Una médico de MSF, cuyo nombre no ha sido revelado, ha dado su testimonio desde la ciudad de Rafah, atacada ahora por el Ejército israelí pese a acoger a 1,4 millones de palestinos que la tenían como último refugio posible: «Sé que este mensaje no significa nada para mucha gente y que tampoco servirá para cambiar nada, pero lo que sí sé es que, si no hemos muerto ahora, lo haremos en el próximo ataque aéreo o en el siguiente».
«Y para ser sinceros, aquel que muere puede considerarse afortunado –sigue la doctora–. El que sobrevive está condenado a sufrir una y otra vez, como si fuera víctima de una maldición; abandonado por todo el mundo. No es justo. No sé cómo la gente puede dormir sabiendo que nuestros hijos sufren esta injusticia. Solo somos civiles. Yo soy médica. Mi marido es médico. Y estamos sufriendo desde el primer día de esta guerra. No sé si va a terminar pronto», ha declarado.
La doctora palestina ha contado cómo, el pasado lunes, un bombardeo a medianoche alcanzó un edificio cercano a su vivienda, que les hizo perder «muchas cosas» pero con la fortuna de que sus hijos y el resto de su familia habían sobrevivido.
«Hacia las 5.00 horas hubo un ataque aéreo muy fuerte (...). En cuestión de segundos, pensé en mis hijos y oí cosas cayéndose por la habitación. Así que cubrí con las sábanas a mi hija pequeña, que dormía sobre mi brazo, y fui corriendo a ver cómo estaba el resto. Mi hija mediana dormía a mi lado. La cubrí con mi cuerpo. Un montón de cosas caían sobre mi espalda, golpeándome. Cascotes, maderas... muchas otras cosas que ni siquiera sé lo que eran. Todo en cuestión de segundos. En ese momento, no sentí nada más que dolor. Mi mente ni siquiera estaba allí; yo estaba como ida», ha agregado.
Tras el ataque, todos ellos salieron a la calle hasta que amaneció, momento en el que pudieron comprobar todos los daños que tanto su casa como otra de las cercanías habían sufrido.
Tras encontrar una pierna en su casa tras un bombardeo, ha escrito los nombres de sus hijos en sus extremidades para que puedan identificarlos si también acaban despedazados
«Las personas que estaban en esa casa estaban allí buscando refugio. No sé el número, nadie sabe cuántas eran exactamente, pero lo han perdido todo. En nuestra casa, mientras comprobábamos los daños, encontré pedazos de carne humana. Encontramos una extremidad inferior entera, perteneciente a alguien que no sabemos ni quién es. Cuando vi los trozos de carne en el suelo, lloré», ha descrito.
Tras ello, la doctora decidió escribir los nombres de sus hijos y de sus familiares en sus respectivas extremidades para poder ser identificados en el caso de que una bomba alcance su hogar, que no pueden abandonar por «no tener otro sitio al que ir».
«Sobreviví, pero mi mente no. Moriremos. Todos nosotros. Esperemos que lo suficientemente pronto para detener el sufrimiento que estamos viviendo cada segundo», ha relatado.
Desde Jan Yunis
Por otro lado, la coordinadora de MSF en la Franja de Gaza, Lisa Macheiner, ha asegurado que las explosiones contra Rafá se oyeron y sintieron desde la ciudad de Jan Yunis, también en el sur del enclave, separadas por una distancia de unos diez kilómetros.
«Hubo ataques en Rafá ayer durante el día y también durante la noche. Desde Jan Yunis oíamos muchas explosiones fuertes. Nuestras ventanas y puertas temblaron toda la noche. Había mucho, mucho ruido», ha explicado Macheiner.
La coordinadora de MSF en Gaza, Lisa Macheiner, explica que en Rafah «no hay espacio ni para caminar» y los niños se encuentran «aterrorizados»
Asimismo, ha destacado que la gente no se siente segura y que los niños se encuentran «aterrorizados» y «angustiados», y que la situación de aglomeración de personas hace que muchas veces «no haya espacio ni para caminar».
La coordinadora también ha detallado que falta atención primaria para la población, entre los que hay pacientes que necesitan seguimiento tras ser sometidos a operaciones quirúrgicas e incluso personas con heridas infectadas. «Llevan meses así y la gente está agotada. (...) Hay falta de acceso a alimentos, falta de acceso a agua, falta de acceso a saneamiento, falta de acceso a atención sanitaria», ha agregado.
«Vemos que la gente empieza a moverse, a coger las pocas pertenencias que les quedan para intentar llegar a un lugar más seguro. Ya no saben qué hacer y se sienten inseguros y aterrorizados por lo que pueda pasar. '¿Dónde es seguro? ¿Dónde deberíamos ir?', se preguntan. Y no hay respuesta para eso, lo cual solo les lleva a un sentimiento de desesperación. Es triste ver la mirada vacía de la gente a pesar de toda la resiliencia que tienen», se ha lamentado Macheiner.