Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

Centenario Joseph Conrad, una ruta dictada por la tragedia y la aventura

Escritor británico de origen polaco, Joseph Conrad está considerado como uno de los grandes autores en lengua inglesa del siglo XIX. Su obra, en la que analiza los rincones más débiles y oscuros del alma humana, fue un reflejo de su propia existencia aventurera.

Joseph Conrad, autor de novelas tan universales como 'El corazón de las tinieblas'.
Joseph Conrad, autor de novelas tan universales como 'El corazón de las tinieblas'. (THE LONDON LIBRARY)

Nacido el 3 de diciembre de 1857 en Berdyczów, en la actual Ucrania, el hombre que más tarde sería conocido como Joseph Conrad llevaba consigo un bagaje de experiencias tumultuosas desde su infancia. Su nombre real en polaco, Józef Teodor Konrad Nałęcz-Korzeniowski, refleja la riqueza de su herencia y las complejidades de su propia experiencia vital. El futuro navegante y escritor creció en la Polonia ocupada por Rusia, bajo la sombra de un padre aristócrata empobrecido, escritor y miliciano.

Este patriarca, portador del escudo de armas de Nałęcz, se enfrentó a la dura represión rusa, siendo arrestado y condenado a trabajos forzados en Siberia.

La madre de Conrad, también desterrada, sucumbió a la tuberculosis, mientras que su padre, a pesar de ser liberado para regresar a Cracovia, falleció cuatro años después.

Estas experiencias traumáticas durante la ocupación rusa posiblemente moldearon las perspectivas de Conrad sobre el colonialismo, temas que resonarían confuerza en obras como ‘El corazón de las tinieblas’ y ‘Nostromo’.

Educado por su tío, un hombre más conservador que sus padres, Conrad abandonó la escuela a los 17 años para perseguir una vida marítima. Embarcándose en Marsella como marino mercante, alzada el ancla, vivió una existencia aventurera inmerso en el tráfico de armas y conspiraciones políticas, incluso en países tan lejanos como Venezuela.

Después de intentar suicidarse en 1878, se unió a un barco británico para eludir el servicio militar ruso, aprendiendo inglés en el proceso. A los 21 años, Conrad superó el examen de capitán de barco y obtuvo la nacionalidad británica en 1884.

Levando anclas

Su llegada a Gran Bretaña marcó el comienzo de una nueva etapa en su vida. Tripulando el ‘Narcissus’, exploró lugares como Bombay y el sudeste asiático, experiencias que se reflejarían en obras posteriores como ‘Lord Jim’, ‘Un vagabundo en las islas’ y ‘El negro del Narcissus’. El sueño africano de Conrad se cumplió en 1889, cuando contribuyó al acuerdo del Estado Libre del Congo.

Su estancia en dicho país expuso las atrocidades cometidas por los colonos contra la población nativa y sirvió como inspiración crucial para ‘El corazón de las tinieblas’.

En su obra ‘Amy Foster’, de 1901, Conrad expresó la gran soledad de su vida de exilio, una vida que, a pesar de las tragedias, estaba impregnada de la riqueza de las experiencias y la aventura que encontró en una singladura que culminó en Bishopsbourne el 3 de agosto de 1924.

La odisea fantástica de Conrad en Euskal Herria

A lo largo de la ruta de Joseph Conrad topamos con una singularidad relacionada con Euskal Herria, la supuesta etapa que vivió en 1875 ejerciendo contrabando de armas para las tropas carlistas, una operación clandestina iniciada en Marsella y que fue auspiciada por una enigmática dama vasca, supuesta amante del pretendiente Carlos VII, y de quien se rumoreaba que Conrad estaba profundamente enamorado.

Según afirmó el escritor, esta historia folletinesca no culminó en un final muy feliz, sino que se tradujo en una tragedia doble.

La misión de contrabando fue traicionada, frustrando los planes de Conrad y sus cómplices, y sus relaciones con dicha dama derivaron en un duelo en el que Conrad resultó herido. Todo ello ha sido negado por diversos expertos que afirman que esta aventura en Euskal Herria tan solo fue producto de su imaginación, algo que quedó plasmado en dos de sus obras: ‘La flecha de oro’ (1919) y ‘El Tremolino’, un relato que aparece en ‘El espejo del mar’ (1906).