Alemania abandona ¿para siempre? la energía nuclear

El sábado se apagaron las últimas centrales nucleares que funcionaban en Alemania. El abandono de la energía nuclear sería «irreversible» si fuera por el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, de Los Verdes, aunque la medida no gusta al 52% de los alemanes y tampoco a la oposición. 

Protesta de Greenpeace contrala energía nuclear en Belín.
Protesta de Greenpeace contrala energía nuclear en Belín. (Odd ANDERSEN | AFP)

Alemania ha dicho «tschüss» (adiós/agur) a la energía nuclear. En 1960 puso en marcha la primera central, y abrío un nuevo capítulo en la producción de energía eléctrica, fuente tan necesitada en un país altamente industrializado. La entrada de la Alemania occidental en la época atómica fue posible gracias a los miles millones de marcos con los que los gobiernos de Bonn financiaron a las investigaciones de la industria nuclear.

Desde ayer han dejado de producir energía nuclear las últimas tres plantas de Emsland (Baja Sajonia), Neckarwestheim 2 (Baden-Württemberg) e Isar 2 (Baviera).

El abandono de la energía nuclear sería «irreversible» si fuera por el ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, del partido ecologista Los Verdes. El también vicecanciller ha incluso decretado que su Ministerio deje de investigar la fusión nuclear.

Por contra, el ministro presidente de Baviera, el social cristiano Markus Söder (CSU) ha anunciado que su Estado Libre sí financiará la investigación de esta hipotética forma de generar energía eléctrica. Quiere además que se mantengan en funcionamiento las tres centrales y que se mantengan en reserva otras tres plantas para los próximos dos años. Lo argumenta por la actual crisis energética. Por su parte, el presidente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y jefe de la oposición en el Bundestag, Friedrich Merz, consideró la histórica fecha «un día negro para Alemania».

Aunque el canal 24 horas de RTVE acompañó el sábado la noticia con imágenes de la voladura de una central nuclear, supuestamente alemana, el fin de la energía atómica se produce de forma bastante menos dramática.

Los edificios no van a desaparecer de la noche a la mañana, sino que no serán demolidos hasta unos 17 años después por el grado de contaminación nuclear.

Una vez dejen de producir se ha de trasladar primero el combustible altamente radioactivo a una sección donde bajará de radiación. Después pasarán otros quince años hasta que el Servicio de Supervisión Técnica (TÜV) podrá dar su visto bueno al derrumbe, que durará otros dos años. Según la energética RWE, su central Emsland estará libre de radiación para 2037.

El cierre de este capítulo no significa que Alemania tenga que lidiar con un inminente «blackout». Fue en  2010 la primera vez en que las energías renovables empataron con la producción de la energía nuclear. Dedsde entonces la diferencia se ha hecho cada vez más grande en favor de las energías verdes. Incluso en su mejores tiempos, la industria nuclear nunca llegó a producir anualmente más del 30% de energía con sus 36 reactores. Ninguno ha durado más de 37 años. La mayoría de la energía provenía de plantas de carbón y gas. Al final se ha reducido al 3%, porque hace veinte años el primer gobierno del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) del canciller Gerhard Schröder con los Verdes llegó al «consenso nuclear» con la industria del ramo para se construir nuevas plantas.

La decisión puso fin a décadas de manifestaciones –a veces violentas– ante centrales nucleares en construcción, como Brokdorf, o centros de reciclaje nuclear, como Wackersdorf. Durante décadas el Estado alemán (occidental) empleó la fuerza policial para imponer su política atómica.

 Con el cierre de las plantas de Emsland (Baja Sajonia), Neckarwestheim II (Baden-Württemberg) e Isar II (Baviera), se cierra un capítullo iniciado en 1960 con la puesta en marcha de la primera central nuclear

Después del accidente de Chernobyl, en 1986, el movimiento antinuclear creció e incluso encontraba seguidores en el centro político alemán.

Tampoco faltaron fracasos económicos, como la central de Kalkar o la planta de Wackersdorf, que costaron miles de millones de marcos pero que nunca llegaron a funcionar. En el año 2010, la canciller demócrata cristiana Angela Merkel (CDU) y su socio, el Partido Liberaldemocrático (FDP), quisieron dar un giro de 180 grados, y después de la catástrofe nuclear de Fukushima (Japón), en 2011, se aceleró la salida de la energía atómica. Entonces, Söder, ministro de Medio Ambiente en Baviera, amenazó con dimitir si su CSU no respaldaba la nueva política de Merkel.

Dos retos

De cara al futuro, Alemania se enfrenta a dos retos. Por un lado, debe hallar una solución definitiva para los residuos nucleares. Hasta ahora se han acumulado 120.000 metros cúbicos de basura poco o medianamente radioactiva.

Hasta el año 2050 se llegará a otros 180.000 metros cúbicos. A partir de 2027 deberán ser almacenados en el depósito definitivo «Konrad», una antigua mina de hierro. Sus características geológicas evitan que entre agua, que a su vez podría llevarse partículas radioactivas. Un problema sin solucionar son los 27.000 metros cúbicos de material altamente radioactivo. Los gastos de la salida ascienden a 48.000 millones de euros, financiados por las empresas energéticas.

Por otro lado, Alemania ha de acelerar la construcción de nuevas plantas de energías renovables, de una infraestructura para almacenar la sobreproducción y para poder llevar la energía verde del norte a los centros industriales en el sur. Los mayores obstáculos son la legislación vigente, la burocracia y los intereses partidistas.