Joseba Salbador Goikoetxea

El primer cementerio para mascotas está en Galdames

Se trata de una parcela de 10.000 metros cuadrados, ubicada en un entorno natural, donde se puede dar el último adiós a la mascota de una forma digna y acudir a visitarla cuando se quiera

Cada sepultura dispone de un espacio cercado de un metro cuadrado, que cada uno puede decorar como quiera.
Cada sepultura dispone de un espacio cercado de un metro cuadrado, que cada uno puede decorar como quiera. (Oskar MATXIN | FOKU)

La falta de instalaciones de este tipo y el hecho de que la incineración fuese la única alternativa legal disponible hasta entonces fue lo que animó a Josu Galdames a ponerse manos a la obra y a transformar en cementerio una parcela situada junto a su caserío natal, en el barrio Humaran de Galdames.

«Todos podemos ver que en las grandes ciudades cada vez hay más mascotas. Porque además de los perros que se sacan a la calle, en las casas hay bastantes más animales, principalmente gatos. Y cuando mueren, la única opción que se ofrece, al menos en toda la zona norte de la Península, es la incineración», afirma Galdames.

Pero a mucha gente no le gusta esta alternativa, porque a veces se hace de forma colectiva y sin poder estar presente. Así pues, el deseo de que las familias pudiesen despedir de una forma digna a sus mascotas fue lo que empujó a Galdames a montar el cementerio, al que ha denominado “Nuestro jardín de los sueños”. «Aquí lo más importante es que las familias asisten al entierro de la mascota con la que han convivido tantos años, es decir, le pueden dar el último adiós de una forma digna. Y en adelante, saben que estará ahí y que podrán acudir cuantas veces quieran y en el momento que quieran. Sicológicamente, eso es muy importante para todos los que tenemos mascotas», señala Josu.

Recuerda que no fue fácil culminar los trámites administrativos, en los que invirtió nada menos que cuatro años, «pero no porque me quisieran poner pegas, sino por desconocimiento general, porque era la primera vez que se les presentaba una solicitud de este tipo». Añade que la necesidad era tal que incluso algunos funcionarios tanto del Ministerio de Agricultura como de Sanidad o de la Diputación foral con los que mantuvo contacto hicieron lo que estaba en sus manos por ayudarle, «porque ellos también tenían mascotas y echaban en falta esta opción».

Finalmente, y tras obtener la licencia municipal del Ayuntamiento, Josu Galdames pudo abrir hace dos años las instalaciones, que cuentan con una superficie de 10.000 metros cuadrados y con capacidad para alrededor de 9.000 mascotas. «Es una campa que antes se utilizaba como pasto y que está rodeada de robles centenarios y de pinos, en un ambiente natural y de total tranquilidad».

El propietario de “Nuestro jardín de los sueños” explica que es un cementerio «al estilo norteamericano, en un entorno natural y con pequeñas lápidas de recuerdo». En este caso, cada sepultura dispone de un espacio cercado de un metro cuadrado y, además de la lápida, cada uno puede decorar el espacio como quiera, con flores, piedras o pequeñas luces nocturnas.

Entre 150 y 180 euros

De las labores de inhumación se encarga el personal del cementerio, por las que se cobran entre 150 y 180 euros dependiendo del peso de la mascota, y después se paga una cantidad anual por el mantenimiento. «Los propietarios de las mascotas firman un contrato, normalmente con una vigencia mínima de cuatro o cinco años, en el que se establecen las condiciones del enterramiento, sobre todo para que no queden dudas sobre su funcionamiento», indica Galdames.

Además de perros o gatos, también es posible enterrar otras especies de animales como aves o reptiles. Quien desee más información puede llamar al teléfono 608 309 625 o informarse en redes sociales.

Aunque Josu tenía previsto en un principio abrir otras instalaciones de este tipo en alguna otra zona de Bizkaia y Araba, de momento ha desistido porque se ha encontrado con el problema de que algunas clínicas veterinarias, en caso de muerte del animal, «solo ofrecen la opción de incinerar, porque tienen ya concertados acuerdos con las incineradoras, de tal forma que mucha gente desconoce que existe la posibilidad de inhumar el cuerpo, que además resulta más económica».

Galdames se muestra partidario de esta última opción también por motivos medioambientales. «No hay más que ver la cantidad de mascotas que mueren y se incineran en nuestro entorno. Y todo eso, al final, es contaminación atmosférica. En cambio, la inhumación permite que el cuerpo se descomponga de una forma orgánica, que es lo natural», concluye.