La encuesta de Lehendakaritza publicada ayer, que augura un empate a 27 escaños entre EH Bildu y PNV, culmina la primera ronda de encuestas preelectorales. Haya sorpasso o no, todas señalan la misma tendencia: los jeltzales bajan y la izquierda soberanista sube. El cambio de ciclo que empezó a dibujarse en 2023 parece estar confirmándose. Eso no significa que automáticamente vaya a abrirse el juego político. Más bien al contrario, la primera reacción del statu quo a los cambios acostumbra ser la resistencia a cualquier transformación.
Hay una cifra que va a determinar, sin embargo, la medida en que se pueda abrir ese juego. Es la de los escaños que sumen PNV y PSE. 37 abren el juego, mientras que 38 -mayoría absoluta- lo cierran. Y hay una variable que va a afectar de forma directa a esa suma: la división del voto de la izquierda confederal.
El sondeo de Lehendakaritza –que da 11 escaños al PSE; 6, al PP; 2, a Sumar; 1, a Elkarrekin Podemos, y otro a Vox– prevé 38 escaños para la actual coalición de Gobierno, con la izquierda confederal separada. La encuesta de Aztiker publicada en estas páginas auguraba un máximo de 37 escaños para PNV y PSE, pero con Sumar y Podemos acudiendo juntos. La de Vocento situaba a los actuales socios en una ambigua horquilla entre los 36 y los 38, pero indicaba claramente que, acudiendo juntos los de Gorrotxategi y los de García, la estimación más probable era la de 37 parlamentarios para Pradales y Andueza, mientras que acudiendo los primeros por separado, sería más probable que lograran 38. Incluso el EiTB Focus, históricamente el más tendencioso de los sondeos, preveía 38 escaños con Sumar y Podemos juntos y 40 si van en dos candidaturas.
Todo está por escribirse, pero hay una certeza difícilmente discutible: las posibilidades de abrir el juego político y habilitar nuevas aritméticas en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa es mucho menor con la izquierda confederal separada.