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Misas católicas por la inclusión LGTBI en Ciudad de México, ante una Iglesia que discrimina

Una vez al mes, la Sagrada Familia de Ciudad de México acoge misas dirigidas a las personas del colectivo LGTBI, que alrededor del mundo son muchas las que practican la religión católica. Hay mensajes autocríticos pero también conciencia de opresión todavía por parte de la Iglesia.

El padre Gonzalo Rosas, celebrando misa con la comunidad LGTBI.
El padre Gonzalo Rosas, celebrando misa con la comunidad LGTBI. (Carl DE SOUZA | AFP)

«Oremos todos, todas, todes», pide Gonzalo Rosas, sacerdote jesuita que celebra misas por la inclusión de las personas LGTBI en Ciudad de México, ahora con una motivación adicional: el aval del papa para bendecir a parejas del mismo sexo.

Aunque Francisco de su bendición a estas parejas, no aprueba su unión en matrimonio, argumentando que «Dios no puede bendecir el pecado». Varias asociaciones y agrupaciones de personas del colectivo LGTBI consideran esto una discriminación.

En la Sagrada Familia de la capital mexicana, donde el padre Gonzalo trabaja desde hace once años, oficia eucaristías dominicales con la comunidad LGTBI una vez al mes, que se replican en tres iglesias capitalinas.

Al tomar la palabra durante el sermón, Víctor Rodríguez afirma que él y muchos otros acuden porque se sienten «excluidos», como cuando fue presionado de adolescente a dejar el seminario por ser homosexual.

Entonces invita a la feligresía a orar por quienes los rechazan: «Por ese curita que me sacó de la iglesia por ser como soy», dice Rodríguez, de 39 años, quien asiste con su esposo.

Es el acceso a la orden lo que las asociaciones de creyentes del colectivo han pedido al Vaticano, según recogía el medio elDiario.es en 2022. «Solicitamos al Vaticano un grupo de reflexión de género, cambios en la doctrina actual, un acercamiento a la realidad LGTBI+ creyente y el acceso a todos los sacramentos, como el orden y el matrimonio, en las mismas condiciones que el resto de los miembros de la Iglesia», rezaba la petición.

«Milagro»

La misión del padre Gonzalo al llegar al templo mexicano, en 2013, fue conocer a la comunidad. Dice que descubrió «rostros nuevos».

«Encontré mucha diversidad sexual, busqué a las organizaciones, a los jóvenes para dialogar. Me decían ‘padre, la iglesia nos excluye’ (...). Los invité a ver qué camino podíamos hacer juntos y surgió la idea de una misa», recuerda el sacerdote de 68 años, compañero de orden del papa Francisco.

A la derecha, Regina, persona no binaria, en la iglesia. (Carl DE SOUZA / AFP)

En la iglesia ya existía un coro de jóvenes LGBT que habían dejado el seminario y se reunían a orar en una casa, recuerda Eduardo Andrade, director del grupo musical.

Con la llegada del padre Gonzalo «se vio la posibilidad de visibilizar su orientación sexual» y formalizar las misas, añade Andrade, del Colectivo Teresa, organización teológica dirigida a personas LGBT.

El sacerdote cuenta que sus superiores autorizaron las celebraciones a condición de que no se politizaran.

Incómodos, algunos feligreses se marginaron, evoca de su lado Andrade, quien describe estas eucaristías como experiencias «únicas» en América Latina.

«Hay algunas comunidades que tienen misas, pero son una vez al mes o cada dos meses y es a puerta cerrada, o si son abiertas, no se menciona que hay comunidad LGBT», asegura el también integrante de la Red Global de Católicos Arcoíris.

En diciembre pasado, el papa autorizó la bendición a parejas del mismo sexo, aclarando que se consagra a las personas y no la unión, fuera de los rituales litúrgicos. Al siguiente mes, tras la misa, se dieron las dos primeras bendiciones de la Sagrada Familia.

«Fue un milagro de Dios, nosotros somos muy católicos. Nunca llegué a pensar que en una iglesia me aceptaran con mi pareja, mi sexualidad», dice Arturo Manjarrez junto a su esposo Carlos Sánchez.

Según dijo Samuel Smith, homosexual y trans católico, a la emisora de radio estadounidense NPR, «ahora que tenemos la opción de tener una bendición, que nuestra relación sea bendecida, incluso fuera del matrimonio, que es el sacramento sagrado del matrimonio en la Iglesia Católica sigue siendo muy importante poder recibir la bendición y poder incorporar esa tradición católica en nuestra relación». Además, expresó que cree que la Iglesia aprobará el matrimonio homosexual en algún momento.

Pionera

Ciudad de México fue pionera en América Latina al aprobar el matrimonio igualitario en 2010. Doce años después la Suprema Corte lo legalizó en todo el país, donde 72% de sus 126 millones de habitantes se declaran católicos.

Un tercio de los estados aceptan además la adopción homoparental, e incluso el padre Gonzalo ha bautizado a un par de bebés con dos mamás.

Reconciliación

Andrade reconoce que para algunos sectores LGBT las bendiciones autorizadas por Francisco son una «migaja», pero él lo celebra. «Es mejor dar un paso pequeño, pero seguro».

En un barrio vecino, Vincent Schwahn, sacerdote anglicano retirado y casado con un mexicano por la ley y la iglesia en su natal Estados Unidos, reconoce un paso «en dos mil años de homofobia».

El activista LGTBI Eduardo Andrade dirige un ensayo del coro. (Carl DE SOUZA / AFP)

Pero critica las restricciones. «Es como bendecir un auto», añade Schwahn, quien el pasado 14 de febrero ofició una ceremonia por el miércoles de ceniza en un mercado.

Director de Casa Koinonia, organización religiosa dirigida a la comunidad LGBT, Schwahn considera que «todas las parroquias deben ser inclusivas».

Con una camiseta negra que reza «blessed» (bendecido) en los colores del arcoíris y una cruz en el cuello, Andrade marca el compás del coro. Destaca la voz de Regina, que se dedica a la pedagogía y se define como persona no binaria, con rostro maquillado y colorida blusa.

«A la primera misa llegué ‘heteronormado’, vestido de manera común. Pero me dijeron, ‘¿dónde está el atuendo, dónde está el maquillaje?’. Y cuando entro, veo que esto es totalmente distinto. Me reconcilié con la Iglesia», explica abanico en mano.

Aunque la mayoría de asistentes son miembros de la comunidad LGBT, amigos y familiares, también hay quienes van por su cuenta. «Es lo que tenemos que aprender, todos somos seres humanos, todos nos tenemos que respetar», expresa Irma Juárez, de 77 años.