Osasuna comenzó esta Liga como un tiro a domicilio, pero esa dinámica se secó tras la victoria en Mendizorrotza, en un ya lejano 1 de octubre. Desde entonces, el conjunto rojillo solo ha sumado un punto en Cádiz a mediados de diciembre.
Casi cuatro largos meses en los que los de Arrasate llevan sin sumar de tres, algo inusual en un grupo que, si por algo se caracterizaba lejos de El Sadar, era por ser un bloque muy rocoso y complicado de superar.
Esa percepción parece haberse difuminado en los últimos tiempos, aunque este domingo va a disponer de una magnífica oportunidad de recuperar viejas sensaciones en un Sánchez Pizjuán que está que trina con los suyos.
Y es que el Sevilla acumula en el tiempo prácticamente la misma dinámica negativa que Osasuna, pero a la inversa. A los hispalenses les cuesta un mundo sacar adelante los partidos ligueros ante su público, algo que no consiguen desde el 26 de septiembre pasado.
Además, la mejoría del equipo navarro en la competición liguera hace abrigar esperanzas de que una victoria foránea está al alcance de la mano, sobre todo por el cambio habido en el aspecto defensivo, con dos porterías a cero frente a Rayo y Almería.
No parece muy probable que el preparador vizcaino vuelva a repetir en su once con dos arietes natos –Raúl y Budimir–, habida cuenta de que necesitará velocidad –Arnaiz– y creación –Aimar– en ataque, amén del más que posible regreso de Areso al lateral derecho.
En vísperas de que se cierre el mercado invernal, durante estos días previos se ha hablado más de las salidas en la plantilla que de este inminente compromiso liguero. De momento, Adama Boiro y Nacho Vidal han abandonado la entidad rojilla y Chimy Ávila también tiene un pie fuera, aunque sin destino definitivo, tras rechazar Osasuna una propuesta bética de cesión y compra obligatoria el próximo junio por valor de tres millones de euros.
El Sevilla, por su parte, vive uno de los peores momentos deportivos de su reciente historia, coqueteando con el descenso y con su tercer entrenador del curso, Quique Sánchez Flores, en el alambre.
Los de Nervión llevan cuatro derrotas consecutivas, una situación que ha llevado al míster madrileño a jugar con cinco defensas, disposición que muy probablemente repetirá frente al equipo navarro.
A los locales también les afecta esta ventana de mercado –Rakitic negocia marcharse a la liga árabe–, junto a las bajas de los lesionados Kike Salas, Gudelj y Lukebakio, además de En-Nesyri, que se encuentra en la Copa de África.
«Hambre y energía»
Arrasate ha asegurado que ve a su equipo «con hambre y energía» de cara al choque, con la idea de darle «continuidad» a la inercia ganadora. «Los buenos equipos son los que, después de vencer, todavía tienen hambre de seguir ganando», ha señalado.
«Queremos hacer una buena segunda vuelta, ganar fuera de casa y estamos enfocados en eso –ha añadido–. Hemos cambiado el dibujo y a ver si somos capaces de perfeccionarlo e ir consiguiendo victorias».
También ha hablado sobre la posible salida del Chimy. «No soy ajeno a los rumores, pero lo que tenemos claro es que la semana que viene se va a incorporar al grupo y estamos deseando acogerlo otra vez», ha apuntado.
Respecto a su adversario, el de Berriatua se ha mostrado sorprendido por su situación. «Sabemos que será un partido complicado, ellos también se quedan con una sola competición y en casa estamos seguros de que van a apretar con su gente y querrán ganar», ha indicado.