Periodista / Kazetaria
Entrevista
Xavier Rius Sant
Periodista y escritor

«Lo que hace Vox es incendiar la vida política, le funciona»

En apenas diez años, Vox ha sacudido el panorama político estatal con un discurso incendiario que convierte la unidad de España y la crítica a la diversidad en sus tótems ideológicos. Así lo analiza Xavier Rius Sant en el libro ‘Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron’.

Xavier Rius Sant, periodista y escritor.
Xavier Rius Sant, periodista y escritor. (Oriol CLAVERA)

Especializado en derechos humanos, conflictos internacionales y extrema derecha, Xavier Rius Sant (Barcelona, 1959) repasa los entresijos de una formación surgida entre los bastidores del PP y que, como hacen los nuevos partidos ultras, aprovecha todos los espacios de poder para marcar la agenda y erosionar el actual sistema democrático. 

¿Cómo se explica que, en solo una década, Vox pase de fundarse a presentar una moción de censura con Tamames?

Vox tiene su origen en un período en el que la ultraderecha en España estaba inmersa en luchas cainitas y el sentimiento xenófobo no había arraigado como lo había hecho en otros países. Fue a raíz del rumbo que tomaba el PP de Mariano Rajoy, que el sector más duro controlado por Aleix Vidal-Quadras plantea crear una especie de PP auténtico. Y con ese fin, reúne a la gente de la Fundación para la defensa de la Nación Española (Fundación Denaes), que bajo la presidencia de Santiago Abascal entre 2006 y 2014, había hecho de ETA y el acercamiento de los presos sus mantras.

En el libro alude al acto celebrado por Denaes el 29 de enero de 2009 en la sede de la Comunidad de Madrid. Allí, la dirigente del PP María San Gil pone en contacto a Abascal con Javier Ortega Smith, a quien había conocido después de ser apoderado en la CAV en las elecciones municipales de 2007. ¿Este evento es clave para la creación de Vox?

Exacto, allí los presenta y permite la confluencia entre el sector representando por Abascal, que aglutina a Hazte Oír, Aborto Cero y otras organizaciones ultracatólicas; y el de Ortega Smith, exmilitante de la Falange Española de las JONS y líder de COE 13, número de su compañía dentro del Grupo de Operaciones Especiales (GOE), las boinas verdes del Ejército de Tierra. La actividad de COE 13 había consistido en financiar Denaes mediante empresas e inmobiliarias.

¿Sin la cobertura del PP, Vox hubiera sido posible?

Le hace de paraguas. No olvidemos que Esperanza Aguirre subvencionaba a Denaes con cien mil euros anuales. Pero sobre todo catapulta a Vox el encarcelamiento en 2015 del presidente del sindicato Manos Limpias, Miguel Bernad, quien hasta entonces había impulsado todas las querellas contra el soberanismo catalán, incluso la que se presentó ante la consulta del 9N de 2014. Eso allana el camino para que Ortega Smith, de la mano del abogado del Estado Jorge Buxadé, se persone en numerosas causas y, gracias a ello, de a conocer el partido en sus comparecencias televisivas.

«El PP hace de paraguas, no hay que olvidar que Esperanza Aguirre subvencionaba a Denaes»

¿La participación de Vox como acusación particular en el juicio del Procés es el trampolín definitivo?

Es la causa perfecta para que Ortega Smith aúpe el partido y, a la vez, eclipse los pésimos resultados que la formación había cosechado en las elecciones europeas de 2013. Y lo logra con los fiscales a su favor, hasta el extremo de alardear que fue el primero en calificar de rebelión y sedición los hechos de 2017 en Catalunya. Con el macrojuicio, consigue que TV3 y el programa de ‘ETB 360 grados’ le entrevisten, colocando a Vox en buena situación para las siguientes contiendas electorales.

¿Encuentra terreno abonado para lograr representación?

Se beneficia de la ofensiva que Ciudadanos protagonizaba contra la supuesta discriminación del castellano en Catalunya. Recordemos que el partido de Arrimadas había llegado a decir que «las escuelas catalanas provocan que los niños se meen en el recreo si no hablan catalán». Estas falsedades, de las cuales el PP se desmarca, polarizan la campaña en Andalucía y permiten que Vox, que en ese momento gozaba de una gran oleada mediática, obtenga 13 diputados, muy por encima de los 3 que le daban las encuestas.

¿Con todo, dónde ubicaría su espacio ideológico?  

En Vox convergen los falangistas de Javier Ortega Smith, que ha gestionado el partido manu militari; después, varios sectores ultracatólicos, algunos vinculados al Opus o el que representa Santiago Abascal, para quien la lucha contra ETA no finalizará mientras no se ilegalicen los partidos nacionalistas vascos, catalanes y gallegos; los tatcherianos ultraliberales de Iván Espinosa de los Monteros; Kiko Méndez Monasterio, durante diez años dirigente de la extinta Alianza por la Unidad Nacional (AUN), la formación del ultra Ricardo Sáenz de Ynestrillas; y Jorge Buxadé, partidario de derogar el actual sistema de partidos. En resumen: Vox es el nuevo falangismo liderado por un señor que vive del cuento, Abascal. 

«Vox es el nuevo falangismo liderado por un señor que vive del cuento, Abascal»

En su análisis, atribuye a Buxadé un papel clave en el argumentario del partido.

Es el ideólogo de este falangismo que no tiene inconveniente en convivir con el ultracatolicismo. De hecho, las cien medidas que presenta Vox ya aparecen en su libro, ‘Soberanía’, dónde habla, emulando a la Falange, de que «el Estado de los partidos ha privado al hombre de las instituciones en las que vivía arraigado: la familia, el municipio, la empresa, el sindicato y la corporación profesional».  

¿Así es como ha penetrado en el electorado?

Su estrategia ha sido agitar el tablero político confrontando unidad con diversidad, la idea de que el nacionalismo catalán es ETA disfrazada de terciopelo y la propuesta de que, para terminar con los supuestos privilegios que tienen las comunidades históricas, hay que suprimir el Estado de las autonomías e ir hacia un Estado uniforme. Pero no solo eso: saca rédito de las ambigüedades que PSOE y Podemos mantienen sobre la Ley Trans, la Ley del «solo sí es sí» o el malestar que expresa un sector de la policía por el presunto maltrato logístico y económico que padecen los agentes desde la etapa de Rajoy. Una controversia capitaneada por el sindicato Jusapol, al cual Vox es el único que da apoyo. Pero son temas menores. Su discurso se centra en la idea de «España una y no cincuenta y una» y que «Franco hizo cosas buenas».

¿El rechazo a la inmigración también es una arma arrojadiza para Vox, no cree?

Aquí ha logrado ser más hábil que Josep Anglada o Xavier García Albiol, pues criminaliza al migrante utilizando a sus líderes racializados. El mismo secretario general, Ignacio Garriga, de origen guineano, llegó a proclamar: «Vosotros, los progres, habéis convertido los barrios obreros en estercoleros multiculturales». Al fin y al cabo, lo que hace Vox es incendiar la vida política a partir de polémicas que aparecen en cualquier lado. Lo hace en Catalunya con el catalán o en Melilla cuando hay algún incidente en la valla. Las barbaridades que lanzó la última vez sobre la población musulmana fueron de tal magnitud que dos de sus diputados locales abandonaron el partido. Pero ya había amortizado la polémica: sabe que incendiar no le dará votos en estos lugares, pero sí en el resto del Estado. 

¿Le ha ayudado también acercarse a ultras que hoy gobiernan sus países, como el húngaro Viktor Orban o la italiana Giorgia Meloni?

Sin duda. Ya ayudó a Abascal que Marine Le Pen aplaudiera sus buenos resultados en las últimas elecciones estatales, y ahora lo ha hecho Meloni, gracias a lo cual Vox se puede exhibir como una formación respetable y de gobierno.

«El abogado del Estado Jorge Buxadé es el ideólogo de este falangismo que no tiene inconveniente en vivir con el ultracatolicismo»

¿En Euskal Herria, puede ampliar su presencia?

Es muy difícil. Solo tiene una diputada, Amaia Martínez Grisaleña, y aún le pesa que Abascal se largara a Madrid acusando a Borja Samper y a otros líderes del PP de ser satélites del nacionalismo vasco. Únicamente aguanta en Catalunya, País Valencià y les Illes Balears, donde atrae al anticatalanismo más feroz. No así en Galicia, Murcia, La Rioja, Canarias y otras comunidades. Y en cuanto a Madrid, lo tiene bastante complicado, pues Isabel Díaz Ayuso les ha comido el discurso.

¿Así, de qué dependerá el futuro de Vox?

En clave interna, si cuida su propia gente, ya que la marcha de Macarena Olona, crítica con el desvío de fondos del partido a la fundación que preside Abascal, y la dimisión de varios delegados provinciales por la forma jerárquica con que opera la dirección, lo debilitan. Y también dependerá de si las discrepancias entre PSOE y Podemos continúan dándole munición política o si en las próximas elecciones generales Núñez Feijóo los necesita para gobernar. Veremos qué pasa, porque todo está abierto.