Txente Rekondo

Conato de rebelión en Rusia: los deseos y la realidad

Hemos asistido a un motín, más que a un golpe o sublevación. El devenir de los acontecimientos ha sido motivo de sorpresa para el propio Prigozhin, de alarma para Putin y de júbilo inicial para Occidente. Pero, ante la ausencia de evidencias, ha imperado la especulación.

El presidente ruso, Vladimir Putin, atiende a un asesor en el viaje a Daguestán.
El presidente ruso, Vladimir Putin, atiende a un asesor en el viaje a Daguestán. (Gavril GIGOROV | AFP)

Desde primavera se han sucedido las salidas de tono y amenazas de Yevgeni Prigozhin. Envalentonado tal vez por sus éxitos militares, el líder de Wagner se lanzó a un movimiento basado en cálculos erróneos y, finalmente, a un acto desesperado.

La realidad virtual ha caído en poco tiempo. Prigozhin llevaba tiempo sin tener contacto con Vladimir Putin, y aun así, creía contar con su apoyo. También presumía de contar con amigos muy influyentes en el Kremlin. Sin embargo, cuando fue percibiendo que cada vez eran más las voces en su contra, y que el presidente ruso seguía sin recibirle, buscó llamar la atención, consciente de que estaba perdiendo su pulso con el Estado.
Durante el motín y las posteriores conversaciones/negociaciones buscará definir el papel y la financiación de la empresa (Wagner) y la seguridad para él y su familia.

Prigozhin perseguía objetivos limitados y no era consciente de las implicaciones del motín. La ausencia de apoyos será clave, tanto de una movilización popular como de  la complicidad de las élites (clara diferencia con la marcha fascista de Mussolini). Ni la élite, ni la jerarquía militar, ni los altos cargos de la administración le han apoyado. Tampoco, y a pesar de sus diferencias, las  ramas de los poderosos servicios de seguridad.

El problema de Prigozhin era estar exigiendo la abdicación de su rey, y no tiene sentido hacer un movimiento audaz para sorprender a tus oponentes si no tienes idea de qué hacer a continuación.

La figura de Prigozhin

Los primeros pasos en el mundo de la delincuencia en San Petersburgo van a marcar el futuro de Prigozhin. En una de las bandas llegó a conocer a personajes que posteriormente serían influyentes. Sin embargo, éstos tenían claro que para mantener sus actividades ilegales era necesario sacrificar de vez en cuando a algún peón. Fue su caso. Condenado a 13 años de cárcel, tras ser puesto en libertad sus anteriores «jefes» le ayudarán a abrir un restaurante.

Prigozhin cometerá otro error, al confundir amigos con conocidos. Serán conocidos, pero nunca aliados. Ahora todos le dan la espalda o le condenan. Cada vez eran más los que le tenían ganas a Prigozhin, pero era útil y no era factible enfrentarse a él de manera abierta. Sin embargo, el contexto del conflicto armado puede llevar a perder el sentido de la proporción y la realidad. Esta muestra que Prigozhin ha ido demasiado lejos y está condenado.

Una herramienta llamada Wagner

Quedan muchos interrogantes sobre el futuro de esta empresa de seguridad privada, «de mercenarios» en la prensa  occidental.

Muchas veces se la pretende ligar a una realidad marginal y delictiva (una banda armada de expresidiarios). Es cierto que buena parte de sus filas se han nutrido de prisioneros, pero el perfil típico de un comandante Wagner sería un oficial capacitado con experiencia militar relevante, apartado de las fuerzas regulares por delitos o mala conducta, pero que tiene una segunda oportunidad en Wagner. Son antiguos miembros del ejército, de las fuerzas especiales u oficiales de inteligencia.

En el caso de un derrocamiento de Putin, a día de hoy no existe una oposición aceptable a ojos de Occidente para un cambio de régimen. Y de haberla sería la gran alianza de fuerzas ultranacionalistas que anhelan la «Gran Rusia».

Todavía no se conocen los términos del acuerdo, y lo más seguro es que los altos mandos del ejército querrán hacer cumplir la demanda del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, para que todas las compañías militares privadas, y son muchas además de Wagner, estén bajo el mando del Ejército antes del 1 de julio con  contratos con el Ministerio.

El inminente final de Wagner puede satisfacer a muchos en el poder. Se había vuelto excesivamente protagonista e incluso contra el Estado, intolerable en guerra. Después de Bajmut , el peso de  Wagner ha disminuido. Y no era tan independiente o autónomo. Probablemente su papel en las misiones en el extranjero tendrá su peso en la balanza final, y podría disolverse en su totalidad o ser absorbido.

La respuesta de Putin

Para algunos el motín habría pillado a contrapié al mandatario ruso, y su respuesta daría muestras de debilidad. Otros señalan que su respuesta comedida obedecería  a dos importantes retos de materializarse un ataque militar contra la columna de Wagner: la protección de la población civil y la respuesta de la tropa ante la tesitura de disparar contra otros rusos. Putin entendió que la mejor fórmula para desarmar el motín era aislar físicamente a Prigozhin, cortarle sus recursos y mediante negociaciones lograr su rendición.

El presidente ruso se ha mantenido fiel a su estilo, controlando el tempus y aplicando la política de «divide y vencerás» que tantos resultados le ha dado en el pasado.

El futuro de Rusia y sus protagonistas seguirán siendo objeto de especulación. Una de las obsesiones occidentales es un cambio de régimen en Rusia. Tras el motín, se ha sucedido una tormenta de comentarios editoriales y en las redes sociales presagiando su destitución. Sin sustento. Putin sigue contando con el apoyo de buena parte de la población rusa, que lo ve como un presidente que no cede ante las amenazas (ni de Occidente ni de Prigozhin). Es consciente de los desafíos que se le pueden plantear, y su apuesta por la negociación en este caso juega también a su favor.

Ni la élite, ni la jerarquía militar, ni los altos cargos de la administración han apoyado a Prigozhin. Ni, a pesar de sus diferencias, las ramas de los poderosos servicios de seguridad.

 En el hipotético caso de un derrocamiento de Putin, Occidente se encontrará con otro problema. A día de hoy no existe una oposición aceptable para un cambio de régimen. Y de haberla sería la gran alianza de diferentes fuerzas ultranacionalistas que anhelan la llamada «Gran Rusia». Una alianza entre el Partido Liberal-Demócrata, el eurasianista Alexander Dugin, populares rostros de la televisión y algunos medios de comunicación, sectores de la iglesia ortodoxa y partidarios del neozarismo, así como ex-militares alejados del poder.

Lo que mantiene unida a esta variopinta coalición es una idea, que Rusia debe derrotar a Ucrania a cualquier precio, y que la guerra solo puede terminar con la victoria en las fronteras occidentales de la antigua Unión Soviética.

Todavía quedan otros flecos

¿Qué ocurrirá con Shoigu y el jefe del Estado Mayor, Valeri Gerasimov? Muchos señalan que son detestados por buena parte del Ejército ruso.

También habrá que seguir de cerca las diferencias internas, que existen, sobre todo entre los diferentes sectores de poder del engranaje institucional ruso. Parte de las élites podrían aprovechar la supuesta debilidad de Putin para socavar su liderazgo, pero a medio o corto plazo la correa del poder sigue en sus manos.

La mayoría de la población rusa sostiene que el actual conflicto en Ucrania es una guerra entre la Federación Rusa y la OTAN y que el objetivo occidental es forzar un cambio de régimen en Rusia y, potencialmente, fragmentar la propia Federación, aprovechando su diversidad étnica o religiosa y su amplitud geográfica.

A corto plazo el motín ha durado poco para revertir el curso del conflicto en Ucrania. A largo plazo algunos esperan que se produzca la tormenta perfecta, nuevos motines, avances ucranianos sobre el terreno, y ataques en Rusia para desestabilizar la situación. De momento estas lecturas son especulaciones o deseos.

Mientras algunos se aferran a la historia, esperando-deseando otro golpe al estilo Kornilov, en el que «el motín fracasa, el régimen se mantiene durante meses, pero se vuelve cada vez más disfuncional y finalmente cae», la realidad parece ir por otro lado.