Hasta qué extremos llegó el proceso de depuración que sufrió la enseñanza pública de Nafarroa entre 1936 y 1976, con 33 maestros ejecutados y 407 represaliados, es lo que recoge el libro de investigación realizado por el equipo de expertos integrado por Reyes Berruezo, Juan José Casanova y Francisco Javier Sesma, y que ha publicado el Instituto Navarro de la Memoria.
El trabajo ha sido presentado en rueda de prensa por la consejera de Relaciones Institucionales del Gobierno de Nafarroa, Ana Ollo, y Berruezo. La primera de ellas ha puesto de relieve que este trabajo viene a mostrar el «carácter poliédrico» de la represión desatada por los franquistas en Nafarroa y que, en el caso de la enseñanza, se centró en aquellos maestros que buscaban modernizar la educación y que tuvieron «una influencia nada desdeñable en la sociedad».
Precisamente esa labor fue la que les puso en el punto de mira de esas derechas que promovían la educación católica, frente a la enseñanza pública y laica que se propugnó durante la Segunda República española.
Durante ese periodo, ya se empezó a planificar en Nafarroa una depuración del magisterio más implicado con las tesis republicanas, al que ya se responsabilizaba de los males de la República, con el objetivo de que se considerara como consecuencia lógica que posteriormente fuera castigado y represaliado, según ha explicado Berruezo.
La autora del trabajo ‘El proceso de depuración de la enseñanza pública en Navarra, 1936-1976’, junto a Casanova y Ema, ha añadido que el momento de ajustar cuentas con los impulsores de esa educación llegó nada más comenzar la guerra y se hizo a través de la Junta Superior de Educación.
En fecha tan temprana como agosto de 1936, ese organismo inició la «limpia de elementos que habían tenido un compromiso con la política educadora de la Segunda República», aunque, en realidad, ese proceso afectó a todos los profesores e inspectores, de los que se analizó su «religiosidad, moralidad, filiación política y la prensa que leía».
Los que encajaban con el ideario franquista pudieron seguir ejerciendo su labor, pero a otros se les depuró aplicándoles alguno de los 20 castigos que se les podían aplicar, siendo el más duro ser apartados de la docencia, aunque también se contemplaban fórmulas como el traslado de localidad.
Represión «más dura y menos garantista»
La depuración ejercida en Nafarroa fue «más dura y menos garantista» que en el resto de zonas que habían quedado bajo control de los sublevados, ya que se publicaban las sanciones sin que las personas afectadas llegaran a tener la posibilidad de defenderse. Más adelante fue cuando llegaron los recursos, un proceso que se iba a dilatar durante décadas y que no se llegó a cerrar hasta 1976 con el final de la dictadura, es decir, se prolongó durante cuarenta años.
Fue un proceso de depuración que se caracterizó por «la poca piedad que la Junta tuvo con los acusados», muchos de los cuales, al ser apartados de la docencia, se vieron instalados en la «precariedad económica absoluta», ya que se les impedía trabajar como maestros.
Como ha condensado Berruezo, fue como si la Junta Superior de Educación «hubiera salido al frente. Apartó de la docencia a todos los maestros republicanos, descapitalizó el instituto de Pamplona y la inspección, consiguió una sangría en el magisterio y provocó mucho dolor»
De tal manera que a los 33 profesores que fueron directamente ejecutados, se sumaron 407 personas de este ámbito represaliadas, de las que 369 fueron sancionadas, por lo que se puede dar una cifra de un 30% de la plantilla afectada por esa represión, aunque de aquellos maestros que tenían plaza, ya que no se conoce con exactitud cuántos interinos había entonces.
De esas 407 personas se ha hecho un trabajo especialmente exhaustivo que se puede consultar en detalle a través de un código QR que incorpora el libro y que permite acceder a la ficha con unas aproximaciones biográficas a los profesores de instituto, inspectores y profesores de la Escuela Normal –como era conocida entonces– sancionados y que forma parte de las bases de datos de Oroibidea.
Así se ha buscado «rescatar a los acusados, reivindicar a esas personas y sus vidas», ya que durante décadas «cayó el silencio» sobre esta cuestión. Algo que quiere romper este trabajo y que, en el terreno de las biografías, cuenta con una «parte abierta», ya que Berruezo ha animado a las familias de esos represaliados a completarla si disponen de algún tipo de documentación al respecto.