Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

Pavlovsky, adiós a uno de los grandes de la era dorada del fotoperiodismo

El faro de Donibane Lohizune será el lugar donde este domingo se despedirá a Jacques Pavlovsky, fallecido a los 92 años hace justo una semana. Testigo activo de la época dorada del fotoperiodismo, durante dos apasionantes décadas retrató la actualidad política mundial. Y guerras, muchas guerras.

Jacques Pavlovsky, rodeado de sus fotografías, en la exposición que se pudo ver en Urruña en 2018.
Jacques Pavlovsky, rodeado de sus fotografías, en la exposición que se pudo ver en Urruña en 2018. (Bob EDME)

«Anticipar. Prever tres meses antes cuál será el tema político o el personaje que interesará». Así definía Jacques Pavlovsky, en 2018, en conversación con Béatrice Molle-Haran para ‘Mediabask’, cómo era el fotoperiodismo en su época, cuando las grandes agencias fotográficas surtían de imágenes, historias y periodismo del bueno ’ los medios de comunicación de todo el mundo. Especializado en reportajes para revistas –publicó en “Times”, “Paris Match”, “Newsweek”...–, Jacques Pavlovsky fue testigo, y parte, de una época dorada en la profesión que ya se fue. Ahora son otros tiempos, más rápidos y más precarios.

El pasado domingo, día 15, Jacques Pavlovsky salió a pasear por Zokoa y, cuando volvió a su casa de Urruña, dijo que se sentía algo cansado. Ya no andaba tanto, no en vano tenía 92 años, pero estaba bien de salud. Pavlovsky se acostó y ya no se despertó. Un final tranquilo para un hombre con una vida intensa.

El faro de Donibane Lohizune, uno de los dos construidos por su padre, el arquitecto ruso André Pavlovsky, será el lugar donde, este domingo, a las 14.00 horas, se despedirá al lapurtarra Jacques Pavlovsky. 



Nacido en Donibane Lohizune en 1931, en cierta manera la de Jacques Pavlovsky parece una vida de novela. Su padre era André Pavlovsky (1891-1961), un arquitecto hijo de rusos zaristas exiliados en París. Estaba enamorado de la localidad costera labortana, donde pasaban los veranos. Su madre, una vasca de Donibane Lohizune. En los años 20, André Pavlovsky se instaló en Donibane y diseñó, entre otros trabajos, los dos faros que indican la entrada al puerto; uno en cada orilla, cada uno con luz y un color, rojo y verde. Unos faros que, ya retirado, su hijo Jacques fotografió una y otra vez, y plasmó en dos libros.

El padre era un apasionado de la fotografía, incluso tenía un laboratorio, pero no le debió de hacer mucha gracia que su hijo estudiara Bellas Artes y Fotografía y Cine en París. «Siempre contaba la historia que, trabajando ya de fotógrafo de publicidad, y cuando pasaba una manifestación en Mayo del 68 cerca de su estudio, decidió dejarlo por la fotografía de prensa», recuerda el también fotógrafo Juantxo Egaña.

Egaña conoció a Pavlovsky hace dos décadas, cuando preparaban la creación de la Asociación de Fotoperiodistas Vascos: «Era un fotoperiodista vasco curtido en mil historias.  Jacques había pasado por dos de las agencias míticas francesas: Rapho, que marcó una época del fotoperiodismo a nivel mundial [entró en ella en 1968, y entre sus miembros estaba el mítico Robert Doiesneau], y de ahí se fue a Sygma, agencia independiente con otra visión más moderna del fotoperiodismo [se creó en 1973 y Pavlovsky trabajó para Sygma dos décadas. Hizo 3.200 reportajes]. Lo primero que pensamos fue en entrevistarnos con Jacques –añade Juantxo Egaña–, que en ese momento había vuelto a vivir a Urruña. Sin conocerle le llamé por teléfono y solo recibí palabras de acogida y de ayuda por su parte. Creo que la primera vez que nos vimos fue en el bar Barandiaran, en Donostia: era grande, con la cámara colgando y con voz grave. Me impresionó mucho. Desde el primer momento se mostró muy cercano y dispuesto a ayudarnos. Aprendimos mucho en esas reuniones que tuvimos».

Con otros fotógrafos de prensa, cubriendo la operación policial contra ETA en Bidarte, en 1993. (Fotografía: Jose AROZENA)


«A la edad en que la mayoría de los fotógrafos dejan de trabajar en prensa, dedicó veinte años a este sector donde domina la actualidad; la actualidad es la que constantemente organiza (y desorganiza) la vida», escribía su hija Annie para los apuntes biográficos al catálogo de la exposición ‘Vida o caos’ (2018), con la que el Ayuntamiento de Urruña acogió una retrospectiva del amplio trabajo de este veterano fotoperiodista. En aquellos 70-80, París era el centro de todo, de donde salían los mejores fotógrafos del mundo y se expedían los reportajes a los grandes medios. «Nunca he tenido una nómina», contaba Pavlovsky. Los reportajes eran al 50% entre la agencia y el periodista. «Si no se vendía el trabajo, no cobrábamos, Pero, en general, nos salía bien».

El propio fotógrafo reconocía a Béatrice Molle-Haran que aquella era «una vida en tensión»: siempre a punto de coger un avión, de pasar meses fuera de casa para cubrir cualquier conflicto, sea la guerra de Vietnam –se quedó hasta el final, cuando se fueron los estadounidenses, y estuvo bloqueado en Saigón 45 días–  o la guerra Irak-Irán. El trabajo en esta última, con diez años de  viajes y estancias, es impresionante.
La lista de sus reportajes es larga, una especie de compendio de dos décadas de historia reciente: el Frente Polisario, el franquismo, la muerte de Aldo Moro, grandes accidentes y escándalos como las muertes por colza en el Estado español, retratos de protagonistas de la actualidad, como Sadam Hussein, De Gaulle abandonando el Elíseo, Mitterrand...

«Las fotografías permanecen en la cabeza del fotógrafo. Para siempre. Porque fotografiar no es trivial. Y las imágenes tomadas por los fotógrafos cobran importancia, porque pasan a formar parte de la historia. Cuanto más pasa el tiempo, más históricas se convierten», concluye su hija Annie.

Conoció la muerte de cerca con frecuencia, como en la guerra Irak-Irán. «No es fácil vivir con ello. Pero, cuando vas a cubrir un conflicto, has de aceptarlo. Si no puedes hacerlo, no vayas. Tú vas para tomar imágenes, ¿o no?», decía en una entrevista con GARA en 2004.

 

«Era una persona muy humilde, muy normal. Siempre estaba de buen humor y dispuesto a ayudar en todo lo que tuviera que ver con la fotografía», recuerda Bob Edme, fotógrafo veterano de la prensa vasca –‘Egin’, ‘Gara’, ‘Mediabask’– y de la agencia Associated Press. Se conocieron cuando Pavlovsky regresó a Euskal Herria en los años 90, tras jubilarse. «Cuando se retiró, se dedicó a las pottokas; de hecho fue presidente de la asociación de pottokas», añade.

Cambió de registro, aunque no abandonó la fotografía, solo que se dedicaba a lo que le apetecía, como seguir al Ballet de Biarritz dos años, o retratar a las pottokas, a la naturaleza. Y lo plasmó en varios libros. «Decía que la época dorada del fotoperiodismo fueron los años 70, cuando dedicaban meses a preparar un reportaje, como cuando fue a Madrid a entrevistar a Franco», añade Edme. Ahora, con la digitalización, prima la rapidez. «La transmisión de fotos ha cambiado, pero la esencia del oficio sigue siendo la misma», decía, sin embargo, Pavlovsky.

Otra reflexión, esta en una entrevista con GARA en 2004: «El nuestro, como otros, es un oficio que exige un compromiso. No lo ejercemos por el salario, sino como una forma de participar en la vida social. Estamos enfrentados a nosotros mismos, al medio, a los acontecimientos... Esto exige mucha objetividad».