La paradoja entre resultados y mandato
Un gran poder implica una gran responsabilidad, dicen. En elecciones ese poder deviene del equilibrio entre los resultados particulares y el mandato democrático general. Los resultados del domingo son endiablados, pero el mandato en las sociedades vasca y catalana es estable.
A veces, se suele reducir el resultado de unas elecciones a la aritmética, a si los números dan o no dan para lograr las mayorías necesarias para formar gobierno. Esto se está llevando al paroxismo estos días con cálculos groseros que incluían al PNV en el bloque del PP y Vox, junto a UPN. Otro ejemplo: durante la noche electoral, en ETB1, jugando con el pactómetro hicieron el ejercicio de sumar Junts al bloque ultraderechista.
Junto con el número de escaños, los porcentajes y si se han ganado o perdido votos, el elemento político central de unas elecciones es el mandato popular. Existe un mandato o sentido general en cada comicio, donde se deben ponderar, entre otras cuestiones, para qué instituciones eran las elecciones, los equilibrios de poder que han surgido de las urnas, el estado de los liderazgos y los debates que han marcado la campaña. Por ejemplo, si se fuerza el plano plebiscitario de unos comicios, luego se ha de aceptar el resultado en esa misma clave.
El mandato particular de una fuerza política en unas elecciones estará marcado sobre todo por el éxito de su oferta, por el apoyo logrado tanto por sí misma como en relación a sus posibles aliados y a sus adversarios.
Dialéctica
Mandato no es solo lo que un partido propone, sino la dialéctica con lo que el electorado le responde. Debe ser, además, pertinente con lo que se está decidiendo en cada ocasión. No tiene el mismo sentido «frenar el fascismo» en la elección del delegado de clase de un instituto que en los comicios del 23J. Por mucho que «frenar el fascismo» siempre sea lo correcto.
Si se obtienen unos buenos resultados, el sentido general y el particular serán más coherentes y fáciles de casar. Las explicaciones de sus líderes serán fácilmente entendibles para la mayoría de la sociedad, incluso para quienes no les hayan votado.
En ese momento vital se encuentra desde hace un tiempo EH Bildu, que está logrando mejorar resultados en comicios tan dispares como municipales y estatales, casando oferta política y sentido democrático.
En el lado opuesto, si se baja en votos, en porcentaje y en escaños, habrá que poner más atención al mensaje que ha lanzado la ciudadanía a través de las urnas. Se pueden buscar factores coyunturales, pero habrá que analizar el porqué de la brecha entre la oferta política que uno lanza y lo que recibe de vuelta. Se habrá de escuchar a quien te vota y a quien ha dejado de hacerlo.
Esa escucha le está resultando tortuosa al PNV. Bien porque no atiende, bien porque no le gusta lo que le llega. Estaba prevenido de sus problemas –conservadurismo, amiguismo…– gracias a un proceso de «escucha activa». Precisamente, ‘Entzunez Eraiki’ estaba enfocado a mejorar su conexión con la sociedad de cara a este ciclo electoral.
Tras los comicios de mayo aún aceptaron que debían escuchar mejor, pero no hicieron nada. Bueno, sí, pactar con PSE y PP para no ceder poder a EH Bildu. El domingo, pese a haber perdido 100.000 votos, porcentaje y posición, se felicitaron por los resultados.
Paradojas
Unos muy buenos resultados pueden ser poco fértiles si la aritmética y el mandato general los anulan. Le sucedió a Amaiur, porque en 2011 los mandatos democráticos en Euskal Herria y en el Estado eran aún más divergentes.
También puede suceder lo contrario, que unos malos resultados particulares resulten determinantes gracias a la aritmética y al sentido general. Eso le ha sucedido al independentismo catalán el 23J. En particular a Junts, que tiene una gran responsabilidad para alinear resultados y mandato.
Es difícil saber qué harán. En perspectiva, creo que cuando mejor han hecho política los líderes independentistas ha sido cuando han entendido el mandato democrático de su sociedad en su conjunto y han sabido colocar y defender sus intereses legítimos en ese juego político a diferentes bandas. Cuando la conversación pública era con su ciudadanía, ni entre las estructuras partidarias ni en respuesta a las estructuras de poder estatales. La represión genera una gran distorsión en los debates y en los discursos, sin duda.
Los mandatos no son inmanentes, evolucionan a la par que las luchas históricas. Dependen de los aciertos propios tanto como de los errores ajenos, y viceversa. Y están sujetos a tendencias y coyunturas internacionales.
Igual que sucede en Euskal Herria, aunque con diferentes bases y perspectivas, las constantes de ese mandato en Catalunya son un carácter soberano y progresista. Hay momentos en lo que eso se articula como freno al totalitarismo y otros en los que se formula como alternativa inde- pendentista. A veces, ambas cosas pueden ser sinónimos, pero todo indica que la mayoría no entiende que eso se dé ahora. Para llegar ahí hace falta una estrategia eficaz.