Ingo Niebel

Tusk quiere llevar a Polonia de ser un paria a poder regional

El nuevo primer ministro polaco, Donald Tusk, ha echado a andar su Gobierno tripartito. Quiere sacar a su país del aislamiento político para convertirse en un poder regional en el seno de la Unión Europea. En el camino, se encuentra por ahora con los obstáculos de la hoy oposición ultraconservadora.

El presidente polaco, Andrzej Duda, con el nuevo primer ministro, Donald Tusk.
El presidente polaco, Andrzej Duda, con el nuevo primer ministro, Donald Tusk. (Wojtek RADWANSKI | AFP)

Polonia cuenta con un nuevo Gobierno liderado por el liberal conservador Donald Tusk. El nuevo Ejecutivo lo componen la liberal conservadora Coalición Cívica (KO) del nuevo jefe de Gobierno, el partido cristiano liberal Tercer Camino (TD) y el partido Nueva Izquierda (S&D) de carácter socialdemócrata

Con su mayoría de escaños en el parlamento polaco –el Sejm– el tripartito evitó que el primer ministro, Mateusz Morawiecki, del ultraconservador Partido Ley y Justicia (PiS) pudiese seguir gobernando el país. Después de las elecciones generales de octubre, su correligionario, el presidente de Polonia, Andrezj Duda, le había propuesto porque el PiS volvió a ser la primera fuerza política. Pero, después de ocho años en el poder, había perdido la mayoría absoluta y a los socios que le apoyaban para seguir gobernando.

Después de la derrota de Morawiecki ha llegado el momento de Tusk.

Sin embargo, el PiS se resiste a aceptar esta otra derrota. Nada más conocerse el resultado en favor del expresidente del Consejo Europeo (2014-2019), el líder del PiS, Jarosław Kaczynski, se apoderó del micrófono y le espetó al nuevo jefe de gobierno: «Usted es un agente alemán».

Repitió así el eslogán utilizado en la campaña electoral contra la cabeza más conocida de la KO. Por si faltaba otra prueba más de la crispación política que vive la quinta economía de la UE, el mismo día de la votación de Tusk en el Sejm, el diputado panpolaco Grzegorz Braun vació un extintor y apagó un candelabro  Hanukkah en medio de un encuentro de parlamentarios judíos con el embajador israelí, Yacov Livne. La Presidencia del parlamento le ha retirado el acceso al recinto al visceral antisemita y ha dado parte a la Fiscalía.

Mientras tanto, el PiS recurre a la «lawfare», a la guerra con medios jurídicos, para complicarle la vida a Tusk. El Tribunal Constitucional, compuesto por jueces elegidos por el partido ultra, ha prohibido al nuevo Gobierno remodelar la radio y TV públicas, que el PiS había convertido en sus altavoces de propaganda.

Por otro lado, el nuevo hombre fuerte ha sustituido a los jefes de todos los servicios de Inteligencia.

De poco le servirá a Tusk su mayoría en el parlamento si a corto plazo no consigue controlar también las instituciones pendientes del Ejecutivo. A medio plazo tendrá que devolverle a la Justicia su independencia si quiere imponer los baremos mínimos que caracterizan a un Estado de Derecho en la UE.

De esta tarea se va a encargar el nuevo ministro de Justicia, Adam Bodnar. El experto en derechos cívicos inicia su labor con una reciente sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que ha condenado a Polonia por vulnerar los derechos de una mujer por obligarla a abortar en el extranjero.

En el año 2020, el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional la interrupción del embarazo por la deformación del feto. La restrictiva legislación solo permite el aborto en caso de violación o si la vida o la salud de la madre corre peligro. La gestión de Bodnar se medirá también en cómo se soluciona el caso del periodista vasco-ruso Pablo González. En febrero cumplirá dos años en prisión preventiva e incomunicada bajo la acusación de haber espiado por Rusia. Hasta ahora, la justicia polaca le ha privado de los derechos básicos que le corresponden como ciudadano europeo.

 

El objetivo de Tusk y Sikorski es convertir Polonia en la abogada de Ucrania y de los países de los Balcanes en el seno de la UE, operando a la misma altura que las repúblicas alemana y francesa.

 

Entretanto, Bruselas financia el cambio en Varsovia prometiendo que, como adelanto, recibiría unos cinco mil millones de euros en ayudas antes de terminar el año. «Un regalo de Navidad», ha reaccionado Tusk al conocerse la noticia en su reciente estancia en la capital de la UE.

El dinero le vendrá bien para blindar su poder en casa. Para ello necesita también éxitos a nivel internacional. En ello debe ayudarle su nuevo ministro de Exterior, el exmiembro del PiS Radoslaw Sikorski. «Quiero una Unión fuerte que no solo se levanta contra Putin sino que le manda al infierno», ha dicho en el parlamento europeo. Con él la tradicional rusofobia polaca va a seguir en pie, como también la amistad con EEUU.

El objetivo de Tusk y Sikorski es convertir Polonia en la abogada de Ucrania y de los países de los Balcanes en el seno de la UE, operando a la misma altura que las repúblicas alemana y francesa. En el peor de los escenarios, Moscú gana la guerra contra Kiev, extiende su poder hasta el río Bug abriendo otro frente directo con la UE después del de Finlandia y de las Repúblicas Bálticas. En el caso más ideal Kiev vence e incluso reconquista los territorios perdidos desde 2014. El más probable será, hoy por hoy, que Ucrania consiga consolidar el frente de alguna manera y se convierta en un estado miembro de la UE bajo la tutela de Polonia.