Un dardo contra el mercado y el crecimiento económico en el Olimpo de la ciencia
La revista ‘Nature’ ha publicado hoy un artículo sobre los valores de la naturaleza firmado por el investigador vasco Unai Pascual. Está basado en el informe de Ipbes de 2022 y apunta a la causa de las crisis de biodiversidad y climática: la primacía de visiones cortoplacistas ligadas al mercado.
Pensemos por un momento en la Plaza de la Cruz de Iruñea este verano. O en cualquier punto de Euskal Herria en el que últimamente se hayan talado árboles alegando la necesidad de una infraestructura presentada como crucial. En el caso de la capital navarra es un parking lo que ha motivado una tala que ha puesto en pie de guerra a los vecinos. La radiografía de quienes protestan contra el proyecto del Ayuntamiento de UPN no puede ser más variopinta, desde la joven activista climática y el veterano hippie, a la yuppie con pendientes de perla y los vecinos jubilados de la zona, en general poco sospechosos de animadversión alguna hacia la alcaldesa, Cristina Ibarrola.
La chispa que mueve a cada uno de estos perfiles a sumarse a las protestas contra la tala de los árboles es diferente. La joven activista podría defender la urgencia de los árboles y sus sombras en la adaptación a la emergencia climática, el hippie también defendería esto, pero podría coincidir con la yuppie en que no hay que talar los árboles porque son árboles, seres vivos que como tales tienen derecho a existir, y punto. Por último, los vecinos jubilados podrían, sencillamente, no querer perder el lugar en el que pasearon de novios, criaron a sus hijos y disfrutaron de sus nietos, el lugar que tan buenos recuerdos guarda.
Estos perfiles dan cuenta de los tres tipos de valores específicos –dentro de una tipología de valores más amplia– que los seres humanos solemos otorgar a la naturaleza: el instrumental –el árbol nos sirve, por ejemplo, para dar sombra y bajar la temperatura–, el intrínseco –tiene valor por el mero hecho de existir– y el relacional –tenemos un vínculo con ese árbol, una historia compartida que explica lo que somos y crea identidad y comunidad–.
Son valores que dialogan entre sí, que no excluyen, pero a veces chocan, obligando a negociaciones constantes. Así lo explica el artículo ‘Diverse values of nature for sustainability’ (Diversos valores de la naturaleza para la sostenibilidad), recién publicado por la prestigiosa revista ‘Nature’, el «Olimpo de la ciencia», señala Unai Pascual, investigador Ikerbasque del Basque Centre for Climate Change (BC3) y autor principal del artículo.
El texto está basado en el informe aprobado en julio del año pasado por los 139 países que conforman la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes, por sus siglas en inglés), un extensísimo trabajo de cuatro años de duración, en el que participaron centenares de científicos y que el propio Pascual coordinó.
La toma de decisiones
El objetivo de aquel informe del Ipbes, igual que del artículo ahora publicado en ‘Nature’, no ha sido analizar la crisis de biodiversidad, sino ir directo a su causa principal, a las decisiones humanas que hacen que la Tierra sea un entramado cada vez más pobre, menos complejo y más peligroso para la vida. Es, por cierto, la misma causa detrás de la crisis climática. En resumen, el dominio absoluto de la toma de decisiones por visiones instrumentales, cortoplacistas y monetizables en beneficio del mercado y el crecimiento económico.
Volvamos a la Plaza de la Cruz iruindarra. Esos árboles no tienen ningún valor instrumental, cortoplacista y monetizable. El Ayuntamiento no va a obtener un rendimiento económico mesurable en euros de esa sombra que dan o ese recuerdo que guardan. Sin embargo, el parking es fácilmente cuantificable. Va a dar dinero a la constructora, va a generar empleo durante un tiempo y va a dar beneficios una vez se vendan las plazas. Tendrá, probablemente, un impacto positivo en el PIB municipal, por mucho que sea un sinsentido a la luz de jornadas como las de este miércoles, donde los termómetros rozan los 40 grados en Iruñea.
Es decir, la visión cortoplacista del Ayuntamiento se impone al resto de valores que conviven en un enclave como la plaza de la Cruz. Esto ocurre a nivel global y es por eso que en el artículo publicado este martes sostienen que existe una «crisis de valores», y que esta crisis es, además, la responsable de la doble crisis climática y de biodiversidad.
La publicación en una revista como ‘Nature’ supone para el estudio y las tesis que defiende un doble check. Tras la trabajada aprobación por parte de los Estados miembros del Ipbes, ahora llega el sello de la comunidad científica canónica. Revisado por pares de forma anónima durante un largo año, la publicación supone un aval de gran importancia para un artículo que no aborda por qué se extinguen las especies, sino por qué y cómo se toman las decisiones que amenazan con dicha extinción. No habla de biología, física ni química, sino de economía y otras ciencias sociales, por las cuales se cuelan en este Olimpo de la ciencia pura argumentos contundentes contra el mantra del crecimiento económico y la obsesión por el PIB.
Los autores también proponen reformular conceptos cruciales como el bienestar y el desarrollo, así como observar y reconocer –«sin romantizar», apunta Pascual– las múltiples maneras en las que la gente se relaciona entre sí y entre la naturaleza, poniendo el foco en la fundamental aportación de los Pueblos Indígenas al mantenimiento de la biodiversidad en la Tierra. Leer todo esto en una revista como ‘Nature’ no hubiese sido sencillo hace unos años. «Algo va cambiando y es muy importante que publicaciones de este calibre se abran a planteamientos interdisciplinares como el nuestro», considera Pascual.
Cuatro palancas para el cambio
A Pascual le gusta hablar de palancas para el cambio. De la activación de diferentes resortes capaces de generar reacciones en cadena y cambiar las reglas del juego. En el artículo identifican cuatro de estas palancas. Las dos primeras no parecen demasiado complicadas, se trata de reconocer, primero, e incorporar, después, esos valores diversos en la toma de decisiones en todos los ámbitos. Porque todos esos valores anidan en nosotros, pero mayormente son los instrumentales cortoplacistas marcados por el mercado los que se aplican. Esto no puede seguir así, sostienen.
Volviendo, si quieren, a la Plaza de la Cruz, el Ayuntamiento debería reconocer e incorporar en la toma de decisiones todos estos valores. Por ejemplo, a través de un proceso participativo entre vecinos. Esta es la respuesta simple, pero en el artículo, Pascual y compañía recogen las referencias de los numerosos métodos existentes para medir los diferentes tipos de valores de la naturaleza. El problema no es metodológico, sino de voluntad, apunta Pascual.
La tercera palanca es la reforma de las políticas y marcos institucionales. Es decir, este proceso participativo no debería darse por la protesta de los vecinos, debería estar ya previsto. Estos métodos de medir e incorporar los diversos valores de la naturaleza a la toma de decisiones deberían estar ya institucionalizados y reglados.
La cuarta palanca, la más compleja sin duda alguna, pero igualmente esencial –«hay que activarlas todas, esto no funciona solo con las tres primeras», subraya Pascual–, es el cambio en las normas y usos sociales, de modo que respalden los valores alineados con la sostenibilidad. Hay que cambiar el sistema, por supuesto, pero también hay que cambiar costumbres, preferencias y prioridades.
Más allá de la Plaza de la Cruz, si es cierto que en Iruñea hay un problema con las plazas de aparcamiento, quizá no sea solo porque haya pocos parkings. También puede ser que haya demasiados coches.