Igor Fernández
Psicólogo
DESDE LA BUTACA

Un hombre perfecto

Fotograma de la película ‘Perfect Days’.
Fotograma de la película ‘Perfect Days’. (ZINEMALDIA)

Es el juego de sombras y luces que se produce cuando el sol atraviesa las hojas de los árboles (Komorebi en japonés), ese patrón único en cada segundo, ‘irrepetido’ antes e irrepetible después, el que inspira quedamente a Wim Wenders a revelar su última película después de diez años.

‘Perfect Days’ cuenta la historia del Sr. Hirayama, un hombre que, sobre todo, contempla. Su dedicación es limpiar baños públicos, pero su esencia, su identidad secreta es la de un hombre que existe como los árboles, dejando que los acontecimientos de la vida le atraviesen como esa luz solar a la que no deja de mirar, que fotografía en sus descansos laborales y que revela. Lo primero que hace al levantarse es regar los pequeños esquejes de árbol que rescata y cuida, con su cuarto propio en el diminuto apartamento donde vive. Al salir a la calle, este hombre tranquilo mira al cielo, respira hondo y sonríe.

Tras media hora de filme, uno cree conocer a este hombre. Nada oculto acecha, todo lo contrario, y en media hora uno quiere a ese hombre. Lo quiere desde un sitio propio que resuena con la sensibilidad, la curiosidad ingenua de descubrir los pequeños misterios de la vida, la maravilla pasmosa de estar aquí y ahora (como Hirayama corea junto a su sobrina en un paseo alegre y vagante en bicicleta: «la próxima vez será la próxima; esta vez es esta»). Lo quiere también porque este hombre parece haber sido expulsado del mundo a pesar de vivir en él –o quizá se ha recluido voluntariamente–, desde donde defiende, en su privacidad, lo esencial.

Y no solo eso, también lo quiere (a Hirayama y a Wenders, el director) por revelar otra imagen más, una importante: la de un hombre lejos de lo ‘interviniente’, lo agudo, lo exigente y exigido, que impone o sabe, lejos de la lucha. Un hombre que, siendo como un árbol, también –o quizá más– es hombre precisamente por eso.