Xavier Ginesta

La diplomacia deportiva catalana después del fracaso del procés

En un artículo recogido en la publicación ‘Periskopioa’, que editan Gure Esku y otras entidades, Xavier Ginesta, doctor en Comunicación y Periodismo, profesor universitario y analista deportivo, aborda la cuestión de la diplomacia deportiva catalana después del procés.

Imagen de archivo de la selección catalana de fútbol. (FEDERACIÒ CATALANA).
Imagen de archivo de la selección catalana de fútbol. (FEDERACIÒ CATALANA).

El fracaso de la estrategia catalana hacia la independencia ha tenido múltiples y nefastas consecuencias para el horizonte nacional del Principado. No haber culminado el procés o, mejor dicho, no haber calibrado las fuerzas entre ambos actores políticos en conflicto, nos aboca a nuevos tiempos de lucha y resistencia. Lo que debía ser una identidad nacional transformada en proyecto, con el auge del PP y Vox puede volvernos a hacer de nuestra identidad catalana un espacio de resistencia.

A nivel deportivo, la falta de reconocimiento de las selecciones deportivas catalanas también es el resultado fallido de una estrategia que lo fio todo a la Plataforma ProSeleccions. Con el resultado del post-procés, y la represión judicial que desgraciadamente también sufrió la Plataforma, se cierran demasiadas puertas. El país ha quedado retrasado en la reivindicación de un reconocimiento pleno para competir a nivel internacional y ahora se ve abocado a seguir la actual estrategia vasca, aprovechando la brecha que «la enmienda PNV» ha abierto a la nueva ley del deporte de 2022 en busca del reconocimiento internacional de aquellas federaciones deportivas que tienen raíces históricas y singulares en alguno de los territorios. Siempre, eso sí, sujeto a la aprobación estatal. En Catalunya, 14 federaciones podrían acogerse a ella.​

Pero la perspectiva histórica no es tan mala. Cataluña fue pionera a la hora de pedir el reconocimiento internacional de sus deportistas. Aquella llama, que comienza en los noventa, cristaliza en 1998 con la Plataforma ProSeleccions, que recibió el apoyo de los diversos gobiernos de la Generalitat. Su trabajo ha permitido el reconocimiento internacional de 21 deportes, con solo uno que comparte representación internacional con la federación española (Bildes y Bowling). Pero ese trabajo de hormiguita se entronca con el ‘Cas Fresno’, en 2004. La no ratificación de la Federación Catalana de Patinaje como miembro de pleno derecho de la Federación Internacional evidenció el miedo que el Estado tenía a un sistema deportivo catalán autónomo y competitivo a nivel mundial.

Cataluña fue pionera a la hora de pedir el reconocimiento internacional de sus deportistas. Aquella llama cristaliza en 1998 con la Plataforma ProSeleccions, que recibió el apoyo de la Generalitat

¿Qué hubiera sido la selección española de hockey patines sin los jugadores catalanes? Tras el ‘Cas Fresno’, la mayoría de federaciones internacionales modificaron sus estatutos para no aceptar federaciones si no estaban vinculadas a la totalidad de un Estado. También Cataluña comprendió que, sin ser independiente, la totalidad de sus deportistas nunca podrían tener el pleno reconocimiento internacional.

Deporte y política no se pueden desatar. De hecho, es totalmente necesario situar a los actores y la industria del deporte en el seno del triángulo formado por el sistema político, económico y su dimensión geográfica. Entender el deporte en el marco de la geopolítica económica es clave para situar su impacto en el actual escenario mundial. Mirado con perspectiva, la gobernanza del sistema deportivo viene condicionada por la realidad de los estados. Desde una perspectiva de las Relaciones Internacionales podríamos concebirlo a través de una óptica muy realista: de juegos de suma cero entre los actores participantes.

Esto no quiere decir que, sabedores de que al final es la realidad de los estados, y sus intereses con los vecinos, la que acaba autorizando a los nuevos actores que pueden tener voz y voto en las organizaciones internacionales, el deporte no sea un entorno en actores políticos y sociedad civil construyen narrativas y contra-narrativas. El deporte genera plataformas para comunicar, es altavoz. Se legitiman decisiones políticas o se presiona para que estas vayan hacia otra dirección. La diplomacia deportiva, que este final de junio ha encontrado un foro brillante en el World Congress on Sports Diplomacy organizado por el Ayuntamiento de Donostia y la UPV/EHU, actúa en este entorno. También Cataluña ha tenido voluntad de desplegar una estrategia paradiplomática en este sentido, pero el fracaso del embate del 2017 rompe el buen trabajo que en ese momento se estaba llevando a cabo y habrá que trabajar para revisar la estrategia de nuevo.

Imagen del último partido disputado por el Barcelona ante Osasuna. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)


¿Qué le queda a Cataluña para seguir contando al mundo, a través del deporte, su voluntad de ser? ¿La apuesta decidida del gobierno para buscar el reconocimiento de las selecciones catalanas? No. A nivel de organizaciones, solo queda el Barça. Respetando el significado del resto de clubes, que son imprescindibles para tejer un sistema deportivo competitivo y sostenible, solo el Barça puede liderar esta representación internacional porque, pese a las tensiones que le genera, es lo único que combina globalidad y localidad.

Es decir, por un lado, es un club que se ha transformado en una multinacional del entretenimiento o que debe comunicar a una masa de aficionados que supera los 300 millones a nivel mundial. Por otra parte, su singularidad radica en unos valores históricos que desde 1908 le asocian con el catalanismo político, la democracia y la universalidad. El Barça es, en el marco de su globalidad, la señal inequívoca de un sistema deportivo en Catalunya que tiene voluntad de ser singular y de perdurar. Y esto lleva a que el club debe gestionar, como puede, las tensiones entre lo global y lo local, entre quienes querían cerrar el campo el 1 de Octubre y quienes preferían jugar el partido. Los equilibrios felinos que debe hacer el club a la hora de significarse políticamente se explican con la imagen del Camp Nou vacío, ese día de octubre, con el equipo jugando contra Las Palmas, que lucía la banderita española en la nuca.

Respetando el significado del resto de clubes, solo el Barça puede liderar esta representación internacional porque, pese a las tensiones que le genera, es lo único que combina globalidad y localidad

Sin embargo, el Barça ha generado un atractivo global que hacen que la institución sea menos vulnerable a las idas y venidas políticas que sufre el sistema político catalán. Su globalidad, por un lado, lo ha homogeneizado, lo ha disneyizado de acuerdo con el proceso de americanización y comercialización que ha sufrido la industria del deporte desde los años noventa. Por otra parte, ser una marca global le ha convertido en plataforma, en una organización que, con mayor o menor fuerza dependiendo del momento y su directiva, ha sabido proyectar Barcelona y Cataluña en el mundo.

El Barça es una institución que ha complementado desde el deporte una narrativa propia de país. Si no, ¿por qué desgraciadamente podemos decir que «Cataluña tiene dos presidentes mártires»? ¿Por qué el más que un club se identifica con la solidaridad universal (UNICEF o ACNUR) y la primera campaña a favor del Estatuto de Autonomía de 1918? El valor singular de esta institución convierte al FC Barcelona, ​​en estos años de crisis política después del fracaso de 2017, en la gran plataforma organizacional por la que seguir hablando de Cataluña, desde el sistema deportivo, a nivel mundial.