Todos los equipos sufren errores arbitrales de forma más o menos puntuales, pero Osasuna puede «presumir» en este siglo de algunos récords, con castigos dobles insólitos. El último, el del sábado en Mestalla, donde Sergio Herrera en la primera parte y Aimar Oroz en la segunda fueron expulsados de modo indebido. Cabe preguntarse con cuántos jugadores habría acabado el partido el equipo rojillo de no mediar el criticado VAR, que corrigió ambos disparates.
El malestar del club es evidente y fue verbalizado por Jagoba Arrasate en rueda de prensa. El técnico de Berriatua dijo que «me cuesta creer» en situaciones como la primera, puesto que linier y árbitro vieron algo que no sucedió: Herrera ni tocó el balón con la mano en su salida ante el delantero valencianista y tampoco lo derribó con el pie. Así que la acción acabó saldándose sin ninguna tarjeta.
En cuanto a la de Aimar, lo que extraña a la entidad navarra es el modo absolutamente fulminante en que Iglesias Villanueva sacó la roja cuando la jugada era tan confusa, un mero toque de pies entre mil en una zona en que había muchos futbolistas acumulados. La sala del VAR volvió a llamarle y la entrada se quedó esta vez en amarilla.
La actuación del árbitro apunta a una inclinación previa a extremar el rigor con el rival de un Valencia ahogado en la tabla. La grada de Mestalla siempre aprieta mucho a los colegiados, y esta vez, en ambiente fallero añadido, su equipo multiplicó las caídas en todas las zonas del campo, y sobre todo en el área, para provocar tarjetas y penaltis. Iglesias Villanueva entró en el juego. Por lo demás, el Valencia ganó merecidamente.
Esa inclinación previa recuerda a la actuación de Pérez Burrull en un Real Madrid-Osasuna de 2009, cuando no solo dejó sin pitar dos claros penaltis de Pepe a Juanfran, sino que además enseñó al que era extremo rojillo sendas tarjetas amarillas acusándole de simular. Y lo remató con una frase muy viral: «Juanfran, por lo menos tírate bien».
Dos años antes, en un partido en El Sadar en 2007, Osasuna vivió otro caso de ensañamiento quizás no repetido en ninguna de las grandes ligas. El portero Ricardo fue expulsado en un partido ante el Villarreal al ver dos tarjetas amarillas consecutivas en el minuto 93 bajo la acusación de perder tiempo.
Como quiera que otro rojillo, Josetxo, había sido expulsado antes, el equipo que entonces entrenaba el Cuco Ziganda acabó con nueve jugadores (y Patxi Puñal bajo los palos), aunque logró retener el 1-0. El árbitro era Megía Dávila.