Iñaki Uriarte

El mercado en la génesis de lo urbano

Las villas, como entidad de población, son quizá el testimonio urbano, social y político más relevante procedente de la Edad Media en la Euskal Herria peninsular, que modificaron el territorio, introdujeron nuevas formas de vida, de relaciones comunales y también originaron conflictos y disputas.

Mercado en Durango, 1907, pintado por Regoyos.
Mercado en Durango, 1907, pintado por Regoyos. (NAIZ)

El mercado, como lugar, empezó estableciéndose al aire libre en un espacio amplio en el exterior del núcleo habitado o fuera de la muralla, o junto al puerto, con unas elementales cubriciones de lonas y tejavanas. Posteriormente se instaló en lugares interiores del recinto y en pueblos de mayor estructura urbana en amplias plazas habitualmente porticadas, una de las características más universales de estos espacios de intercambio, que ofrecían su parte cubierta para protegerse de las inclemencias del tiempo.

En estos céntricos lugares muy representativos, concurrían la casa consistorial, la parroquia, la escuela y en algunos pueblos también el juzgado, el casino y el sindicato. Según la importancia, riqueza del municipio y posibilidad de implantación se impulsó la construcción por el ayuntamiento de un edifico exclusivo para mercado que habitualmente se encargaba a un maestro de obras, arquitecto municipal o notable de la localidad y que resultaba siendo una de las obras destacadas de la localidad.

Coincidieron estas construcciones de finales del siglo XIX e inicios del XX con la gran época de la arquitectura del hierro lo que permitía unas tipologías muy audaces de grandes dimensiones amplia diafanidad interior y elevada altura que aportaban iluminación natural y ventilación por lo que constituyeron bellas edificaciones.

Ágora y foro social

A su vez, los mercados por su inserción en emplazamientos que posteriormente se consideraron centros históricos y en las ciudades grandes también en los diferentes barrios, se convirtieron en lugares de una gran vitalidad cotidiana. Se acudía, y en parte se acude, al mercado cada día como necesidad de abastecimiento con un sentido de utilidad y a su vez creaban un arraigo y conciencia de pertenencia colectiva al barrio. Por esa concurrencia e interacción social en el espacio público, el mercado históricamente y en sentido antropológico, «es un lugar». (En memoria de Marc Augé, 1935-2023).

Compone una página trascendental en la historia y la memoria popular. A pesar de todo, el mercado ha mostrado su alta capacidad de supervivencia frente a ciertos nuevos hábitos de consumo.

En los alrededores del mercado se constituía un entorno complementario de diferentes tiendas vinculadas a la alimentación y utensilios del hogar, ferreterías, carpinterías así como textiles, calzados, además de tabernas, bodegas y restaurantes. En suma, un contexto variado muy dinámico significativo y representativo del lugar.

Esta diversidad de comercios que, si se han conservado hasta la actualidad, vinculadas al edificio donde se insertan constituyen bienes culturales como patrimonio arquitectónico y también de interiorismo por sus elementos mueble. Asimismo, por el tratamiento de su fachada en materiales, iconografía de rótulos, carteles y elementos de publicidad formalizan un conjunto ambiental y paisajístico urbano de relevancia que debe considerarse y mantenerse.

Pero, en reciente y creciente riesgo de desaparición tanto por la peculiaridad de sus productos como por la falta de transmisión generacional, lo que significa una preocupante pérdida. Por dicho motivo, en algunas ciudades sensibles con su herencia cultural se han iniciado acciones de preservación y promoción de los establecimientos comerciales singulares, considerados emblemáticos, incluso con alianzas internacionales de reconocimiento de su trascendencia.

Patrimonio

En las ciudades con una administración honesta, consciente de su historia y cultas este legado comercial y arquitectónico se ha mantenido hasta la actualidad.

Un mercado es algo consustancial a todas las civilizaciones y pueblos del mundo, constituye un lugar de síntesis muestrario del sector primario productivo donde concurre toda la riqueza que la tierra y el mar proporcionan como sustento fundamental del ser humano. Es la catedral de la agricultura y la huerta, la ganadería y el corral, la caza y la pesca, y todas sus elaboraciones.

El mercado como escenario del abastecimiento de la población es un paisaje interno atendido por un paisanaje, los comerciantes en tantas ocasiones consejeros sobre sus productos, repleto de referencias y valores tangibles e intangibles.Como testimonio identitario constituye un legado social y cultural de la humanidad, siempre parecido pero nunca igual. Los pueblos que derriban sus mercados pierden una de sus razones de ser.