Joseba Iturria
Periodista deportivo. Real Sociedad y ciclismo

El recuerdo a Aitor Zabaleta desde el corazón de los hermanos Idiakez

Iñigo era el jugador que mejor conocía al aficionado que será homenajeado en Anoeta al cumplirse 25 años desde que lo mataron por ir a animar a su equipo. Le pidió que no luciera su gorro y su camiseta y a su hermana Nekane, que lo acompañó con la Peña Izar, que no fuera. Los dos recuerdan a Aitor.

Iñigo y Nekane Idiakez, dos hermanos que por su relación con la Real sufrieron en Madrid muy cerca la muerte de Aitor Zabaleta.
Iñigo y Nekane Idiakez, dos hermanos que por su relación con la Real sufrieron en Madrid muy cerca la muerte de Aitor Zabaleta. (NAIZ)

La Real homenajeará este domingo en Anoeta al cumplirse 25 años de su muerte a Aitor Zabaleta, aficionado realista apuñalado mortalmente en un ataque premeditado que quedó casi impune cuando iba a animar a su equipo en un partido de vuelta de la Copa de la UEFA el 8 de diciembre de 1998 en el campo del Atlético de Madrid.

El homenaje comenzará a las 15.15 junto al monolito en su honor instalado próximo a la Tribuna que lleva su nombre (puerta 14). En la ofrenda, organizada por la peña Bultzada, participarán distintas personalidades, aficionados y peñistas, además de sus allegados más cercanos. Dentro del Reale Arena también la Real lo recordará en la previa y al término del encuentro contra el Betis (16.15), que ha llegado precedido por una polémica por la decisión del Consejo de no enviar entradas al club andaluz, porque ha querido impedir que se repita lo vivido el año pasado, cuando ultras del Betis acudieron con los del Atlético, y por la contundencia con la que Aperribay defendió esta medida en la Junta de Accionistas.

Eso es lo triste, que en una semana en la que el protagonista debía ser Aitor Zabaleta, lo han sido los ultras y los clubes. Por eso es bueno recordar al aficionado realista que se ha convertido en el símbolo de su afición por morir por ir a animar a su equipo y pocos más indicados para hacerlo que los hermanos Idiakez, que tuvieron la suerte de conocerlo y la desgracia de vivir aquella tragedia, Iñigo en el campo y Nekane con la Peña Izar, con la que viajó Aitor y sufrió el ataque.

Los dos lo recuerdan desde el corazón, porque el suyo, como el de todos los aficionados de la Real, sufrió con el de Aitor ese apuñalamiento.

Desde Inglaterra

Iñigo Idiakez atiende a NAIZ desde Inglaterra. Unai Emery le pidió que se encargara del filial del Aston Villa y está encantado allí desde que tras su etapa en el primer equipo de la Real (1994-2002) y dos años en Oviedo y Rayo, triunfó con el Derby County (2004-06) y en el Southampton (2006-08) antes de comenzar una carrera como técnico que le ha devuelto al fútbol inglés.

Nekane mamó la Real porque sus hermanos, el ahora técnico del Deportivo Imanol e Iñigo, ficharon por el club de sus sueños: «Al principio no me gustaba mucho el fútbol, pero pasé más tiempo en el campo de fútbol de Mundaiz que en mi colegio, porque me llevo cuatro años con Iñigo y cinco con Imanol e iba con mis padres a ver todos sus partidos. Los seguíamos por todos los campos y siempre he estado orgullosa de ellos, animándoles allí donde he podido ir».

Así se unió a la Peña Izar: «En los partidos de fuera siempre nos juntábamos. Era imprescindible ser mujer para entrar en la peña, la única de la Real solo de chicas y una de las primeras femeninas, entonces no había muchas mujeres en el fútbol. De tanto viajar juntas, más que una Peña, éramos unas amigas a las que nos gustaba el fútbol. Nos dedicábamos a ir allá donde podíamos. Teníamos 18-25 años y nos íbamos a ver partidos en vez de ir a una discoteca. Salíamos a la mañana para ver el encuentro, volvíamos durmiendo a la noche en el autobús y era todo muy divertido».

Relación entre aficionados y jugadores

Entonces las peñas tenían mucha relación con los jugadores. Los entrenamientos eran a puerta abierta, no había Seguridad y cualquier aficionado podía hablar con ellos. Iñigo recuerda que «ahora hay que pedir permiso a los clubes para todo y es muy complicado. Antes era más familiar, los aficionados se ponían en contacto con nosotros fácilmente, te podían pedir una foto, un autógrafo o hablar contigo. Era muy bonito, me gustaba. Ahora los jugadores son superestrellas. Antes los aficionados nos podían ver como estrellas, pero éramos muy cercanos. En los diez años que estuve en la Real se nos podía acercar cualquiera y los atendíamos, contactaban con nosotros para ir a los sitios sin tener que avisar a nadie».

Iñigo Idiakez celebra su gol en el triunfo ante el Real Madrid meses después de la muerte de Aitor. (Andoni CANELLADA/FOKU)

La Peña Izar se hizo querer entre los jugadores por sus detalles. Nekane cuenta que «las que podían iban cada día de cumpleaños con su pancarta para felicitar a un jugador. Ahora es más difícil, tienes que pedir audiencia con el Papa. En aquella época cogíamos la pancarta, se la dábamos al de la puerta, la ponía en el campo, luego felicitábamos al jugador y, si no tenías coche, te bajaban ellos en el suyo a Lasarte. En la inauguración de la Peña fueron Javi Gracia, Alberto y Óscar de Paula. Se dividían los jugadores para ir a las inauguraciones, Venían y eran cercanos. Ahora es inviable, todo resulta muy diferente».

Era una época romántica, pero Iñigo destaca que también peligrosa cuando se jugaba en el Vicente Calderón: «A Madrid era imposible ir sin miedo. No quería que fueran con camiseta ni nada, la camiseta por dentro, porque sabíamos lo que podía pasar en cualquier esquina. Era un infierno. Ante el Atlético y en aquella parte de Madrid a los vascos nos odiaban, no nos podían ver. Los ultras estaban esperando a ver cómo nos podían hacer daño. Si no era Aitor habría sido cualquier otro. Lo tenían preparado y le tocó a él, que era grande, con el gorro que llevaba».

«Me decían que no fuera»

Nekane recuerda que «lloré mucho porque mis dos hermanos me decían que no fuera, que había una afición mala, que no era una fiesta como ir a San Mamés, pero con 21 años no les quería hacer caso. Estuve en Praga poco antes con Maider, la responsable de la Peña, y decían que la gente de allí también era peligrosa. Decidí ir en contra de lo que pensaban y lloré a la vuelta porque fue una cacería y mis hermanos no querían que me pusiera en peligro».

Iñigo transmite que «siempre habíamos sentido en Madrid esa hostilidad. Esa semana estuve en el Aratz con Aitor Zabaleta y me sacó la camiseta y el gorro que iba a llevar. Le dije: "Ni se te ocurra ir así" y me respondió "sí, porque soy de la Real, voy a ir así y les vamos a ganar". ¿Quién le iba a decir que por llevar un gorro lo iban a acuchillar? Pero el sitio era malo. No sé cuantas veces se lo repetí, que ni se le ocurriera. Pasó lo que nadie quería que pasara, pero se veía que un día iba a pasar».

Nekane conoció a Aitor aquel día y se hizo querer por todos: «Era muy grande, muy gracioso, dicharachero. Todo el viaje de ida fue haciendo chistes. Viajábamos en el autobús de Nicasio, que nos hacía el mejor precio con diferencia, y no le bajaba la ventanilla al conductor. Aitor fue en el peaje a pagar y les dijo que teníamos secuestrado al conductor. Todo el viaje y en el Centro Comercial de Alcobendas que paramos estuvo igual. A la vuelta se le echaba en falta porque era una persona que amenizaba y te quedas con él».

«Teníamos mucha relación con Aitor»

Iñigo conocía a Aitor porque «iba mucho con mi cuadrilla a su bar, al Aratz. Todos los viernes comíamos un bocata y teníamos mucha relación con la familia y con él. Era muy de la Real. Cada vez que me veía estaba encantado y hablábamos de la Real. Más jugadores íbamos al Aratz. Era una familia muy conocida para nosotros y Aitor era un fenómeno, con su camiseta y su gorro, muy jatorra, le gustaba ir con su equipo y pasárselo bien. Un buen tío».

Nekane recuerda que «Aitor vino con su cuadrilla porque éramos una peña tranquila sin ganas de follón, íbamos con niños de cinco años y personas mayores. No entramos en Madrid para evitar problemas, pero teníamos que ir antes a la taquilla porque había gente que no tenía entrada. Si no, habríamos ido más tarde. Yo estaba en aquel bar –el frecuentado por los ultras del Atlético al que les envió un policía municipal-. Fui al baño. Estábamos repartidos en dos bares porque éramos muchos y Aitor fue al otro. Al salir del baño decidimos salir fuera porque notamos algo raro, pedimos ayuda a la Policía y nos mandaron al campo. Yo me había quedado rezagada porque una de las que iban conmigo se quedó para decir cuatro cosas a alguien que nos insultaba y vinieron los dos coches de los que salieron los que mataron a Aitor y empezamos a correr sin sentido. Fuimos poco a poco hacia la puerta, vimos quién faltaba y yo soy la última en ver a Aitor. Porque se ha dicho que se cayó, pero estaba de pie esperando a la ambulancia diciendo que "me han pinchado". Era consciente de la magnitud de lo que pasó».

Iñigo empezó a tener noticias: «Antes del partido Salva Iriarte me dijo que “tu hermana está bien, pero han atacado a una persona”. No nos dijeron a quién, creo que lo sabían y no me lo quisieron decir. En ese momento le dimos importancia, pero siempre pensando que no iba a tener esas consecuencias. Pensábamos que era una pelea, nunca piensas que va a fallecer, que lo habían asesinado. La información que nos llegaba no era muy clara. Si no, habríamos tomado otra decisión».

Al hospital con Aranzabal

«Tras el partido –recuerda– preguntamos y nos dijeron que era Aitor Zabaleta, que estaba muy mal y que Nekane estaba bien. Fue tremendo. Fui con Agustín Aranzabal al hospital. Estuvimos con la novia, nos dijo que estaba muy mal, pero siempre piensas que va a salir. De repente aparece el médico a decirnos que había fallecido. En ese momento queríamos matar a todos, no podíamos entender cómo había pasado. Fue muy duro. Vino Gil Marín –máximo accionista del Atlético– y nos llevó al hotel. Le dijimos lo que pensábamos entre lágrimas, nos escuchó educadamente porque sabía nuestro dolor. Le dijimos que estaba todo organizado y seguramente él lo sabía. Llegamos el hotel y pensamos que nos habían matado a un aficionado de la Real».

Para la Peña Izar fue una angustia: «Nos meten en el campo a las 18.30 cuando el partido era a las 21.00. Estaba vacío, sin luces, y no teníamos móviles para avisar los que estábamos bien. Vi a un periodista, Iñaki de Mujika, y le pedí que hiciera llegar a mi hermano que yo y mis amigas estábamos bien. Pensábamos que a Aitor le iban a poner unos puntos y volvía al campo hasta que nos fuimos enterando de la realidad. Fue una pesadilla cuando nos dijeron que no iba a volver, que se moría. Tras el partido sabía que mi hermano estaba abajo y no podía decirle que estaba bien. No nos queríamos marchar a Donostia, habíamos ido 55 y estábamos 53. Queríamos ir al hospital porque Verónica estaba sola, no había nadie con ella. No nos dejaron. A las 2.30 hablamos con nuestras familias y a las tres escuchamos en el autobús que Aitor había fallecido».

Iñigo y Aranzabal llegaron a las cuatro al hotel y al día siguiente comunicaron a sus compañeros lo vivido: «Era un conocido, un amigo de mi cuadrilla que ha ido en la Peña con mi hermana y lo han matado. Te haces un montón de preguntas, ¿por qué ha pasado? ¿Qué va a pasar con el asesino? ¿Cómo explicas a la familia que había ido a ver a su equipo de toda la vida y que por eso lo han matado? Fue terrible para la plantilla. No sabíamos qué hacer, no puedes hacer nada más que pedir Justicia e intentar estar cerca de la familia, pero sabes que Aitor se nos ha ido y es un shock muy difícil de superar».

Nekane Idiakez, con Maider Gorostidi, responsable de la Peña Izar, en el anterior viaje a Praga en la UEFA. (Peña IZAR)

Nekane recuerda que «al díą siguiente nos acercamos a la Peña, que también fue Iñigo y dijo unas cosas que se nos quedaron grabadas. Tienes 21 años, vas a un partido de fútbol y acabas poniendo una esquela y en un tanatorio que no conoces ni a los padres de Aitor. Y de allí nos fuimos a la Ertzaintza porque habíamos visto cosas y nadie nos pedía declaración. Nosotras tuvimos que ir, nos tomaron declaración y volvimos tres veces a Madrid a la instrucción, a visionar un video y a un juicio en el que veías a esa calaña que se reían de ti. El juez les permitía todo. No es fácil. Piensas que no merece la pena jugarte la vida por un partido, no podíamos entender que hay gente que va a un campo con una navaja y clubes que lo permiten cuando el fútbol debe ser diversión».

Estar cerca de la familia

Iñigo indica que en esa charla «quise darles las gracias y hablé de Aitor, del buen tío que era y de que siempre apoyó a la Real. Fue muy duro, se te va una persona que ha ido a animarte, a ver a tu equipo, porque soy de la Real a muerte y me pudo pasar a mí por ver al equipo en el que tuve la suerte de jugar. Hicimos todo lo posible para estar cerca de la familia, como el club, pero lo asesinaron y la familia no volvería a tener a Aitor».

Lo sucedido unió a las integrantes de la Peña Izar, aunque «algunos de los 55 han dicho que no fueron a Madrid. El miedo y el dolor cada uno lo vive de una manera y no somos muchos los que nos juntamos, pero lo sucedido me ha unido con Maider y nos hemos seguido viendo. Tras el dolor que vivimos es bueno hablar de las cosas. Desde hace cinco años nos juntamos los que vivimos aquel viaje y brindamos por la vida, porque fue él, pero pudimos ser más si nos pillan dentro del bar, y brindamos por Aitor, es un ángel que tenemos».

Buscan cosas positivas 25 años después. Iñigo ve que «hizo que el fútbol vasco y el mundial se uniera y se tomara conciencia. Antes había más agresividad, ahora las cosas están mucho mejor. En Inglaterra veo que la Policía es dura con los ultras. A nuestros aficionados no los protegieron. Y es una maravilla cómo se recuerda a Aitor. Hay que agradecer a la Real lo que ha hecho, los homenajes a la familia le vendrán bien. Por desgracia, es un referente bonito para que la gente lo recuerde y nosotros siempre lo tendremos en el corazón».

Nekane agradece que la grada de animación lleve su nombre: «Fue muy triste, pero son muy bonitos los homenajes. Los jóvenes que no habían nacido ya saben quién es porque cantan su nombre todos los partidos. Allá donde esté entre las estrellas, estará sonriendo desde arriba».