Imanol Intziarte

Una mirada a los orígenes cuando se cumplen veinte años de Abordatzea

Nació como evento reivindicativo y con fecha de caducidad, pero fue tal su éxito que se convirtió en icono de Aste Nagusia de Donostia. Este lunes, miles de personas volverán a surcar la bahía en sus balsas para asaltar La Kontxa.

Solo unas decenas de balsas tomaron parte en la edición de 2003.
Solo unas decenas de balsas tomaron parte en la edición de 2003. (Jon URBE | FOKU)

Se tiende a parafrasear a Gardel con eso de que veinte años no son nada, pero vaya si lo son. Hace dos décadas, colectivos vecinales, juveniles y algunos hosteleros de Donostia se juntaron para idear una forma de llamar la atención y tratar de abrir un debate sobre el modelo festivo de Aste Nagusia. Una alternativa a un programa oficial que, a su entender, otorgaba a la población local el papel de espectadora.

Y así nació Abordatzea. Coincidiendo con este cumpleaños, tiramos de memoria con Jon Markel Ormazabal, entonces uno de los impulsores de este evento y ahora concejal de EH Bildu. «Me gusta ver los fuegos, me gusta comer helados, pero no me digas que eso es participación. Teníamos claro que no íbamos a pedir permiso a nadie para celebrar una fiesta popular, y además sabíamos que si pedíamos permiso, nos lo iban a negar», recuerda.

En esos encuentros se decidió que el escenario fuera el agua. Primero, porque es «un elemento diferencial: Donostia es la única capital junto al mar. Nos salíamos del típico modelo reivindicativo de ‘manifa’ o concentración». Y segundo, el puerto y la bahía eran una especie de «limbo jurídico, ni ellos mismos –Gobierno español, Lakua o Ayuntamiento– sabían muy bien quién nos tenía que prohibir la movida. Y así ubicábamos el debate en La Kontxa, el centro del ‘marco incomparable’».

El plan inicial era dejar de organizar este evento reivindicativo cuando se ofreciera a estos colectivos un espacio festivo alternativo similar al que disfrutan las comparsas de Bilbo, pero fue tal su inesperado éxito que pasó lo contrario. De ese modo, al cabo de ocho años, la cesión de dicho espacio, que fue bautizado como La Flamenka y está ubicado en el puerto, se negoció con el Gobierno municipal de Odón Elorza junto a la incorporación de Abordatzea al programa oficial.

«El Abordaje era nuestro cañón, lo guardaremos cuando nos dejéis organizar nuestra fiesta. Si el alcalde quiere negociar para que lo dejemos de hacer, le pediremos un ‘txozna-gune’. Pero nos dimos cuenta de que el Abordaje era la fiesta, y el alcalde también entendió que era el evento en el que más gente tomaba parte activa», apunta Ormazabal.

La filosofía del «háztelo tú mismo»

«Ofrecer a la gente, a mitad de agosto, un evento en el que disfrutar en el mar» supuso sin duda buena parte de la fórmula del éxito. A ello se añade que participar supone pensar desde tiempo antes en cómo construir la embarcación, conseguir los materiales… y que cuando acaba una edición, ya se está pensando en cómo mejorar para la siguiente. Háztelo tú mismo, monta tu barco y móntate la fiesta», resume.

El ahora edil destaca que, a pesar de haberse integrado este acto en el programa oficial, Donostiako Piratak tiene completa autonomía y responsabilidad sobre su organización.

De aquella primera edición queda también el recuerdo sobre la retirada de los restos de las embarcaciones. «Llegamos a la playa, seríamos unas treinta balsas, y fuimos amontonando todo en una esquina. Justo andaba por allí un agente de la Policía Municipal, y le pedimos que avisara para que lo recogieran».

«Volvió a los cinco minutos, diciendo que había hablado con el concejal, que el Ayuntamiento no se hacía cargo y que además alguno de nosotros tenía que identificarse. Nos juntamos para pensar qué hacer y decidimos llevar todos los restos de las balsas hasta la puerta del Ayuntamiento y dejarlos allí, a modo de protesta. Al año siguiente se apuntó mucha más gente y ya no hubo ningún problema».