Mauricio Morales

Las sirenas también suenan en Jenin

En las calles de Jenin, las alarmas comenzaron a sonar a las 7.00 del pasado miércoles, avisando del inminente ataque israelí. La alarma paró marcando la llegada de las tropas al campo de refugiados. Jóvenes y adolescentes con piedras se enfrentaban a dos buldóceres blindados.

Un miliciano.
Un miliciano. (Mauricio MORALES)

La calle Haifa, que conduce del centro de la ciudad al campo de refugiados, se llenaba de personas que a unos 200 metros veían el enfrentamiento de algunos combatientes con fusiles y jóvenes tirando piedras contra el convoy militar que incursionaba -de nuevo- en el campo de Jenin.

Su propósito: destruir una calle aledaña al campo de refugiados. Los combatientes atacaban el convoy encabezado por la retroexcavadora blindada, los israelíes disparaban de vuelta ráfagas, y de alguna azotea un francotirador hacía algunos disparos. Y las piedras, siempre las piedras contra los vehículos blindados que finalmente llevaron a cabo su misión. La calle quedó destrozada. Muchas personas se preguntaban por qué venían a destruir las calles en las redadas.

Otras veces las incursiones tienen el objetivo de llevarse a personas arrestadas. Como el caso de Ahed Tamimi, la joven palestina que ganó notoriedad por enfrentarse a un soldado israelí que entraba a su aldea, Nabih Saleh, cerca a Ramallah. Fue encarcelada por unos meses en 2017. Unos días antes de ser detenida en su casa el pasado 6 de noviembre por fuerzas especiales del Ejército, Tamimi participó en una marcha en apoyo a Gaza en Ramallah. El Estado de Israel la acusa de divulgar mensajes en redes sociales instigando al odio. Su madre ha declarado que el perfil al que hacen referencia es falso.

En Jenin la incursión detuvo el camino de pequeños que iban al colegio y quedaron entre el fuego cruzado

Tamimi se suma a los más de 1.700 palestinos detenidos durante el reciente incremento de la represión en la Cisjordania ocupada. Los soldados israelíes pueden entrar a las casas palestinas sin ninguna orden judicial, y los palestinos y palestinas quedan encarcelados bajo «detención administrativa» sin ser imputados de ningún crimen, bajo leyes militares, y sin juicio ni defensa adecuada. Pueden permanecer meses, o incluso años, encarcelados.

En Jenin la incursión israelí en la mañana del miércoles detuvo el camino de algunos pequeños que iban al colegio y que quedaron entre el fuego cruzado. Algunos comercios cerraron y el campo de refugiados quedó sin movimiento por algunas horas.

70 años de violencia

Las incursiones del Ejército israelí en el campo de Jenin no son nada nuevo para esta población del norte de Palestina ocupada. Según datos de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (Unrwa), en el campo se agolpan 23.638 personas en un espacio con una densidad de población de 52.000 personas por km2. La de Bilbo es de 8.295 por km2.

El campo fue establecido formalmente en 1953, cuando más de 700.000 palestinos tuvieron que desplazarse de sus tierras tras la creación del Estado de Israel en 1948, y ha experimentado la violencia desde su establecimiento. Durante la primera intifada (1987-1993) las incursiones del Ejército eran periódicas. En 2002, en la segunda intifada, más de 400 casas fueron destruidas y las fuerzas israelíes ocuparon el campo durante más de 10 días.

Fue en estas calles de Jenin, en mayo de 2022, donde un francotirador del Ejército israelí mató a Shireen Abu Akleh, la periodista de la cadena Al Jazeera, que iba identificada con chaleco y casco de prensa cuando cubría una redada más del Ejército. Después de que el Ejército Israelí negará la autoría de los disparos, investigaciones demostraron que la periodista murió por las balas de los militares. El caso continúa impune.

Al pasar la media noche, en los primeros minutos del 9 de noviembre, el incesante sonido de un dron sobrevolando el campo presagiaba una nueva incursión. Después de una eterna hora con el zumbido del dron encima del campo, comenzó.

Las ráfagas de fusil, los tiros uno a uno de los francotiradores, las detonaciones de explosivos improvisados y lo que parecían ser ataques aéreos desde drones se escuchaban en el campo entre lapsos de silencio, en los solo se oía el zumbido del dron. Ese zumbido que durante años, cada hora, cada día, escuchaban los residentes de Gaza que ahora escuchan los bombardeos diarios.

Otro ataque masivo

De repente, antes del amanecer, todo acabó. La gente salía de sus casas a ver la destrucción dejada por el paso de las retroexcavadoras por las estrechas calles del campo de refugiados de Jenin. Un hombre, ya mayor, limpiaba los cristales rotos de su negocio, cerca de la zona de impacto de un proyectil lanzado aparentemente desde un dron. Un coche quedó atrapado en el lodo en una de las calles destruidas. Los vecinos trataban de sacarlo con cuerdas.

Una mujer mayor, cerca de los 80 años, sin lágrimas, con una mirada fuerte, observaba la destrucción, una vez más, de una calle de lo que ella llama hogar.

Equipos de limpieza recogían los escombros de las calles. La «vida» del campo volvía a su cotidianidad. Pero su cotidianidad también son las incursiones

A las 10.00, cuando los niñas y niñas apenas llegaban a la escuela comenzaba de nuevo el sonido del dron sobrevolando el campo que marcaba el comienzo del ataque. Esta vez era masivo. En redes sociales los residentes del campo veían cómo se acercaba un convoy de vehículos blindados, algunos calculaban entre 40 y 50. Rápidamente la gente comenzó a correr para refugiarse a sus casas.

Los vehículos entraban al campo. Las ráfagas y las explosiones se incrementaron. Los combates eran intensos. Los ataques aéreos desde los drones se hacían más frecuentes. Las personas se resguardaban en las casas, y apenas algunas cabezas se asomaban para mirar qué pasaba. A las 14.00 cortaron la energía en el campo. Los combates seguían. La angustia de no saber qué ocurriría, el hueco en el estómago de la espera mientras los combates y los ataques aéreos con drones continuaban.

Algunas familias se agolpaban en las escaleras del edificio donde viven, no sabían si salir. La duda se comenzó a disipar al ver pequeñas luces de linternas moverse en la calle

 

A las 18.00 hubo movimiento de los vehículos blindados israelíes dentro del campo. Una voz fuerte en árabe anunciaba por megáfonos que el Ejército daría una ventana de dos horas para que las personas lo evacuaran. Estaba ya oscuro, oscurece temprano en esta época en la Palestina ocupada.

Algunas familias se agolpaban las escaleras del edificio donde viven, no sabían si salir o no, tenían miedo. La duda se comenzó a disipar cuando comenzaron a verse pequeñas luces de las linternas moverse en la calle. Las familias salieron con miedo aún en sus corazones, pero con la determinación de buscar la seguridad para los suyos.

Con hijos en brazos, por las oscuras y destruidas calles del campo de Jenin, algunos llevaban maletas. Los vecinos se reconocían en la calle, los niños que estaban en las escuelas se encontraron con sus padres. Al primer punto al que llegaron la mayoría de personas desplazadas fue al hospital a unos 200 metros de la entrada del campo.

Algunos jeeps del Ejército israelí seguían en el centro de Jenin y las personas tomaban calles aledañas para no pasar cerca a ellos. Las calles del centro estaban llenas de neumáticos quemados, pero la batalla no solo se había producido en el campo, sino en diferentes puntos de Jenin.

Al día siguiente por las calles pasará el funeral de las cerca de 10 personas muertas durante los combates y ataques del Ejército israelí.

La calma volvía a las calles. En una panadería, el único local abierto en el centro, un hombre preguntaba «¿Ya se han ido? ¿Volverán?». Otro hombre levantaba las manos y le respondía con resignación: «Nunca sabremos».