Ana Urchueguía, la doña de Somoto... y de Lasarte-Oria
Ana Urchueguía mandaba. Y mandaba mucho. Tanto en el Ayuntamiento de Lasarte-Oria como en el PSE de Gipuzkoa. Y decidía qué y cómo se hacían las cosas en Somoto (Nicaragua). Siempre con un estilo personalista y a la vez amenazante, que encubría delitos ahora confesados.
Lasarte-Oria se creó como municipio en 1986, agrupando terrenos que hasta entonces pertenecían a Hernani, Andoain y Urnieta. Se superaba una situación administrativa con calles pertenecientes a cuatro municipios que suponía un quebradero de cabeza para sus 18.000 habitantes. Algo parecido a lo que ahora sucede en Erripagaña, en Iruñerria. Desde el nacimiento del municipio hasta 2010, la alcaldesa fue Ana Urchueguía, que previamente había sido concejal del PSE en Hernani.
Con Urchueguía, que además de alcaldesa fue juntera y senadora en este tiempo, Lasarte-Oria se convirtió en una de las plazas fuertes del PSE en Gipuzkoa. Era una máquina de ganar elecciones.
En las primeras elecciones municipales en Lasarte-Oria, en 1987, el PSE de Urchueguía logró ocho concejales con el 45,49%. Una amplia mayoría frente a los cuatro ediles de EA, los tres de HB, uno de EE y uno del PNV. Estos son los resultados definitivos oficiales después de que se corrigiera el acta de una mesa que inicialmente daba nueve ediles al PSE y tres a EA, lo que suponía una mayoría absoluta de la que Urchueguía no disfrutó en esa primera legislatura.
Esos nueve concejales y la mayoría absoluta de Urchueguía con un porcentaje superior al 45% sí que se lograron en las elecciones de 1991, 1995 y 1999.
La ilegalización de la izquierda abertzale hizo que en 2003 subiera hasta los diez concejales y el 54% de los votos. Mayoría absolutísima, que perdió en 2007, cuando ya se hablaba del «caso Somoto». Perdió pero ganó las elecciones con ocho concejales y un 40% de los votos frente a tres concejales de ANV, dos del PNV, uno de la plataforma local PCLO, uno del PP, uno de Ezker Batua y otro de EA.
Siguió gobernando hasta 2010, cuando dimitió por el «caso Somoto», pero el entonces lehendakari Patxi López la nombró delegada de Lakua en Chile y Perú, uno de esos cargos que el nacionalismo español tanto denosta pero que vienen bien en estas ocasiones. Hasta 2013.
En 2011, el PSE, ya sin Urchueguía, también ganó las elecciones con siete ediles (35%), pero un acuerdo entre Bildu, el PNV y la PCLO convirtió en alcalde a Pablo Barrio, de Bildu, con un mensaje de sacar a la luz la gestión de tantos años.
Mando en plaza
Resumiendo, Ana Urchueguía mandaba. Y mandaba mucho. Tanto en el Ayuntamiento de Lasarte-Oria como en el PSE de Gipuzkoa. Y siempre con un estilo personalista que le avalaba el ganar una elección tras otra. Roberto Jiménez, quien en vísperas del agostazo dijo aquello de «el PSN soy yo», era un aficionado al lado de Urchueguía.
Este estilo personal de gobernar marcó también el hermanamiento con el municipio nicaragüense de Somoto que comenzó en 1997. Urchueguía decidía qué y cómo se hacía. Por encima de comisiones municipales o de foros abiertos a la ciudadanía aunque sean meramente consultivos. Ahora puede parecer extraño, pero así era. Urchueguía decidía. Y punto en boca.
La manera personalista de dirigir el Ayuntamiento de Lasarte-Oria queda reflejada en un vídeo que acaba de tener una nueva vida en las redes sociales. En él, Urchueguía se atribuye personalmente la entrega de una serie de ayudas que se entregaban en Somoto. Según su relato, ella había vendido bolsos, ella había organizado eventos para recaudar dinero, ella...
Por tanto, era lógico que ella, la doña, fuera la que repartiera personalmente a los beneficiarios la ayuda que ella había recolectado con tanto esfuerzo.
Sin aceptar la crítica
En ese vídeo aparece claramente otro de los rasgos de las personalidad de Urchueguía: la incapacidad de aceptar la más mínima crítica a su gestión. Quizás sea la consecuencia de tanta mayoría absoluta, pero la frase «Roma no paga traidores» mostraba un carácter capaz de descabezar a quien osara cuestionarle lo más mínimo.
Para ello, Urchueguía no dudaba a la hora de presentarse como víctima de los ataques de la izquierda abertzale e incluso de ETA. Si le criticaban era porque era una alcaldesa «no nacionalista» y había una estrategia para desacreditarla.
Urchueguía fue uno de los testigos que compareció en la vista del Tribunal Supremo español para la ilegalización de Batasuna. Cumplió su papel de víctima. Declaró que la izquierda abertzale organizó que le insultaran e incluso agredieran en el txupinazo de inicio de fiestas. Su testimonio, junto al de Alfonso Alonso, quien fuera alcalde de Gasteiz, diciendo aquello de «hasta los niños de pecho saben que Batasuna es ETA», porque en una bajada de Celedón le dieron un huevazo, fueron las bases para que el Supremo diera por sentado que existía una estrategia de la izquierda abertzale para «el hostigamiento de representantes de partidos nacionalistas».
Eso y que en Lasarte se organizase una manifestación contra «el montaje político y mediático» organizado por Urchuegía, según recoge la sentencia del Supremo.
Una gestión de otra época
Lo cierto es que la forma de gestionar de Urchueguía aparece algo como propio de otros tiempos. Pablo Barrio, quien fuera alcalde de Lasarte-Oria por EH Bildu y que se personó como acusación particular en el «caso Somoto», ha señalado en NAIZ Irratia que la asunción por parte de Urchueguía de los delitos cometidos debería servir para cerrar una ciclo marcado por la falta de control del dinero público.
También el PSE parece estar en esta posición. Tras destacar que Urchueguía no se apropió de dinero público, la ha apartado de su afiliación y proclama que dotará al Ayuntamiento de «herramientas para que estas irregularidades no se vuelvan a producir».