Laurent Perpigna Iban

Líbano: ¿La hora de la verdad?

El País de los Cedros se enfrenta, desde el pasado 7 de octubre, a un significativo aumento de la tensión. Mientras Israel hace sonar los tambores de guerra e intensifica sus ataques más allá del sur de Líbano, la clase política libanesa y Hizbulah permanecen impertérritos.

Un hombre gesticula junto a un edificio destruido durante un ataque aéreo nocturno israelí en la ciudad de Baalbek, en el centro-este de Líbano, el 12 de marzo de 2024.
Un hombre gesticula junto a un edificio destruido durante un ataque aéreo nocturno israelí en la ciudad de Baalbek, en el centro-este de Líbano, el 12 de marzo de 2024. (AFP)

Como se ha temido tantas veces desde el comienzo de las hostilidades tras los ataques del 7 de octubre en Israel, ¿se acerca la guerra total a Líbano? El aumento en los últimos días de los ataques israelíes en el País de los Cedros parece indicar la inminencia de una nueva fase.

Si hasta ahora Israel se había contentado con llevar a cabo bombardeos masivos pero limitados a la zona fronteriza, en los últimos días ha apuntado a los alrededores de Baalbeck –a unos cien kilómetros de la línea de demarcación– y los aviones de guerra del Tsahal recuerdan al pueblo libanés que su destino pende ahora de un hilo.

Esta crisis nerviosa se agravó todavía más el pasado miércoles con el ataque con drones cuyo objetivo eran miembros de Hamas en la ciudad de Tiro, atacada por primera vez desde el 7 de octubre. Mientras Hizbulah condiciona el cese de las hostilidades con Israel al «fin de la agresión en Gaza» –y no parece estar cerca ninguna solución diplomática–, el Gobierno de Benjamin Netanyahu ha convertido en prioritario el regreso a la frontera libanesa de decenas de miles de israelíes desplazados.

El Ejército israelí está en pie de guerra, y diversas informaciones de medios de comunicación israelíes no son nada tranquilizadoras. Además de maniobras militares a gran escala y de un despliegue masivo de tropas a lo largo de la frontera, informan de que se están trasladando suministros médicos y de alimentos, y construyendo refugios, a gran escala. Incluso comentan que Tel Aviv pretende comprar un puerto en Chipre para sustituir al de Haifa, que podría estar en el punto de mira de Hizbulah en caso de guerra.

Mientras el alto mando israelí es acusado de faltar a su deber de proteger a los civiles en la frontera libanesa, justifica la guerra con el objetivo de romper el statu quo vigente desde 2006, que ha permitido a Hizbulah «echar raíces militares en su frontera», asegura una fuente diplomática en Líbano.

Una eventual guerra que, según una encuesta del diario ‘Maariv’, apoya casi el 71% de los israelíes. «La impotencia estadounidense en Gaza no augura nada bueno, sobre todo porque al abrir un frente indirecto contra Irán, EEUU se vería envuelto a la fuerza en una escalada muy peligrosa. Mientras tanto, la guerra psicológica ya ha comenzado», prosigue la misma fuente.

Silencio libanés

¿Acaso la declaración del general de división Uri Gordin de que estos preparativos son un preludio «para lanzar un ataque contra Líbano» forma parte de esa guerra de nervios?

Esa parece ser la opinión de Hizbulah, aparentemente inalterada por las bajas que ha sufrido o por las amenazas, y confiada en que sus formidables capacidades militares seguirán actuando como elemento disuasorio. Esta opinión parece confirmarse con la última visita del emisario presidencial estadounidense Amos Hochtein, que instó a sus interlocutores libaneses a «encontrar una solución a largo plazo».

No obstante, el Partido de Dios se estaría preparando para todos los escenarios posibles, incluida una invasión terrestre israelí. Estos temores se han hecho muy plausibles tras los dos intentos de incursión de Tsahal cerca de las localidades de Rmeich y Wazzani.

Pero mientras el Estado de Israel ha hecho del retorno de sus residentes desplazados una prioridad, los cerca de 89.000 libaneses que han tenido que abandonar sus hogares desde el 7 de octubre siguen desesperados, y el Estado libanés se muestra tan paralizado como ausente.

Así lo atestiguan las declaraciones del primer ministro, Nagib Mikati, quien, tras asegurar que «continuará los contactos con todos los actores implicados, en Líbano y en el extranjero, para mantener la guerra lejos de Líbano», concluyó con un lacónico: «Con la gracia de Dios, las cosas no irán más lejos».