avión y los militares puedan revisar nuestros teléfonos a la salida del frente. Finalmente no lo hacen pero insisten en que los tengamos fuera de línea. «Los rusos pueden saber dónde estamos solo por la señal que manda el móvil», explica Dima (48 años), un soldado raso venido desde la otra punta de Ucrania, a defender su país. Deja en Lviv a su mujer y dos hijos «ya mayores».

Todas las trincheras deben permanecer ocultas a los ojos de las tropas rusas. El factor sorpresa para contraatacar es primordial. Incluso después de un ataque cambian posiciones. Eso hace que Moscú tenga que cambiar de estrategia cada vez que manda a sus soldados a tomar posiciones. Por eso hay mucha trinchera vacía; unas ya han sido utilizadas pero pueden volver en cualquier momento a ellas. Durante el recorrido a toda velocidad a esta posición el equipo de NAIZ divisa kilómetros de estas zanjas que hacen de estas tierras fértiles una suerte de lienzo blanco rasgado.

El factor sorpresa para contraatacar es primordial. Incluso después de un ataque cambian posiciones. Eso hace que Moscú tenga que cambiar de estrategia cada vez que manda a sus soldados a tomar posiciones. 

 

«Todas las posiciones son aquí estratégicamente importantes» sigue explicando Sergei. Su barba tiene las puntas congeladas. La temperatura hoy es de -11, pero a la noche «es mucho peor. Es un infierno blanco», dice sonriendo Sergei. «Tenemos que aguantar temperaturas cercanas a los -25 sin movernos prácticamente durante horas. En tensión porque el enemigo puede estar a escasos metros y no verle. Si hace viento aún es peor. A la sensación térmica de -35 hay que añadirle que no oyes más que el silbido del viento en los árboles. Y la mayoría de los ataques son de noche para así poder jugar con el factor sorpresa», añade.

«Pero en los últimos días están intensificando el ataque con artillería. Incluso hay soldados que se posicionan a escondidas durante el día en terreno de nadie (la que queda entre la trinchera rusa y la ucraniana). Llevan drones y misiles tierra a tierra portátiles. No llevan RPG porque el alcance desde donde atacan es mayor (un RPG es una granada autopropulsada con un alcance de entre 300 y 400 metros). Junto con el dron tienen una precisión muy grande y adivinan nuestras posiciones igual que hacemos nosotros con ellos. Hay veces que atamos una granada a esos drones y la activamos. Así, si nos posicionamos encima de sus trincheras les podemos soltar encima ese explosivo, pero si disparan y abaten el dron también les cae encima. Es mejor disparar desde lejos con un rifle de precisión y estar atentos», explica Dima desde la trinchera. 

Una clásica estrategia militar con riesgos

El ruso siempre ha utilizado una estrategia de combate más basada en artillería que otros ejércitos. Ya desde la II Guerra Mundial, su estrategia ha sido bombardear posiciones importantes del enemigo para así facilitar un avance de la infantería más segura. El terreno a veces está congelado y resbaladizo y en otras embarrado y resulta infranqueable. Todo ello hace el avance de las tropas terrestres mucho más lento. Asegurar un avance seguro por mínimo que sea exige decenas, cuando no cientos de impactos de artillería.

Rusia tiene una fuerza de artillería de 3 a 1 en comparación con la ucraniana y los intentos de reforzar sus unidades terrestres y aéreas, sobre todo desde el desastre soviético en Afganistán, se han visto frenados por el aumento de la precisión con los drones espías, perceptible desde 2014, con el inicio de la guerra del Donbas.

Rusia tiene una fuerza de artillería de 3 a 1 en comparación con la ucraniana

 

Seguir dependiendo de la artillería (pesada sobre todo) para los avances les era entonces, y les es hoy en día, más barato y eficaz que invertir en tecnología puntera. Pero hay un problema: necesitan mucho suministro en el frente. Normalmente, las baterías grandes se colocan a unos 8 kilómetros de las líneas ucranianas. Eso hace que las vías de suministro estén al alcance de aviones, helicópteros e incluso de sabotajes.

Valentín sabe que habrá un ataque por tierra de las tropas rusas cuando comienza una lluvia de proyectiles. «Sabes que van a intentar tomar la zona y para cuando suena el primer proyectil ya han empezado a ir hacia nosotros. No nos queda otra que quedarnos en las trincheras y disparar, aún cuando nos caen bombas del cielo. Nuestras artillería también dispara. Suelen ser dos horas de intensa lucha. Luego, cuando se retiran, el bosque huele a pólvora, algún pino arde, hacemos recuento de pérdidas y vuelve el silencio». Tal y como empieza todo en el frente de Donetsk.