Iñaki  Iriondo
Cronista político

De la ilegalidad y la cárcel al récord de 335.170 votos en unas «generales»

A la hora de analizar los resultados de EH Bildu en las últimas elecciones, con récord de 335.170 votos, hay que tener en cuenta que una parte sustancial de los componentes que integran la formación estuvieron ilegalizados y encarcelados durante una década.

Agentes de la Ertzaintza rompiendo la entrada de la sede de Batasuna en Gasteiz.
Agentes de la Ertzaintza rompiendo la entrada de la sede de Batasuna en Gasteiz. (Jon HERNAEZ | FOKU)

Hace apenas ocho años, el actual coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, estaba en la cárcel por un juicio político después anulado por el Tribunal de Estrasburgo. La semana pasada, tras el recuento de los votos del extranjero, se confirmó que, con 335.170 papeletas, EH Bildu batía el récord de votos de la izquierda independentista en unas elecciones generales.

Hoy abundan en los medios los análisis sobre las razones del triunfo electoral de EH Bildu, con consultas a sociólogos y politólogos, que ofrecen sus opiniones sobre la capacidad que esta fuerza política ha tenido para «leer la realidad», «adaptarse a las nuevas generaciones», «incidir en su faceta más social», «rentabilizar el trabajo realizado en las instituciones, sobre todo en el Congreso», etc.

Pero pocos recuerdan que Bildu nació apenas hace una docena de años, fruto de varias apuestas arriesgadas, y con la Espada de Damocles de la ilegalización pendiendo sobre su cabeza hasta el último momento, cuando con la campaña de las elecciones municipales y forales de 2011 recorriendo ya sus primeras horas se conoció que el Tribunal Constitucional permitía la participación en los comicios de la nueva coalición.

Se trata de una historia seguramente sin parangón en Europa.

Ilegalizados pero no desaparecidos

No se puede olvidar que a partir de agosto de 2002 la actividad política de Batasuna fue primero judicialmente suspendida y después directamente ilegalizada por tribunales españoles. Encarcelaron a decenas de sus dirigentes, cerraron sus sedes e intervinieron sus cuentas para dejarles sin dinero.  

Después persiguieron e ilegalizaron también a cualquier sigla que sospecharan que pudiera dar continuidad a las ideas de la izquierda abertzale e impidieron que concurrieran a las elecciones todo tipo de agrupaciones. Bastaba un informe policial que señalara que cualquier miembro de una lista había participado en una manifestación en defesa de los derechos de los presos –aunque fuera legal– para que la candidatura fuera anulada.

De esta forma unas 40.000 ciudadanas y ciudadanos vascos se vieron privados de su derecho a presentarse a unas elecciones, convirtiéndose en personas contaminadas y contaminantes según la jurisprudencia española.

Este dato es especialmente relevante a la hora de entender el esfuerzo que Bildu tuvo que hacer para confeccionar sus candidaturas en 2011.

A pesar de toda esa persecución y castigo, la izquierda abertzale no desapareció del mapa político. Cada cual puede preguntarse cuántos partidos habrían sobrevivido a una década de represión y encarcelamiento de sus dirigentes, con las sedes clausuradas y con las cuentas corrientes intervenidas.

En esa situación, dirigentes de esa prohibida Batasuna mantuvieron interlocución con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, mientras impulsaban en sus bases un cambio de estrategia definitivo que puso fin a la actividad armada de ETA. Al mismo tiempo, estrechaban relaciones con otros sectores políticos.

El Supremo anuló inicialmente las candidaturas de Bildu, lo que hubiera llevado a EA y Alternatiba a una situación muy complicada y da mayor valor a su apuesta política

La arriesgada apuesta de Eusko Alkartasuna

En aquel tiempo, EA mantenía una coalición casi permanente con el PNV. En vísperas de cada convocatoria electoral amagaban con concurrir en solitario a los comicios, pero al final acababan emparejándose con los jeltzales, lo que no les iba mal, puesto que les garantizaba una presencia institucional que probablemente estaba por encima de su verdadera fuerza social y política.

Pero en 2009 por fin EA da el paso de separarse del PNV, y pasa de haber tenido siete escaños en el Parlamento de Gasteiz a uno solo. Sin embargo, en lugar de iniciar el regreso a la coalición con los jeltzales, y por el impulso de líderes como Unai Ziarreta, Rafa Larreina, Sabin Intxaurraga y Pello Urizar, tomaron el arriesgado camino de sumar esfuerzos con aquella izquierda abertzale todavía ilegal.

El 20 de junio de 2010 ambas partes firmaron en el Palacio Euskalduna de Bilbo y en un acto solemne un acuerdo titulado ‘Lortu arte’ y subtitulado ‘Bases de un acuerdo estratégico entre fuerzas políticas independentistas’.

En 2011, cuando Amaiur obtuvo sus excelentes resultados, no competía con una fuerza como Sumar o Podemos, que llegó a ganar elecciones en la CAV en 2015 y 2016

Alternatiba y Euskal Herria Ezkerretik

Para cuando se firmó el acuerdo ‘Lortu Arte’, la corriente crítica de Ezker Batua Alternatiba Eraikitzen ya se había escindido y convertido en partido. En enero de 2011 firmó con EA y la izquierda abertzale el acuerdo ‘Euskal Herria Ezkerretik’.

Esa fue la base del nacimiento de Bildu como coalición. Pero el Tribunal Supremo anuló inicialmente sus candidaturas, lo que da la medida, por un lado, de los estrechos límites jurídicos de lo que se llama democracia, pero también del valor de los pasos dados por EA y Alternatiba sabiendo a lo que se exponían.

El Tribunal Constitucional revirtió la decisión del Supremo, Bildu se pudo presentar a las elecciones y obtuvo unos excelentes resultados, consiguiendo, por ejemplo, la Diputación de Gipuzkoa y la alcaldía de Donostia.

Aralar se suma y Amaiur logra un primer récord Aralar, que no hay que olvidar que era una escisión de Batasuna, decidió sumarse a las fuerzas de Bildu para concurrir a las elecciones a Cortes de noviembre de 2011 bajo la denominación conjunta de Amaiur.

Esa candidatura obtuvo 334.498 votos y nada menos que 7 diputados. La izquierda independentista no había superado ese número de votos –en este tipo de comicios– hasta el pasado 23 de julio, cuando EH Bildu logró el apoyo de 335.170 electores y electoras.

Y hay que tener en cuenta que EH Bildu obtiene esa cifra con una diferencia cualitativa sustancial con respecto a 2011; entonces no estaba en la competencia electoral una fuerza como Sumar, que llevaba en su interior a Podemos, que llegó a ganar las elecciones en la CAV en 2015 y 2016.

Pasado cercano que pone en valor unos resultados

Por lo tanto, todo lo anterior debe ser tenido en cuenta a la hora de analizar que hoy por hoy EH Bildu se haya convertido en la primera fuerza abertzale del país en las últimas elecciones.

Pero hay otra lección. Que en Euskal Herria hay una base política, social y cultural activa, capaz de sobreponerse a la represión y a los intentos de acabar con ella. A la que le cierras un periódico y saca otro al día siguiente, y si a los cinco años se repite el cierre de otro diario también se repite la salida inmediata a los quioscos de su sucesor. Capaz de mantener viva una organización sin dirigentes públicos ni sedes ni cuentas en los bancos, y convertirla, además, en una apuesta ganadora.