Los agricultores gripan Alemania
La primera semana laboral tras la época vacacional ha empezado con cortes de carreteras y manifestaciones en toda la República Federal. A ello se podría unir la huelga de los maquinistas hasta el viernes. Las protestas son alimentadas por un descontento generalizado y por intereses partidistas.
En medio de una ola de frío e inundaciones, los agricultores alemanes prosiguen con su semana de protestas. Se ven secundados por otros gremios– transportistas, artesanos, hosteleros– también afectados por la política del tripartito del canciller, Olaf Scholz (SPD). Pese a las protestas, el Ejecutivo ha decidido ir quitando subvenciones. Irá retirando la ayuda al diésel para vehículos agrarios hasta 2026, aunque quería haber eliminado esta ventaja fiscal de forma inmediata.
La decisión es consecuencia de la sentencia de la Corte Constitucional Federal que, en noviembre, declaró en parte anticonstitucional el propuesto Presupuesto General del Estado. De repente, el tripartito de Scholz se ha visto obligado a tapar un agujero de 60.000 millones de euros. Esta suma habría provenido de la ayuda que en su día el Bundestag acordó para hacer frente a los efectos de la pandemia.
Dado que no se llegó a utilizar toda la partida, el nuevo ejecutivo del SPD con los Verdes y el Partido Liberaldemócrata (FDP) pensó que con el resto podría financiar sus proyectos políticos. La opositora Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Friedrich Merz, avisó de que eso sería ilegal y llevó el caso ante el máximo tribunal.
Después del fallo, el ministro de Hacienda, Christian Lindner (FDP), congeló el presupuesto. Con sus socios buscó formas de ahorrar dinero en medio de la habitual bronca en la coalición. Aunque ha modificado su postura inicial respecto a los recortes en agricultura, el sector ve venir lo que ya ha pasado en la hostelería, cuando el 1 de enero el IVA volvió a subir del 7% al 19% para comidas y bebidas.
El Gobierno anterior había bajado este impuesto temporalmente para que el sector pudiera recuperar las pérdidas que generó el cierre de los establecimientos durante el covid. A ello se añade la inflación, que en 2023 alcanzó el 6%. Para 2024 se espera que baje al 2%. Aún así, la vida se encarece y muchos perciben que sus sueldos no crecen al mismo ritmo.
IRA CRECIENTE
También en el sector agrario producir es cada vez más caro pero no pueden repercutir esta subida porque entre ellos y los consumidores están las empresas que dictan los precios. El propio ministro federal de Economía, Robert Habeck (Verdes), ha reconocido el problema. Los agricultores se ven obligados a aumentar su producción para igualar los gastos. Eso conlleva, según Habeck, la mal llamada «reforma estructural» del sector, es decir, algunas explotaciones o empresas se han de expandir a costa de otras que han de cerrar. El ministro invita al diálogo pero el fin de semana vivió en persona el malestar del sector cuando, por razones de seguridad, el ferry que iba a llevarle a la costa alemana no amarró porque las decenas de agricultores que le esperaban se mostraron poco dialogantes.
De hecho, muchos se sienten frustrados. En Berlín, un orador de los «Agricultores Libres» revindicó la cancelación de los acuerdos de libre comercio, la reducción de las importaciones de soja y aceite de palma y la prohibición de «la ingeniería genética y la carne de laboratorio», además de permitir la caza del lobo.
Los Verdes subrayan el hecho de que la ultraderecha intenta instrumentalizar estas protestas en concreto y en general el malestar que reina en una buena parte de la sociedad. La gestión errática de Scholz y sus socios tanto respecto al PGE como también en política exterior, donde quiere doblar la ayuda militar a Ucrania de 4.000 a 8.000 millones de euros, alimenta la crispación.
La CDU no solo se aprovecha de este ambiente, sino que lo alimenta, por ejemplo con un cartel que muestra a un agresivo ganadero con una horquilla y el lema «Quita tus dedos del diésel agrícola». Merz quiere elecciones anticipadas, que solo se darían si Scholz perdiera la confianza de la mayoría del Bundestag.
En el este alemán varias organizaciones ultraderechistas quieren aprovechar la situación para poner en práctica sus sueños de una «toma del poder» en la que los integrantes del tripartito acabarían en la cárcel, si no en la horca que algunos llevan en sus tractores. En Erfurt, el ministro presidente de Turingia, Bodo Ramelow, del partido Die Linke (La Izquierda) intentó dialogar con los manifestantes pero sus palabras se perdieron, a pesar de la megafonía, entre gritos de «¡Lárgate!».
En estos momentos no hay ningún partido político en Alemania que pudiera dar una solución satisfactoria a los múltiples problemas que sacuden al tercer poder económico del mundo.