Iñaki  Iriondo
Cronista político
Entrevista
Teresa Whitfield
Autora del libro ‘ETA: el desenlace’

«Queda el trabajo de memoria, convivencia y justicia restaurativa»

Teresa Whitfield, con más de treinta años de experiencia trabajando y escribiendo sobre resolución de conflictos y consolidación de la paz, ha investigado en profundidad el caso vasco.

Teresa Whitfield.
Teresa Whitfield. (Raul BOGAJO | FOKU)

Usted es británica y vive en Estados Unidos ¿Por qué se fijó en el caso vasco?
Por curiosidad. Yo había trabajado antes en conflictos escribiendo y a veces apoyando esfuerzos para mediación, en conflictos más clásicos de insurgencia. No tenía experiencia en conflictos de identidad. Como alguien que conocía España pero no el País Vasco, simplemente no podía entender por qué todavía ETA estaba activa después de tantas décadas. Había sido consciente de los esfuerzos de Zapatero al principio de su primer mandato y luego me di cuenta de toda la información que GARA y otros publicaron después del fracaso del proceso en 2007. Simplemente pensaba que iba a escribir un artículo sobre por qué había fracasado ese esfuerzo. Empezó desde ahí.

 

¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
Difícil decir. En el verano de 2009, cuando estuve aquí y me di cuenta de que las cosas estaban cambiando, hablé con Otegi, hablé con otra gente y entendí que no era solamente lo que había pasado. Me llamó la atención en 2008 que la gente estaba en la perspectiva de que eso iba a durar para siempre y que mantener la capacidad de matar una o dos personas al año no era difícil. La gente realmente pensaba que eso era lo que iba a pasar, que no había esperanza.

Pero una cosa de la que me di cuenta desde el principio es que para realmente entender lo que estaba pasando en esa última fase y explicarlo e intentar extraer las lecciones de este proceso para otros tenía que hacer mucha historia.

Tenía que leer mucho, tenía que hablar con mucha gente, tenía que volver al principio. En parte porque veía que toda la historia de ETA y lo que había pasado en los años de la transición fue como un intento constante de llegar a un fin. Había un montón de procesos, había mucha gente que había salido de ETA, había mucha sensibilidad alrededor del tema del diálogo con ETA, había un montón de intentos de hablar con ETA. Entonces vi que era una historia larga pero integral y había que entender eso.

 

¿Ayuda venir de fuera a ver las cosas de otra manera que cuando se vive el conflicto desde dentro?
Sí, claro. Está la desventaja de la falta de vivencia pero la ventaja es obvia: llegando de fuera, sin perfil aquí y trabajando con mucha discreción, yo pude hablar con todos o con casi todos. Hablé con mucha gente y lo contrasté en todos los ámbitos. Otra ventaja quizás es que no publiqué nada mientras escribía el libro. Volvía a Euskal Herria con una cierta regularidad. Durante unos días o todo el mes de julio durante tres o cuatro años. Mantuve un contacto constante con lo que estaba pasando.

 

En la primera página del prólogo, califica a Josu Urrutikoetxea como «figura histórica». Eso escrito desde aquí hubiera dado lugar a la inquisición.
Lo puse en un sentido descriptivo que no tiene valoración positiva o negativa.

 

Es una de las características de su libro: definir en lugar de juzgar.
Eso es lo que intenté. Los hechos ya son de por sí impactantes. Al final hay un éxito de llegar a un País Vasco sin violencia y con otros retos, pero también hay una historia larga de tristeza y sufrimiento, de fracaso que duró demasiado tiempo.

Creo interesante la declaración del 18 de octubre de Otegi en 2021 cuando dice a las víctimas, «sentimos su dolor, y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido, a nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo. Debíamos haber logrado llegar antes a Aiete».

Hubo muchos hitos, la muerte de Franco, Txiberta, el fin de los polimilis, Argel, Lizarra-Garazi. En todos se podía haber acabado la violencia.

 

José Luis Rodríguez Zapatero defendía hace unos días su protagonismo en el fin de ETA, lo que aparece también recogido en su libro.
Sí, yo creo que lo que hicieron Zapatero y Rubalcaba fue aprovechar del momento, que había empezado muy escondido aquí con las conversaciones entre Eguiguren y Otegi. Hay que reseñar el coraje de Eguiguren, que a veces queda un poco olvidado. Zapatero adoptó un riesgo muy grande y creo que tiene razón. Escuché la entrevista también, aunque no estoy de acuerdo con todo lo que dijo, pero no iré por ahí.

 

En esa misma entrevista, el periodista Carlos Herrera se lo niega y se asegura que quien venció a ETA fueron las FSE y la sociedad.
En todos los contextos para terminar con la violencia, para llevar un conflicto a los carriles políticos, hay una multiplicidad de factores. Zapatero fue muy audaz y merece mucho mérito por eso, pero era una combinación de fuerzas, nunca es una sola. En este caso había la fuerza de la campaña antiterrorista, la presión de la policía aquí y en Francia, toda la parte judicial, la persecución, la ley de partidos, la oposición y la movilización de la sociedad civil vasca.

Para aprovechar el momento, Zapatero necesitó coraje de su parte. Hay que acordarse de lo que pasó con las movilizaciones en contra de él, la crispación, las relaciones muy complicadas del PP. Pero además de los factores externos está lo que pasó dentro de ETA y Batasuna, el cambio en los años de la izquierda abertzale. Hubo un factor muy importante: que después de la bomba de Barajas, Zapatero decide mantener los contactos. Y también la izquierda abertzale mantiene el hilo, pese a la represión y los encarcelamientos. Aquello no estaba totalmente muerto, como vimos después.

 

¿Y cuando Rajoy sustituye a Zapatero?
Eso fue otra cosa. Zapatero destacó que Rajoy estaba informado de lo que estaba pasando y no lo bloqueó. Su respuesta a Aiete al principio no fue totalmente negativa, dejó hacer. Pero cuando llegó al poder no le dio continuidad.

 

¿En otros conflictos se produce la situación de que una organización armada deje la actividad, quiera disolverse y esté esperando a que llegue alguien del gobierno?
Es totalmente insólito. No he encontrado ningún ejemplo ni siquiera si hablamos de una organización meramente terrorista. Pero Mariano Rajoy y el PP no aceptan que esto fuera un conflicto político y, por tanto, no se trata de resolverlo, sino de derrotar al terrorismo. Son cosas muy distintas.

 

En su libro recoge que la derecha mantiene que «España había perdido la paz» y autores teorizan sobre «La derrota del vencedor».
Es muy llamativo el uso del lenguaje, que todo tiene que ser en términos de vencidos y vencedores. Cuando hay un proceso de transformación de una situación de violencia hacia una sin violencia hay que pensar bien y orientarlo hacia el futuro. En una entrevista con Alfredo Pérez Rubalcaba, ya me comentó que para mucha gente era más fácil lanzar campañas contra el terrorismo de ETA que admitir que detrás de ETA había un apoyo político, un sector que era parte de la realidad social, cultural y política del País Vasco. Aun con las críticas hacia la violencia había un sector de la izquierda que era una realidad.

 

La derecha insiste en que ETA sigue existiendo.
Es parte de su política de llamar a todo ETA, pero es una manipulación muy evidente. Tiene sus usos políticos más en España que aquí, donde este tipo de retórica no se recoge y la gente está en la realidad. Hemos visto un cambio muy notable en la postura del PSOE que ha defendido bastante fuertemente la participación política de Sortu y de Bildu.

Aún hay una exigencia de más sensibilidad hacia las víctimas, pero hay un reconocimiento de que ante la disyuntiva de bombas o votos de Rubalcaba la opción fue votos y así está funcionando.

Claro que todo eso es mucho más complicado por el hecho de que EH Bildu, como formación política, ha tenido mucho éxito.

Yo creo que parte de la manipulación del tema de ETA está relacionada evidentemente con el hecho de que Bildu está muy fuerte. Por eso la sensación de que han perdido, cuando es la sociedad vasca, la sociedad española y el sistema democrático el que ha ganado y se ha beneficiado por el fin de ETA.

 

El libro termina con una enumeración de asuntos pendientes y conclusiones. Dígame uno de ellos.
El trabajo constante hacia la convivencia. Lo hemos visto recientemente con el lío sobre las listas del Bildu. Evidentemente hay muchas cosas. Euskal Herria es casi un laboratorio de muchas cosas, y una de esas cosas es toda la cuestión de convivencia. El trabajo de memoria, el trabajo de convivencia, el trabajo de justicia restaurativa. Hay un montón de esfuerzos, hay organizaciones oficiales, no oficiales, hay contactos personales, hay diálogos, hay muchas cosas pasando y es muy positivo. Pero también llegar a una convivencia sobre el pasado, va a ser un trabajo de muchos años.

 

¿Y una conclusión?
Que aún en condiciones en que parece que la violencia va a existir para siempre, se puede llegar a acabar con ella. Hay cosas que son posibles, aún en un caso muy excepcional, que no fue un proceso de paz convencional, que no había involucramiento de la comunidad internacional en un sentido formal de estados, de organizaciones, de grupos, pero sí tuvo un apoyo internacional muy innovativo y creativo. Aún en las circunstancias más difíciles, sí se puede llegar de la violencia a la paz.