«Guayaquil City va a reventar...»
Los que pintamos canas, y calva, por estos lares coreábamos allá por los noventa esa canción de Mano Negra, como tantas otras de Manu Chao. Podíamos imaginar entonces que Guayaquil reventaría. Y es que la bella y costera ciudad del Pacífico ha sido durante largos años, con interregnos, foco de inseguridad en Ecuador.
Lo que no atisbábamos era que todo el país fuera a saltar por los aires 35 años después. El magnicidio de un candidato presidencial (Villavicencio) en plena campaña electoral ya mandó señales. La victoria del derechista Noboa y sus planes para emular el «modelo Bukele» de El Salvador, y la fuga de una prisión de «máxima seguridad» de “Fito”, embajador del cártel de Sinaloa en Ecuador han hecho el resto.
De Colombia a Perú, de México a Ecuador, con Guatemala y Honduras asoladas por las maras, con El Salvador practicando una fórmula represiva que vende seguridad a cambio de derechos y libertad, con problemas crecientes de inseguridad en zonas de Brasil hasta hace poco consideradas más o menos seguras y con el olvidado «pozo negro» de Haití... Latinoamérica se hunde. Y con ella no ya el sueño de una América más justa, sino más segura, que, al fin y al cabo, no es lo mismo, pero es igual.
La poco sospechosa y Pontificia Universidad Católica de Chile ha asegurado a la agencia Efe que el índice de Riesgo Político América Latina, que identifica los peligros que amenazan la región, muestra en la edición de 2023 un aumento significativo entre la corrupción y la impunidad.
«El crimen organizado es el responsable de alrededor de la mitad de los homicidios en Latinoamérica, además de que ocho de las diez ciudades más peligrosas del mundo están en la región».
«Ecuador es un gran ejemplo de cómo un país se deterioró aceleradamente. En 2018, tenía seis homicidios por cada 100.000 habitantes y en 2023. la cifra llegó a 46 homicidios, lo que implica un aumento de casi el 800%».
Es tentador pensar, y seguro que hasta cierto punto cierto, que la reacción, sufrida también en Ecuador, es un factor que coadyuva. Pero me temo que va más allá.
Lo único seguro es que miles y miles de personas que huyen de la pobreza y la inseguridad tocan las puertas de EEUU. Principal consumidor de esa droga que manda o condiciona a tantos Gobiernos. Algunos logran su objetivo, otros mueren en el intento y los más vuelven a casa. Los hay incluso que ya ni se mueven.
El presidente colombiano Gustavo Petro advierte de que hay que repensar el modelo de «una política antidrogas equivocada», que ha llevado a la expansión de bandas internacionales, un problema que no es solo de ese país, sino «multinacional».
Ojalá no sea demasiado tarde. Cuando no imposible.