Ese film no tenía que existir. No tenía que haber existido ningún «sentido de la vida», fuera película o no. De hecho los Monty Python, como los Beatles para ‘Let it be’, prácticamente ya se habían despedido entre ellos. Consideraban terminada su experiencia juntos después del extraordinario ‘La vida de Brian’.
Cada uno tenía sus proyectos, pero resultó que el público quería una especie de reunión de la banda. Después de haberle tomado el pelo al Rey Arturo con ‘Los caballeros de la mesa cuadrada’ y al cristianismo con ‘La vida de Brian’, ¿qué les faltaba a los Python? Pues atreverse con una reflexión sobre la vida en sí, ni más ni menos.
Gallina de los huevos de oro
El mismo Brian de Nazareth en 1979 había constatado en su propia piel el sentido de la vida: al final, mientras estaba crucificado, no tenía más que mirar «al lado luminoso», como le explicaba a los otros condenados.
«La vida es una mierda cuando la miras de cerca, la vida es una risa y la muerte un chiste, es verdad: ya lo verás, es todo un espectáculo»; así cantaba desde su cruz Eric Idle, uno de los Python, a Graham Chapman, otro miembro del grupo de cómicos, interpretando a Brian.
Cuatro años más tarde, aquel tema daba para profundizar aún más. Esta vez sin un guion preciso, sino a través de una serie de sketches como en ‘Flying Circus’, el ‘Circo Volante’ que desde 1969 hasta 1974 había entretenido a los telespectadores ingleses de la BBC, o el primer film de los MP, ‘Y ahora algo completamente distinto’ (también traducida al castellano como ‘Se armó la gorda’).
Sin embargo, como queda dicho, ninguno de los seis Python se había planteado otra película juntos, porque cada uno tenía algún proyecto abierto, empezando por Terry Gilliam, que ya se había convertido en un director de cine autónomo, casi ajeno al grupo. Todo cambió cuando el agente del grupo garantizó a los seis que con una última película se convertirían en multimilionarios de por vida, como recuerda David Morgan en su libro ‘Monty Python speaks!’ (‘¡Monty Python habla!’).
El sexteto se iría a Jamaica para empezar a pensar, y al final decidiría «juntarnos sin muchas discusiones y escribir sobre un poco de todo-todo»
La respuesta del sexteto sería irse a Jamaica para empezar a pensar un film. Por un lado, John Cleese quería hablar sobre la guerra, mientras que Eric Idle y Michael Palin deseaban algo más amplio, más general. «Al final decidimos juntarnos sin muchas discusiones y escribir sobre un poco de todo-todo», anotó en su diario en el noviembre 1979 el mismo Michael Palin. Son notas que se pueden encontrar en el ensayo ‘Monty Python at work’ (‘Monty Python a la obra’).
Las productoras tenían prisa; los seis MP, todo lo contrario. En aquel momento los Python eran realmente la gallina de los huevos de oro, visto el éxito de ‘La vida de Brian’, que a pesar de algunas censuras iba a tope en taquilla. Además, ‘La mesa cuadrada’ estaba aún en cartelera en cines de París, confirmando su esencia de película de culto en los círculos cinéfilos alternativos.
El proyecto para esta nueva película, en cualquier caso, estaba un poco atascado incluso en lo que respectaba al título, que debía de ser ‘La Tercera Guerra Mundial de los Monty Python’. Para Michael Palin las ideas eran todas «bastante estáticas», hasta que el sexteto empezó a trabajar por parejas: Chapman-Palin, Gilliam-Jones, Idle-Cleese. Allí tomaron forma los peces como hilo conductor.
Sería de Jones (futuro director «oficial» de la película) la idea de una especie de trilogía sobre las «edades del hombre» y el sentido de la vida, dividida por capítulos. Las grabaciones empezarían en julio de 1982.
Espermatozoides, vómitos y mas allá
A partir de ahí, habría trabajo durante tres meses más o menos. Mejor dicho, una parte del trabajo, la «verdadera película» titulada ‘Monty Python's The meaning of life’. Aparte, con un equipo separado, llegaría un cortometraje de 17 minutos obra de Terry Gilliam, que abría el film y que se llamaba ‘The Crimson Permanent Assurance’. Realmente como si fuera otro proyecto, donde no aparecían los Python: un grupo de trabajadores asalta el despacho de un grupo de empresarios con nombres absurdos que se encuentra reunido, transformando el rascacielos donde se oficia el encuentro en un barco pirata.
En ‘El sentido de la vida’ tres o cuatro sketches destacan sobre los otros, sin quitarles méritos. El mas famoso quizás es el ‘Señor Creosoto’, un hombre supergordo (Terry Jones) que entra en un restaurante y empieza a comer y vomitar en frente de un camarero (Eric Idle) hasta que pide una gominola de sabor de menta, y ese minúsculo objeto lo acaba haciendo explotar.
Otros muy eficaces son los dos que salpican la moral católica, empezando por ‘Every sperm is sacred’ (‘Cada espermatozoide es sagrado’), donde Michael Palin es un padre con 63 hijos que vuelve a casa después de haber perdido su trabajo y decide con su mujer vender su descendencia a un laboratorio para hacer experimentos. Pocos minutos después, en otro sketch, John Cleese es un profesor de educación sexual que para enseñar mejor a sus alumnos esa cuestión copula con su mujer en frente de ellos.
Cada uno de los Python tiene su momento de celebridad, incluso Graham Chapman, que como en ‘La vida de Brian’ es el protagonista del final, donde interpreta ni más ni menos que a Dios. Según muchas fuentes había sido una petición expresa del actor, homosexual declarado, para protestar contra la decisión de la Iglesia de impedir que se casara con su pareja.
El Dios de Chapman es una especie de presentador de un espectáculo, para subrayar que el más allá es solamente un show. «En el Paraíso es Navidad cada día» explica una chica que se asemeja a una azafata, con pecho desnudo (pero de plástico).
Y entre un sketch y otro, los peces con las caras de los Python hablando entre ellos en un acuario.
Y al final, ¿cuál es «el sentido de la vida»? Según la película, realmente ninguno
Aunque en algunos países como Irlanda la película fue parcialmente censurada, ‘El sentido de la vida’ sería un éxito tanto de público como de crítica. Después de la primera proyección en Estados Unidos el 31 de marzo de 1983, el film sería presentado en el Festival de Cannes, ganando el Gran Premio del Jurado, de hecho el segundo más importante después de la Palma de Oro.
Los Python especularían irónicamente sobre este galardón, otorgado por el presidente del jurado de aquella edición del Festival, el gran Orson Welles, que probablemente se había reconocido en el señor Creosoto.
Y al final, ¿cuál es «el sentido de la vida»? Según la película, realmente ninguno. Este es el último mensaje de los Monty Python. El sexteto nunca se ha disuelto oficialmente, pero ‘El sentido de la vida’ fue la última actuación conjunta de aquel maravilloso conjunto de cómicos.