Daniel   Galvalizi
Periodista

El voto útil y el miedo a Milei impulsan a Massa y habrá segunda vuelta entre ambos

El peronista Sergio Massa se beneficia del temor a un salto al vacío que representaba el candidato ultra, Javier Milei, que tuvo un fin de campaña errático, y ya hay pase de facturas en su partido. Patricia Bullrich no logra convencer y Juntos por el Cambio se sume en una crisis de identidad.

El candidato peronista, Sergio Massa.
El candidato peronista, Sergio Massa. (Emiliano LASALVIA | AFP)

Estaba la mesa servida para que la ultraderecha global tuviera su fiesta en Argentina. El candidato aupado por el clan Bolsonaro, por Vox, por los Jiménez Losantos, promediaba en todos los sondeos el 36%. Incluso en la región pampeana central, que concentra el 70% de los votos, se pronosticaban tormentas eléctricas, que ahuyentaban el voto de los mayores, reacios a darle su confianza a Javier Milei. Pero no tuvo su gran noche.

Solamente pudo crecer el 1% con respecto a las primarias de agosto, a pesar de todos los pronósticos que le daban incluso la posibilidad de ganar en primera vuelta si llegaba al 40% con distancia de diez puntos del anterior. Pero algo pasó en el medio.

Los 35 millones de votantes no estaban acostumbrados a experimentos de ultraderecha, o «anarcocapitalista», como se define La Libertad Avanza. Algunos incluso se veían seducidos por darle el poder, o al menos jugar a ello (casi todos pensaban en un balotaje), apoyando un outsider que prometía «hacer mierda a la casta, haciéndoles el ajuste a ellos» y cerrando una decena de ministerios (incluyendo Educación). Pero parece que sobre el final, buena parte de la sociedad empezó a concienciarse de lo que había en juego.

Papeleta contra el miedo

Cualquiera que hablara con un argentino, salvo que fuera simpatizante de Milei, escuchaba su temor a las consecuencias de que el nuevo inquilino de la Casa Rosada fuera el candidato ultra. La primera razón es que sus propuestas económicas se pasaban tres pueblos en radicalidad thatcherista. A diferencia de Trump o del lepenismo, Milei promete ultraliberalismo y desmantelar el Estado, acabar con regulaciones incluso básicas como las de los trasplantes de órganos (los quiere privatizar también).

La segunda es el miedo a su salud mental, que había pasado a ser un tema de campaña y que por más que pudiera dar risa viendo sus extravagancias en la TV, no provoca la misma gracia si se piensa en la jefatura del Estado.

Y la tercera es que en un amplio segmento de la sociedad argentina está demasiado fresco todavía el trauma por el desgobierno de la tremenda crisis de 2001, con la imagen del renunciante presidente Fernando de la Rúa yéndose en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada ante una terrible crisis social y económica. Y Milei tendría una minoría legislativa muy marcada (tan solo el 11% de los senadores, por ejemplo) y su radicalidad no llamaba a tener confianza en unos años de autoridad presidencial consolidada.


Massa dijo que la polarización política ha llegado a su fin y convocó un gobierno de unidad nacional, mientras Bullrich envió un guiño a Milei

Sergio Massa y Patricia Bullrich representan a los partidos tradicionales, ambos con una mochila pesada. Los dos ocuparon cargos muy importantes en gobiernos ideológicamente variados, dieron saltos un poco copernicanos y tienen muchas críticas acumuladas, pero dan más certeza.

Pero la candidata de Juntos por el Cambio tuvo una contra, la misma que tienen todas las fuerzas que intentan quedar en el medio (por no decir centro). Nunca se desmarcó, salvo al final, contundentemente de Milei para seducir a su electorado (incluso el año pasado intentó sumarlo a la coalición para que participe de las primarias, en una jugada por tapar su efecto que claramente no prosperó).

Bullrich tiene medio siglo de experiencia política y, al igual que Massa, un porcentaje elevado de imagen negativa. Tras ganar las primarias de su coalición, su campaña se desmoronó, le costó semanas digerir que Milei en vez de tener el tercer lugar lograra el primero en agosto. Todos los analistas coinciden en que logró revertir su mala tendencia en el segundo debate presidencial pero ya fue tarde.

Por el contrario, Massa pudo polarizar bien con ambos y mostrarse como algo nítido, aunque tampoco pudo defender su gestión como ministro de Economía, porque los datos de inflación y pobreza son los peores en décadas, aunque debe decirse: el no hacer políticas de choque contra la inflación también le permitió sostener la actividad económica. De hecho, el desempleo está en un 6,2%, una cifra que cualquier presidente del Gobierno español envidiaría.

Otra vez el pasado: la inflación tiene muy hartos a los argentinos pero el trauma del paro del 30% de 2001-2002 es más fuerte.

«Enfrente tenemos una organización criminal, el kirchnerismo es lo peor que le pasó a este país», afirmó Milei tras los comicios

Massa hizo una buena campaña en la que evitó entrar al lodo y se focalizó en la economía, tratando de esquivar el talón de Aquiles del peronismo: la corrupción y la transparencia, algo que Bullrich machacó especialmente. Y algo clave en la política argentina: «el aparato», los recursos humanos y monetarios de los que disponen los partidos.

En zonas donde «el aparato» es un factor de peso, como la periferia obrera de la ciudad de Buenos Aires, o el noreste y noroeste argentino, Massa logró una mejora ostensible (sumó 2,7 millones de votos con respecto a agosto) y allí Milei casi no creció.

Massa fue votado por muchos votantes tradicionales de JxC que lo vieron como una opción de voto útil (las encuestas ayudaron a ello, siempre lo dieron segundo y no tan lejos de Milei) y sabían que subiendo el porcentaje del peronista, evitaban que el ultra fuera presidente electo desde la misma noche del domingo.

«Lo voté por las propuestas, porque a Milei lo considero un demente a quien nunca votaría y Bullrich realmente no propuso nada, solo aniquilar al kirchnerismo y con eso no se gobierna. Massa al menos propuso un gobierno de unidad nacional y algunos cambios en la economía», opina Leandro, padre de familia, 46 años, residente en el barrio acomodado de Olivos, al norte del área metropolitana. Amparo, una madre de 35 años, residente en la zona sur de la capital, también solía votar al partido creado por Macri, pero esta vez dijo que Bullrich no le inspiraba «confianza» y que Milei le daba «pánico», y aunque descree de Massa y de sus condiciones, prefirió «el mal menor».

Este tipo de razonamientos se encuentran por miles. Y también eso explica que el peronista moderado del interior, Juan Schiaretti, un gobernador muy experimentado, subiera un tercio de los votos con respecto a agosto.

Pases de factura internos

El 36,6% que obtuvo Massa (impulsado sobre todo en la provincia de Buenos Aires, que cobija un tercio del padrón electoral del país) era el que esperaba tener Milei, aunque logró mantenerse por encima de Juntos por el Cambio: 30% frente al 24%.
Pero, por más que parezca un resultado insuficiente frente a las expectativas, que en una sociedad como la argentina  casi uno de cada tres electores haya votado a un «anarcocapitalista» con una prédica antiestatal es un logro del candidato y consolida una nueva fase política en la que la ultraderecha será un actor de peso.

Javier Milei, candidato a la presidencia de Argentina por Libertad Avanza. (Juan MABROMATA/AFP)

Además, todavía puede ganar la segunda vuelta, el próximo 19 de noviembre. Los argentinos que miraban al chileno Kast o a Bolsonaro horrorizados y destacaban que en su país eso no tenía cabida, ya pueden preocuparse.

Sin embargo, en el salón donde La Libertad Avanza esperó los resultados se respiraba decepción. Milei no defraudó y, sin moderación, disparó: «Enfrente tenemos una organización criminal, el kirchnerismo, que es lo peor que le pasó a este país». Además hizo un llamado cordial a Juntos por el Cambio a liquidar al peronismo.

Pero comenzaron algunas acusaciones internas. Fuentes del entorno cercano a Milei señalan que el resultado se quedó corto «porque la campaña fue conservadora y porque hubo varios errores sobre el final». Lo primero se refiere a que la moderación del discurso no rindió frutos (ya lo ha dicho Trump varias veces, el votante trumpista quiere exaltación).

Y lo segundo fue por dirigentes propios que propusieron numerosas insensateces (como la diputada electa que quiere permitir al hombre renunciar a su paternidad para que sea justo con respecto al derecho al aborto). Fue todo un conjunto de hechos que no transmitieron confianza y acabaron motivando a la gente a salir a votar a quien podía frenar a los que provocan miedo.

Las mismas fuentes también apuntaron a que Massa fue muy hábil y las medidas económicas que impulsó en los últimos tres meses (por más que puedan parecer disparatadas, como bajar el IRPF a la clase media alta a pesar de tener un problema fiscal enorme) surtieron efecto.

El 12 de noviembre ganará la presidencia quien tenga tan solo un voto más con respecto al otro, con un Juntos por el Cambio que está debatiendo a quién apoyar (el sector socialdemócrata ya hizo un guiño a Massa y Bullrich a Milei). Se augura una batalla feroz.