La Iruñea de 1937 es el marco en el que se desarrolla la investigación que intentará encontrar el diario del general Mola, desaparecido del Cuartel General de los sublevados en Gasteiz tan solo treinta minutos después de conocerse en ese lugar la muerte del general golpista al estrellarse el avión en el que viajaba a Burgos.
Ese misterio es el detonante de la última novela de Pello Guerra, redactor de NAIZ y GARA, que ha publicado otros siete títulos en los que recrea la historia de Nafarroa en diferentes épocas, especialmente la conquista sufrida por el reino pirenaico a partir de 1512, a la que ha dedicado una tetralogía.
Según ha explicado en la presentación ante los medios realizada este lunes, el origen de su octava obra fue un encargo para realizar un ensayo sobre lugares de memoria de la Guerra del 36. Al documentarse para ese trabajo, dio con el sorprendente dato de la desaparición del diario de Mola.
Intrigado, empezó a tirar del hilo sobre esa cuestión mientras seguía recabando información para los lugares de memoria, hasta que «en esta particular ‘guerra civil’, terminó imponiéndose la novela al ensayo», ha señalado el escritor. Y de esta manera ha terminado viendo la luz ‘El diario de Mola’, publicada por la editorial Pamiela.
A partir de los citados hechos históricos, Guerra ha introducido una variante de ficción que consiste en que Mola en realidad llevaba dos diarios y que el segundo, más amplio y detallado, se encontraba en el Gobierno Militar de Iruñea. Este también ha desaparecido y la viuda del general, Consuelo Bascón, quiere recuperarlo a toda costa, ya que «considera que Mola no ha muerto en un accidente, como sostiene la versión oficial, sino que ha sido víctima de un complot de sus propios compañeros de armas», en vista de los extraños sucesos ocurridos los días previos a la muerte del general.
Además, la viuda de Mola piensa que la información que contiene el diario «le puede proteger a ella y sus cuatro hijos; puede ser una especie de salvoconducto», ha explicado.
Para intentar localizarlo, busca ayuda en una persona de la máxima confianza de Mola en Iruñea y con poder suficiente para conseguirlo. Con ese perfil, el candidato idóneo es Raimundo García, más conocido como ‘Garcilaso’, el director de ‘Diario de Navarra’.
Bascón sabe que el periodista ha colaborado muy activamente con Mola para ejecutar el llamado Alzamiento, siendo una pieza clave para conseguir que el carlismo se sumara a la sublevación militar, y decide recurrir a él.
Garcilaso «recoge el guante que le lanza la viuda de Mola y crea un pequeño equipo con un carlista y un falangista para encontrar el desaparecido diario», ha señalado el autor. Y lo hace «por ayudar a la esposa de su admirado general, pero también porque en ese diario puede haber información comprometida para los instigadores del terror desatado en Navarra por los sublevados y que se terminó traduciendo en el fusilamiento de más de 3.000 personas».
Las dos caras de la ciudad
A partir de estos mimbres, Guerra ofrece «las dos caras» de la Iruñea de 1937. En una de ellas, están «los militares, los carlistas y los falangistas, que controlan la ciudad y entre los que existen tensiones después de que el Decreto de Unificación haya unido agua con aceite, a dos partidos que solo tienen en común su empeño en acabar con la República».
En la otra cara se encuentran «quienes sufren la represión desatada por los sublevados. En 1937 ya no se producían los fusilamientos masivos del año anterior, pero sigue habiendo ejecuciones y sobre todo muchas personas están encarceladas en lugares como el fuerte de Ezkaba o el menos conocido campo de prisioneros de La Merced». Mientras los hombres están encarcelados, «esposas, madres y hermanas tienen que hacerse cargo de las familias en situaciones dramáticas, siendo también víctimas de la represión franquista y, por si fuera poco, ocupándose de quienes están en prisión».
Además de recopilar información sobre el momento para recrear cómo era esa Iruñea de hace 86 años, Guerra ha recurrido también a testimonios dejados por escrito por personas que conocieron aquella época, como el sacerdote Marino Ayerra, el sindicalista Galo Vierge, que consiguió sobrevivir a la represión, o Félix Maiz, que escribió dos libros sobre Mola tras ser su chófer extraoficial mientras organizaba la sublevación desde Iruñea.
El escritor ha recordado que era una ciudad que se estaba expandiendo hacia el sur con el Segundo Ensanche, aunque su pulso vital se encontraba en Alde Zaharra, con cafés emblemáticos como el Iruña, el Kutz o el Suizo, y que tenía su particular barrio chino en la calle Descalzos, donde se concentraban los prostíbulos. Entre ellos, destacaba la Casa de la Turca, cuya madame «es un auténtico personaje de película, con su coche descapotable y sus dos galgos rusos».
Este es el escenario físico en el que se desarrolla una historia «de corte policial, con tintes de novela negra», que desvela acontecimientos poco conocidos de esa época y que intenta dar «una posible explicación a lo que ocurrió con el peligroso diario de Mola».