Ironías y post-biopics
‘DANCE FIRST’
Gran Bretaña, Hungría, Bélgica, 2023: 100 minutos. Dirección: James Marsh. Guion: Neil Forsyth. Intérpretes: Gabriel Byrne, Aidan Gillen, Sandrine Bonnaire, Maxine Peake, Fionn O'Shea.
Notable, el juego de James Marsh (‘La teoría del todo’) sobre Samuel Beckett funciona como ejemplo perfecto de las puertas que se abren para el biopic manierista y posmoderno. El guionista Neil Forsyth nos promete, en palabras del propio Beckett, un repaso a las faltas y agravios que marcaron su vida: deslices que, sin embargo, la película se encarga de colocar en un segundo plano, como si los mencionara de paso.
El dramaturgo se confiesa así lejos de las cargas melodramáticas propias del género, como un niño al que obligan a pedir perdón. De hecho, Gabriel Byrne (‘Sospechosos habituales’) rebaja todo el cuerpo de diálogos y lo contiene, privilegiando el silencio cuando ya no hay más que decir.
Gesto inteligente para una película que argüimos camaleónica con el Beckett-persona, que no el Beckett-obra, y que sabe que sus instantes realmente memorables trascienden las palabras (resulta precioso el descanso del escritor, ya anciano).
James Joyce (Aidan Gillen, la cara traviesa del cine indie) se dispone a explicarle a su aprendiz la clave maestra para la escritura, pero es interrumpido. Su fantasma, por lo contrario, no abandonará la cháchara. La existencia, pasada por el filtro de la ironía. Decíamos que el gran biopic tome forma de confesión apocada, y que su protagonista sea sólo bisagra para secundarios memorables (desde la sombra, Sandrine Bonnaire eclipsa al Nobel de la Literatura). No logro dirimir si la ironía es buscada y controlada, pero la aplaudo: en la diferencia se encuentra el mérito.