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El opositor ruso Alexei Navalni muere en una prisión del Ártico

Alexei Navalni, la imagen de la oposición al Kremlin en el último decenio, ha muerto «repentinamente» en la prisión del Ártico Norte a donde fue dispersado en diciembre. Denunció en agosto de 2020 su envenenamiento pero volvió a Rusia de su exilio en Alemania. Desde entonces estaba entre rejas.

Una de las muchas detenciones sufridas por el opositor ruso.
Una de las muchas detenciones sufridas por el opositor ruso. (Alexander NEMENOV | AFP)

El líder opositor ruso, Alexéi Navalni, ha muerto hoy de manera repentina en la prisión ártica en la que se encontraba desde diciembre pasado, según han informado los servicios penitenciarios de Rusia.

Según la versión de los responsables de la prisión, en informaciones recogidas por la agencia rusa de noticias Interfax, «Navalni se empezó a encontrar mal durante un paseo y, casi de forma inmediata, se desmayó».

«Se le practicaron los necesarios procedimientos de reanimación, que no dieron ningún resultado. Los médicos de urgencias constataron la muerte del condenado. Se están estableciendo las causas del fallecimiento», señala el comunicado oficial sobre el deceso de Navalni, de 47 años.

Navalny, condenado a una pena a 19 años de cárcel por «extremismo», fue trasladado en diciembre de 2023 a una cárcel en la región ártica del norte de Rusia. Después de que su equipo perdiese contacto con él durante más de dos semanas.

Finalmente Navalny fue localizado en el centro penal IK-3 en Jarp, en la región de Yamal-Nenets, a unos 1.900 kilómetros al noreste de la capital rusa, Moscú.

Es una de las prisiones más septentrionales y más remotas del país. Las condiciones de subsistencia son muy duras, con un régimen especial, en una zona helada con permafrost, el hielo perenne.

De muy difícil acceso, allí no rigen lo sistemas de entrega de correo que utilizan los presos en otros centros, lo que explica la tardanza en su localización.

Azote de Putin

Abogado y político liberal pero a la vez pan-ruso, Navalni se forjó como azote del presidente ruso, Vladimir Putin.

El 27% de votos que cosechó en las elecciones municipales en Moscú en 2013 le catapultó políticamente. Dos años antes, había fundado la Fundación Anticorrupción, que en todos estos años ha denunciado las lujosas mansiones e ingentes propiedades de las que disfrutaría el desde el año 2000 eterno inquilino del Kremlin.

En agosto de 2020, fue hospitalizado inconsciente en estado grave, ingresado en cuidados intensivos en el hospital de Omsk en Siberia. Su equipo denunció que había sido envenenado.

Trasladado a Alemania con permiso del Kremlin, el hospital de Berlín donde fue tratado confirmó su envenenamiento con Novichok, un agente nervioso diseñado en la época soviética.

Tras su convalecencia, Navalni decidió volver a Rusia en enero de 2021. Fue inmediatamente procesado, condenado y encarcelado en diversas y sucesivas causas, desde corrupción hasta «extremismo», figura jurídica que en Rusia engloba a todo el que se atreva a desafiar a Putin y a su entorno.

Putin, en el punto de mira

Tras conocerse la muerte de Navalni, la ola de reacciones no se ha hecho esperar. La vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, ha afirmado que Rusia es «responsable» de la muerte del líder opositor ruso, que a su juicio es otra señal de la «brutalidad» de Putin.

Por la tarde, en declaraciones ante la prensa en la Casa Blanca, Biden ha sido preguntado sobre si anunciará sanciones en respuesta a la muerte de Navalni, ante lo que el mandatario ha respondido: «Estamos mirando diferentes opciones», tras reiterar que Washington «responsabiliza» al mandatario ruso.

Ante ello, el ministerio de Exteriores de Rusia ha instado a EEUU a «no realizar acusaciones sin fundamento» sobre los responsables de la muerte hasta que se conozcan los resultados de la autopsia. «La muerte de una persona siempre es una tragedia. En vez de acusaciones gratuitas, deben mostrar moderación y esperar los resultados oficiales de la autopsia», señala el comunicado de Exteriores.

Washington no ha sido el único. La ONU ha expresado su «consternación» por la muerte y ha reclamado a Rusia que «termine con la persecución de políticos, defensores de derechos humanos y periodistas». «Un Estado tiene la obligación de proteger las vidas de los individuos privados de libertad y si una persona muere bajo custodia del Estado hay que presuponer que el Estado es responsable, algo que sólo puede impugnar tras una investigación transparente por un órgano independiente».

En ese sentido, relatores de Naciones Unidas han exigido una investigación sobre las circunstancias que rodean la muerte del opositor, que incluya una autopsia por expertos independientes y desligados del Estado.

«La muerte de Navalni podría constituir una privación arbitraria del derecho a la vida, y sirve para recordar el drástico deterioro de los derechos humanos en Rusia», han indicado los expertos de Naciones Unidas en un comunicado conjunto.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha asegurado estar «conmocionado» por la muerte, mientras que el ministro de Exteriores de Portugal, João Gomes Cravinho, ha ido más allá y ha señalado que «Putin usó sus poderes arbitrarios para encarcelarlo en condiciones cada vez más draconianas y es responsable de su muerte». También David Cameron, ministro británico de Exteriores, ha afirmado que el mandatario ruso «debe rendir cuentas». Polonia, la OTAN, Ucrania, la UE, Alemania, Países Bajos o Bélgica también han reaccionado en términos parecidos.