​Esta adaptación de la novela de Sandro Veronesi ‘Il colibrì’ sostiene la metáfora tomada de la naturaleza animal que da título a la obra, como manera de definir al protagonista y el sentido de su existencia. El apodo de dicha especie de ave le viene de la infancia, por ser entonces más bien pequeñito. Un símil que se extiende después a su propio modo de ser, ya que si el pájaro busca el néctar de las flores, él quiere extraer el néctar de la vida. Y es que además el colibrí tiene la facultad de poder volar hacia atrás, lo que se aplica a la narración, con saltos en el tiempo adelante y hacia atrás. Una desestructuración temporal que otorga a ‘El colibrí’ (2022) un carácter episódico, con lo que priman los momentos puntuales sobre la visión de conjunto, seguramente porque el devenir de cualquier persona es en realidad una sucesión de vivencias fragmentadas.

Quien se enfrenta al complicado reto de resumir en poco más de dos horas las diferentes etapas de este hombre desde su niñez hasta el final de sus días es la experimentada cineasta italiana Francesca Archibugi, que lleva ya cuatro décadas dirigiendo películas y que, como otros colegas veteranos, ha encontrado un resurgir profesional en los encargos televisivos con las series ‘Un asunto de familia’ (2018) y ‘La Storia’ (2023).

La historia de Marco Carrera (Pierfrancisco Favino) está marcada por sus relaciones familiares y amorosas a lo largo del tiempo. Desde siempre estuvo enamorado de Luisa (Bérénice Bejó), pero se casó con Marina (Kasia Smutniak) y tuvo a su hija Adèle (Benedetta Porcarolli). Asimismo, arrastra el trauma del suicidio de su hermana adolescente, junto con la tensa convivencia entre sus padres. Es el sicólogo de su esposa (Nanni Moretti) el que le ayudará a afrontar los reveses del destino que le van golpeando.