La final completa un lustro de progresión a todos los niveles

La Real disputará por segunda vez en su historia la final de Copa, completando un lustro repleto de hitos y en el que es innegable la progresión no ya del primer equipo, sino de la sección al completo. No todo han sido luces para la entidad, incapaz de retener a varias futbolistas.

Las jugadoras de la Real celebran el pase a la final de Copa.
Las jugadoras de la Real celebran el pase a la final de Copa. (Jon URBE | FOKU)

El título de Copa de 2019 fue el primer gran éxito de un equipo que llevaba poco más de una década en la elite. No ha vuelto a levantar los brazos desde entonces, pero con la final que disputará el próximo 18 de mayo completará un lustro repleto de hitos, en el que la progresión no ya del equipo, sino de la sección al completo, es innegable.

Desde aquella final de Granada, la Real ha conseguido su mejor clasificación histórica en Liga, que le valió debutar en Champions League, y ha disputado dos finales de Supercopa. Dolorosa la primera, saldada con un resultado humillante a favor del Barcelona, pero que debe recordarse para constatar el salto competitivo de un equipo que solo tres años después, aun cayendo de nuevo frente al cuadro catalán, fue un subcampeón con más orgullo que lágrimas.

En este lustro que separa las dos finales de Copa, la apuesta del club por la cantera se ha redoblado, con la creación de un segundo filial y del equipo cadete y el ascenso que celebraron el pasado curso los filiales de Gorka Álvarez y Aintzane Encinas a 2ª RFEF y Liga Vasca, respectivamente.

Pese a todo, no le han faltado reveses a un equipo que ha cambiado por completo en estos cinco años. De la plantilla que conquistó la Copa, solo Eizagirre y Etxezarreta siguen vistiendo la camiseta blanquiazul. En algunos casos porque la llegada de futbolistas de mayor calidad ha encarecido las fichas. En otros muchos, por la factura que exigen las victorias en concepto de escaparate: la acumulación de esfuerzos, físicos y mentales, por las llamadas de las selecciones, y la competencia de proyectos más tentadores, sea a nivel deportivo o económico. En este último caso, parte de la responsabilidad recae en el propio club, que no ha sabido convencer a muchas futbolistas con las que contaba y que no siempre se han marchado a mejores equipos.

Aunque como pasa con las dos finales de Supercopa, también ese «debe» resalta un «deber». Tras la ‘espantá’ de 2021, que dejó la plantilla bajo mínimos y sin muchos de sus principales referentes, la dirección deportiva fue capaz de reconstruir un equipo y el cuerpo técnico de unirlo y trabajarlo para conseguir que la Real firmara la mejor Liga de su historia. Un segundo puesto solo por detrás del Barcelona que le permitió debutar en Champions League.

«La Real ha superado a Levante y Atlético con la misma fórmula que le ha permitido enderezar el rumbo en Liga: trabajo en Zubieta y personalidad en el campo»

Tuvo su reverso una temporada después. Un verano repleto de compromisos para las internacionales y un calendario poco propicio entre otras cuestiones, obligaron a bajar el listón. Pero el curso no fue malo solo por comparación: la Real acabó octava, su peor clasificación en un lustro. Se rebajaron las expectativas y aún así el primer tercio de la temporada no alcanzó.

El club ofreció tiempo y calma y el equipo respondió con trabajo y personalidad. Para Navidad era evidente que el primer objetivo, la pelea europea, había volado, pero las donostiarras siguieron progresando. Por amor propio y porque todo lo que mejorasen en Liga les acercaría a la segunda meta del año. La que han acabado cruzando tras superar a dos de los mejores equipos de la Liga con la misma fórmula que han aplicado al curso: trabajo en Zubieta y personalidad en el campo.

La Real disfrutará el premio el próximo 18 de mayo, cuando disputará la final de Copa. Ganarla será otro cantar, como cualquier torneo en la que participe el Barcelona. Aunque quizá haya que recordar que el Fleury acaba de eliminar al todopoderoso Olympique en semifinales de la Copa francesa. También era imposible, así que ¿por qué no soñar?