Dentro del Aita Mari: rescate y solidaridad ante la barbarie

Tras rescatar en febrero a 43 personas, el Aita Mari pasará dos meses en aguas de Euskal Herria mientras se prepara para su siguiente misión. NAIZ ha accedido a este barco de rescate para conocer de boca de los activistas la lucha contrarreloj que enfrentan en el Mediterráneo para salvar vidas.

El buque de rescate Aita Mari a su llegada a Bilbo.
El buque de rescate Aita Mari a su llegada a Bilbo. (Aritz LOIOLA | FOKU)

El buque de rescate Aita Mari de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) llegó el pasado 22 de marzo a Bilbo tras finalizar su duodécima misión en aguas del Mediterráneo Central durante la cual rescató a 43 personas a las que trasladó a puerto seguro en Italia.

Al finalizar cada misión, el Aita Mari tiene como puerto base Vinaros o Burriana en el Mediterráneo, pero esta vez pasará en aguas vascas los dos meses entre misiones. El primero en Bilbo, frente al Itsasmuseum, y el segundo en Pasaia San Pedro, a tiempo para el festival marítimo del municipio gipuzcoano. El objetivo de este regreso es realizar «algunas de las actualizaciones pendientes y la puesta a punto». Además, esta visita a Euskal Herria también servirá para acercar este proyecto solidario a la ciudadanía vasca. Desde el año 2020 el Aita Mari no había regresado a aguas vascas.

Un atunero reconvertido en barco de rescate

SMH nació en el 2015 como respuesta a la crisis humanitaria que se desarrolló en el Mediterráneo, donde miles de personas perdían la vida mientras intentaban cruzar el mar en embarcaciones precarias. En un primer momento, su trabajo se centró en la isla griega de Quíos -cerca de Turquía-, donde se estaba dando una gran afluencia de migrantes. En 2018 lograron reunir los fondos necesarios para comprar el atunero Stella Maris Berria y reacondicionarlo para ser un barco de rescate.

Lo rebautizaron como Aita Mari, en honor a José María Zubia, un pescador del siglo XIX que se hizo famoso por socorrer a otras embarcaciones y que acabó muriendo en 1866 rescatando a otros pescadores en una tormenta. Equipado con recursos médicos y de rescate, el Aita Mari se echó a las aguas del Mediterráneo y en estos 6 años ha llevado a cabo múltiples misiones salvaguardando la vida de más de 1000 personas.

Una misión de rescate del Aita Mari en el mediterráneo. (Alfonso NOVO | SMH)

En el barco todavía hay zonas donde se mantiene la estructura original del pesquero que fue, especialmente en la zona de proa. También el puente de mando, la sala de máquinas, la bodega de carga o el comedor se mantienen prácticamente sin cambios, al igual que la habitación original de los pescadores, que es la que utilizan ahora los voluntarios y voluntarias de la ONG. Pero SMH ha habilitado más duchas y baños, una enfermería y más camarotes. En la cubierta de popa, donde anteriormente se realizaban la mayor parte de la actividad de pesca, es donde ahora viajan los refugiados tras ser rescatados.

Pero además de operaciones de rescate, SMH se dedica a sensibilizar sobre la situación de los migrantes y refugiados, abogar por políticas migratorias más humanitarias y promover la solidaridad internacional en la respuesta a la crisis migratoria en el Mediterráneo. Con ese objetivo han organizado las visitas guiadas que podrán realizarse hasta final de mes en el Itsasmuseum de Bilbo y a la que ha accedido NAIZ.

La organización del trabajo

Iñigo Mijangos, presidente de SMH y oficial a bordo del Aita Mari, es el encargado de recibirnos y darnos las primeras explicaciones sobre las características del buque y sobre el trabajo que realizan.

Las misiones de rescate duran en torno a dos meses en la mar y al finalizar pasan otros dos meses en el puerto descansando. Pero, en esos dos meses de supuesto descanso, algunos miembros tienen que seguir cuidando del barco y haciendo la renovación de certificados y labores de mantenimiento. En ello está ahora Mijangos junto a otros compañeros.

Nada más acceder al barco y dar una vueltilla dentro de él, es imposible no pensar en lo complicado que tiene que ser pasar dos meses ahí en medio del Mediterráneo. Todos los espacios son muy pequeños y están aprovechados para sacar el máximo rendimiento a cada centímetro. Además, cuesta imaginar cómo pueden caber ahí tantas personas.

«Es un barco de pesca de bajura y en su construcción no está pensado para el trabajo que hacemos. Se mueve bastante con el oleaje y el día a día dentro de él no es fácil», subraya Mijangos.

Iñigo Mijangos enseñando el la cabina de mando del Aita Mari. (Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

La zona más cómoda, si se puede catalogar así, es el puente de mando, donde el capitán y dos oficiales hacen guardias de cuatro horas en la navegación del barco. Pero el resto de las horas no son de descanso, ya que tienen que hacer labores administrativas y de gestión. «Es una labor muy exhaustiva porque nada más llegar a un puerto con los migrantes a bordo nos espera la policía, y al capitán le hacen unos interrogatorios que duran entre cuatro y seis horas. Por ello, tenemos que tener todo muy bien anotado en el diario y las cartas de navegación y demostrar en todo momento donde hemos estado y que hemos estado haciendo. También hacen inspecciones al barco, que en alguna ocasión han durado hasta dos días», explica Mijangos.

Junto a ellos, en la expedición de rescate viajan tres marineros, un maquinista, un cocinero, un médico, tres voluntarios rescatadores y un periodista.

El rescate

Una vez en aguas del Mediterráneo, el Aita Mari aguarda hasta avistar o recibir el aviso de alguna patera y comenzar el operativo de rescate. Tal y como explica Alberto, otro de los activistas, son momentos de mucha tensión porque los migrantes están en condiciones infrahumanas. Cuando están cerca, desde el barco botan una lancha al mar para realizar el rescate. «Lo primero es tranquilizar a todos para evitar desastres mayores. Se les va dando el chaleco salvavidas y se les empieza a trasladar a la lancha uno a uno. Luego se les va trasladándolos en grupos al Aita Mari. No es nada fácil, suelen estar muy estresados y hay gente superada por la situación. Hemos llegado a ver a madres que nos lanzan a sus bebés para que les salvemos cuanto antes», relata Alberto.

Activistas de SMH comenzando rescate al suroeste de Lampedusa. (DAVID MELERO vía EUROPA PRESS)

Realizado ya el rescate y a salvo en el barco, les acomodan a todos en la cubierta de popa y les dan un kit con toalla, chancletas, algo de ropa y cubiertos. Atienden a los heridos en la enfermería e intentan crear cierto vínculo con ellos para que la convivencia sea la mejor posible. Mientras tanto, se ponen en contacto con las autoridades de los países de alrededor para pedir un puerto seguro para desembarcar.

Pero no siempre se consigue el objetivo. El Aita Mari y el resto de barcos de rescate juegan a contrarreloj para llegar cuanto antes a las embarcaciones de migrantes. Su principal competidor son las fuerzas libias, que son el mayor peligro para migrantes y refugiados porque no dudan en devolver la embarcación a su punto de partida y detener a todas las personas a bordo. Mijangos comenta que es una lucha en plena desventaja, «porque Libia y Túnez han invertido muchos medios materiales y tecnológicos en ello, y con el uso de drones y lanchas más rápidas consiguen detener a muchas embarcaciones para llevarlas de vuelta a sus territorios». En la última misión, los activistas del Aita Mari tuvieron que ver en dos ocasiones como los libios se adelantaban a ellos.

Libia es uno de los destinos que más temen los migrantes. Tras el derrocamiento de Gadafi en 2011, el país norteafricano se ha sumido en el caos, con dos gobiernos paralelos que no son capaces de gestionar el país y unas milicias que son las que controlan el día a día de la región que controlan. «Estás milicias se aprovechan de todo esto. Son las que detienen a los migrantes en la mar, los secuestran en tierra y les piden a sus familiares rescates económicos. Muchas mujeres son violadas en las cárceles», denuncian los activistas.

El «cinismo» de Europa

Aun cuando consiguen realizar el rescate, los problemas no acaban ahí. Las ONGs tienen que hacer frente a los obstáculos y triquiñuelas de las autoridades europeas. Aquí también se ha vivido un cambio en los últimos años. Tal y como explica Amaia Iguaran, antes, con el fin de tener paralizado al barco y que hiciese los menos rescates posibles, tardaban varios días en adjudicarles un puerto para desembarcar.

Sin embargo, las imágenes de un buque repleto de personas bloqueado en medio del mar daban la vuelta al mundo y dejaban a Italia en mal lugar ante la opinión pública. «Para evitar eso, la nueva estrategia que utilizan es adjudicarnos rápido un puerto de desembarco a cuatro o cinco días de navegación desde el lugar donde estamos. Y nos dice que emprendamos el viaje con rapidez, evitando así que rescatemos más personas», señala Iguaran. De hecho, en la última operación el Aita Mati tuvo que desembarcar en el puerto de Ortona, a 1.200 kilómetros de donde realizó el rescate.

Amaia Iguaran durante la visita guiada en el lugar donde viajas los migrantes rescatados. (Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

Iguaran pone el énfasis en lo importante que es la preparación psicológica de los activistas. «Los momentos del rescate son muy difíciles por las situaciones que ves y la tensión del momento. Pero el desembarco es casi peor. Mientras has estado en el barco con los migrantes, intentas que estén lo mejor posible e incluso llegas a ver en sus ojos una luz de esperanza, pero cuando desembarcan se vuelven a convertir en animales y números, y una vez ahí no podemos hacer nada», señala.

«Queremos trasladar a la sociedad la violencia que se está ejerciendo en la frontera europea contra las personas migrantes y refugiadas. Denunciamos la agenda migratoria europea que busca contener la migración y trata a los migrantes de distinta manera según su lugar de origen y su capacidad económica. Hemos llegado hasta tal punto de cinismo que las autoridades europeas buscan solo traer una migración con talento. Se sigue con esa actitud colonialista de extraer de los países pobres sus mejores recursos», denuncia Mijangos.

«Aun así vamos a seguir con nuestra labor humanitaria, pase lo que pase, haya multas, haya cárcel... vamos a estar ahí»

De hecho, el 11 de abril se aprueba definitivamente el nuevo pacto migratorio de la Unión Europea. Las ONGs denuncian que esto va a empeorar mucho la situación, va a haber muchas más devoluciones en caliente y los barcos de rescate van a ser catalogados como traficantes de personas.

«Aun así vamos a seguir con nuestra labor humanitaria, pase lo que pase, haya multas, haya cárcel... vamos a estar ahí», asegura Iguaran indicando que para SMH el rescate tiene la misma importancia que la incidencia política y la educación para la transformación social.

«Buscamos que esto se conozca y que se exijan soluciones. También que haya esa empatía con esas personas que vemos en la calle y que han pasado por este trance», añade Mijangos.

Visitas

Las visitas guiadas al aita Mari se podrán realizar todos los días de la semana en abril en horario 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 19.00. Duran aproximadamente 45 minutos y serán gratuitas. No obstante, desde SMH recomiendan reservar previamente para asegurarse la entrada al barco llamando al Itsasmuseum.

Además, durante todo este tiempo se llevarán a cabo mesas redondas, charlas, debates y visitas al barco para acercar la realidad del Mediterráneo Central y «la injusticia a la que se enfrentan miles de personas al intentar construir una vida en paz en Europa».