Xole Aramendi
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Entrevista
Jesús Mansé
Pintor

«Estamos viendo la transformación viciada de la cultura»

No están siendo tiempos fáciles para Jesús Mari Cormán. A la decisión de dar por finalizada su trayectoria artística se unió hace meses el fallecimiento de sus padres. Muestra una treintena de obras de Jesús Mansé, su heterónimo, personaje creado para su línea de producción «más convencional».

Jesús Mansé, junto a sus obras, en la galería Ekain.
Jesús Mansé, junto a sus obras, en la galería Ekain. (Jon URBE | FOKU)

El mar. Las paredes de la galería Ekain huelen a brisa humedecida de salitre, una luz más brillante o más tenue –varía de un cuadro a otro– y el visitante también escucha el rumor de las olas al romperse en alguna de las obras. En otras pinturas la marea está baja y los pies se hunden en la fresca arena en las primeras horas del día. Ventanas abiertas al océano.

Lleva al lienzo imágenes captadas por su cámara fotográfica previamente. El mar tiene absoluta presencia en gran parte de la obra expuesta, aunque el verdadero protagonista es la soledad.

Jesús Mansé nació hace dos décadas. Convivió con Jesús Mari Cormán (Pasaia, 1966) hasta 2022, hasta el día en que este decidió levar anclas y dejar solo a su heterónimo. «Después de 40 años siendo artista, sentía que no tenía sentido seguir insistiendo. Pinté cuadros de 5x2 metros, realmente me desfondé, y la respuesta del público fue de indiferencia, salvo casos concretos. Llegué al punto de ver que no tenía sentido continuar con aquel desfonde emocional, físico y económico».

Considera a Mansé como su «zona de confort». «He intentado crear desde chaval y en el 2000 inicié una nueva firma más convencional, un artefacto literario que me permitió crear un personaje», recuerda.

Durante años no desveló la identidad que se escondía tras Mansé. «Estuve en el armario durante trece años para que él tuviese libertad, para que viviese por sí mismo. Lo recibieron muy bien. El camino que había realizado hasta entonces era comercialmente más complicado. Para mi sorpresa, empezaron a llamar a Mansé de diferentes galerías», señala.  
 
«Un todo»

‘Mar amargo’ está compuesto por 28 piezas. Se trata de cuadros pintados en el último año, algunos realizados ex profeso para Ekain. «Los trabajos que he realizado últimamente pertenecen a un todo», dice. El artista se encuentra inmerso en pleno duelo. «El último año ha sido muy complicado. El 14 de junio falleció mi madre cuando estaba preparando la exposición del Aquaurim –inauguré diez días más tarde– y el 21 de agosto se murió mi padre. Salir de esa avalancha emocional me está costando dios y ayuda. Creo que ahora empiezo a ver la luz –se sincera–. Durante tres meses me resultó imposible que la mano llegara al lienzo para pintar, parecía que tenía cemento en la mano. Pinté los dos últimos cuadros sabiendo que se estaban muriendo mis padres y el cerebro los asociaba. Pero sentí que no podía dejar de hacer lo que hacía habitualmente». Su título, ‘Cómo desaparecer por completo’ refleja el momento en el que «el paisaje es el protagonista por completo, tú desapareces como una china en la arena».

Junto a los paisajes marinos se pueden apreciar algunos óleos –es la técnica utilizada en la muestra–, en la que el pintor ha plasmado diversos recovecos en el monte. «En 2017 expuse en la Casa de Víctor Hugo de Pasajes San Juan. Soy un enamorado de la cultura visual del siglo XIX y también de la literatura. De hecho, la exposición del Aquarium se llamaba ‘Una temporada en el mar de Brontë’, un mar que no existe y hace referencia a las hermanas y hermanos Brontë. Los personajes literarios se habían convertido en lugares idealizados por mí», indica.  

Caminos

«El paisaje más próximo que tengo, los caminos que van del Faro de la Plata hasta Sagues, por Ulia. Esos caminos los estuve recorriendo de forma recurrente, uno tras otro, subiendo a las 7 de la mañana para ver si hacía sol, o antes del anochecer para buscar otras luces en diferentes estaciones. ¿Por qué lo hacía? Porque uno de esos ídolos míos, Víctor Hugo, se había alojado varias noches en San Juan –quise exponer en la casa– y quise recorrer los caminos que hizo él. Llevaba sus cuadernos de notas y pintaba unas aguatintas maravillosas. Hice una serie de cerca de cuarenta obras y aquí se exponen seis», cuenta.

Habla del «hechizo que genera en el espectador estos cuadros tan pequeñitos». Los llama ‘pintura de cámara’. «Están todos hechos en una habitación muy pequeña con luz artificial. Me lleva a ver los grabados que hizo [Caspar David] Friedrich pintando en su estudio. Hay una ventana, un caballete y un paisaje pintado en base a los apuntes tomados en su paseo. Vemos a Friedrich con su personaje mirando a la inmensidad y al final estás viendo este cuadro, en el que el personaje son esos árboles que miran a la inmensidad».

Triple duelo

Cormán tuvo que afrontar tres duelos, el suyo propio, el ligado a la carrera artística de toda una vida, y el de la pérdida de sus progenitores. «Uno no está preparado para eso; haces lo que puedes».

Se cumplen 35 años de su primera muestra individual en París. No descarta que Cormán vuelva a la escena artística. Detrás quedan «numerosas decepciones, un desinterés casi absoluto por lo que haces. Las cosas han cambiado mucho en el mundo del arte, el concepto de las galerías... la gente se ha acostumbrado a ver arte con el dedo gordo, pasando de unas imágenes a otras en el móvil. Tú no puedes ver obras de 5 metros en una pantalla de móvil. No tiene sentido. La dimensión, la textura, el olor de los cuadros, todo esto es importante en el arte. Y minimizarlo a una pantalla de móvil  y pretender decir que has visto una exposición es engañarte a ti mismo con mayúsculas».

Le preguntamos si se traduce en un desinterés de la ciudadanía por la cultura en general. «Yo diría que estamos viendo la transformación viciada de la cultura. Tenemos que reflexionar sobre lo que es la cultura, la educación... y hacer una crítica constructiva sobre cómo son las cosas».

También tiene una destacada producción literaria. Últimamente está centrado en la poesía –tiene publicados una docena de libros–. «Más que nada porque el nivel de intensidad que exige es donde mejor me acomodo. La poesía se escribe a fuerza de chispazos, pequeñas descargas. Mi sueño es escribir una novela, pero exige un grado de energía y continuidad que no estoy seguro de ser capaz».

No es amigo de echar la mirada atrás. «No doy importancia a lo que he hecho. Estuve escribiendo canciones durante veinte años –son muy conocidas algunas letras escritas para Duncan Dhu– pero es como si formaran parte de otra persona que casi no tiene nada que ver conmigo. He expuesto en Arco cinco veces, en Chicago, en Hong Kong... pero vivo el día a día. Me involucro mucho en mis obras mientras las hago, luego no me recreo en ellas», confiesa.