Alessandro Ruta

Berthe Morisot, la única mujer del inicio del Impresionismo

Hace 150 años un grupo de 30 artistas organizó una exposición en París que acabó en risas y que paradójicamente le dio fuerza para continuar. Todos eran hombres menos una, que no aparece muy a menudo cuando se recuerda a aquel movimiento, pero fue importantísima. Rindamos homenaje a Berthe Morisot.

Morisot, pintora clave en el Impresionismo aunque menos reconocida que otros autores masculinos.
Morisot, pintora clave en el Impresionismo aunque menos reconocida que otros autores masculinos. (Wikimedia Commons)

Este 2024 está siendo, sin duda, el año del Impresionismo. No es que anteriormente no lo fuera pero el pasado 15 de abril se produjo un aniversario fundamental. Hace exactamente 150 años un grupito de 30 artistas organizó una exposición de sus mejores cuadros en el estudio del fotógrafo Nadar, en el número 35 de Boulevard des Capucines de París.

Aquella exposición significaba un intento de rebelión por parte de aquellos artistas contra los circuitos oficiales, el llamado ‘Salon’, donde los premios gordos iban siempre a los mismos vetustos pintores, autores de obras con temas históricos, en un estilo muy clásico.

Los 30 del estudio de Nadar eran amigos y conocidos que se habían juntado en una «Société anonyme des artistes peintres, sculpteurs, graveurs, etc...», un nombre que indicaba todo y su contrario.

La mayoría de estos nombres resultarán familiares, suenan a las alineaciones míticas de los equipos de fútbol: Claude Monet, Edgar Degas, Pierre-Auguste Renoir, Paul Cézanne, Camille Pissarro, Alfred Sisle... Incluso un italiano, Giuseppe de Nittis, futuro retratista de culto de las damas aristócratas y del demi-monde parisino y por aquel entonces en busca de recursos para sobrevivir en la capital francesa.

Aquellos 30 artistas no tenían mucho en común, salvo el tema (vida al aire libre, escenas cotidianas) y el estilo (muy centrado en los efectos del color)

 

No tenían mucho en común aquellos 30 artistas, salvo el tema de sus cuadros (episodios de vida al aire libre, y del día a día, sobre todo) y también el estilo de composición, muy centrado en los efectos de color. Nada nuevo en realidad en la historia del arte porque anteriormente a 1874 ya se había visto en Francia a los pintores de la Escuela de Barbizon, un pueblo en las afueras de París, como Theodore Rousseau o Jean-François Millet, o en Italia a los Macchiaioli en la Toscana (Giovanni Fattori y Telemaco Signorini como líderes).

Los de Barbizon se dedicaban a reproducir paisajes y situaciones reales, parecidos a fotografías o postales. Por su parte, los Macchiaioli ("Manchadores") pintaban con colores impactantes, sobre lienzos enormes que casi anticipaban el cine. Todos, y esto sí que fue un punto de inflexión respecto a los artistas anteriores sin excepción, trabajaban sin esperar pedidos desde el Estado, la Iglesia o algún mecenas, solo por cuenta propia, asumiendo el riesgo.

El caso es que en el estudio de Nadar aquel 15 de abril de 1874 se juntaron obras que hoy en día valen miles de millones de euros y que, por contra, hace 150 años se ganaron los chistes e incluso las risas de los críticos. Uno de estos, un tal Louis Leroy del periódico satírico ‘Le Charivari’, escribió que había asistido a una exposición «impresionista», inspirado por uno de los cuadros, el amanecer en el puerto de Le Havre bajo la niebla titulado ‘Impression, soleil levant’, de Claude Monet.

Leroy, sin querer, había dado el nombre a un concepto general. Mientras la exposición acabaría en un fracaso casi absoluto, aquel grupito de artistas empezó a ser reconocible exactamente como ‘Los impresionistas’, a pesar de tener enormes diferencias entre ellos. Y entre ellos solo había tenido relevancia una mujer que había expuesto sus obras en el estudio de Nadar: Berthe Morisot.

La cuñada de Manet

Berthe presentó 10 de sus obras aquel 15 de abril de 1874. Entre ellas, su cuadro quizás más conocido, ‘Le berceau’ (‘La cuna’), hoy día en el Musée d'Orsay de París. Se trata del retrato de su hermana Edma mientras mira a su hija recién nacida Blanche, apoyándose en una cuna.

‘La cuna’, una de las obras maestras de Berthe Morisot (Wikimedia Commons)

No se entiende si la mujer está dormida o simplemente está mirando a la cría: de todas formas el efecto de intimidad es evidente, la mano izquierda de Edma que se sostiene el mentón y la misma Blanche, ella sí dormida, con su brazo replegado en una posición muy natural.

Es un cuadro extremadamente realista, impresionista tanto por el tema como por la manera de utilizar los colores y el pincel. Morisot, de hecho, no era una debutante en aquel mundo. Ya había sido elegida siete veces por los académicos del Salon.

Todo lo contrario a su cuñado, aquel Edouard Manet escandaloso y enemigo público de las academias después del cuadro ‘Dejeuner sur l'herbe’ de 1863 (la chica desnuda con dos hombres en un parque y otra chica bañandose más atras). Un Manet al que muchos incluyen en el impresionismo probablemente porque era de la misma generación de los demás y con un apellido casi clavado al de Claude Monet.

La atracción e influjo mutuo entre Berthe Morisot y Edouard Manet queda claro en cuadros y en cartas: él la utilizó como modelo en media docena de sus pinturas

 

 

Morisot se casó con el hermano del pintor, Eugène, él también pintor pero con menos fortuna. Manet (Edouard) utilizó a Berthe como modelo para una docena de sus cuadros como ‘El balcón’ o para retratos en que aparece con su pelo negro rizado y la mirada un poco triste.

Morisot, retratada por Edouard Monet. (Wikimedia Commons)

Varios han especulado sobre una relación más íntima entre ellos: sería como mínimo superficial hablar seriamente de «amantes», a pesar de una segura atracción mutua entre Berthe y Edouard, cuando el pintor era una especie de estrella de rock en aquella época, idolatrado por escritores como Charles Baudelaire o Emile Zola. «¿Cuando tendré otra ocasión de verla otra vez?», pregunta Manet a Morisot en una carta. «De aquí en adelante utilizaré un papel más grande para poder escribir lo más posible. Este formato pequeño no tiene nada que ver con mis sentimientos», añade.

Apartada y desaconsejada

La exposición de 1874 fue un fracaso, como queda dicho, a nivel personal y más aún económico para todos los participantes. Por ejemplo, el precio de ‘La cuna’ era de 800 francos (hoy serían 122 euros aunque habría que actualizar mucho la cantidad) y nadie lo compró. Pudo influir una malísima ubicación del cuadro en el estudio de Nadar, como relata el escritor Dominique Bond en su libro ‘Le secret de la femme en noir’, biografia de Berthe.

Morisot invitó a mucha gente a la exposición del 15 de abril pero casi todos destacarían que con respecto a las obras de los otros 29 artistas las de Berthe apenas se notaban. Esto denotaba una cierta actitud machista en la pintura en el siglo XIX, donde las mujeres se contaban realmente en los dedos de una mano.

Manet había recomendado a Berthe no participar en la exposición y su madre desaconsejaba su carrera, pero afortunadamente no les hizo caso

 

Manet había recomendado a su musa no participar, y también la madre de Berthe, Marie-Josephine, en más de una ocasión había desaconsejado a su hija continuar con sus proyectos artísticos, pero solo recibió como respuesta el silencio.

¿Cabezota? Puede ser. Pero con resultados extraordinarios. Después de 1874 Y hasta su muerte Morisot continuaría con sus trabajos, sobre todo paisajes y momentos de intimidad doméstica.  

Morisot volvería a participar a las muestras impresionistas de 1876, 1877, 1880, 1881, 1882 y 1886, año de la última exposición de este grupo ya fragmentado y totalmente distinto respecto a 1874, gracias a la entrada novedosísima del extremadamente colorido y casi mágico Paul Gauguin o el «pointillisme» de Georges Seurat o Paul Signac.

Fueron novedades impulsadas por la misma Berthe, mientras los de la «vieja guardia» no parecían muy convencidos. De hecho, si uno ve un cuadro de Seurat y uno de Monet es difícil pensar que pertenezcan al mismo movimiento artístico. Pero poco importaba eso ya para un grupo cuyo objetivo se había convertido en ser vanguardia.

Al mismo tiempo Berthe Morisot había abierto el camino a otras mujeres como Mary Cassatt y Marie Bracquemont, en una ayuda mutua entre compañeras de trabajo.

Morisot impulsó novedades como Gaughin o los «puntillistas» frente a la «vieja guardia» impresionista y abrió camino a otras mujeres como Cassatt y Bracquemont

 

La «gran dama» del Impresionismo murió en 1895 con 54 años, víctima de una neumonía. Acabaría bastante olvidada, tanto en los circuitos de los grandes museos como a nivel de retrospectivas individuales. Solamente en las últimas décadas Morisot ha vuelto a ganar importancia. En el Musée d'Orsay se pueden admirar todas las obras maestras del Impresionismo, pero si se pregunta al aficionado medio es muy difícil que alguien pueda nombrar a Berthe Morisot, a pesar de haber visto su cara en los retratos de Manet.  

En el mismo Musée d'Orsay en Paris hasta el 14 de julio hay una exposición mastodóntica, ‘Inventar el Impresionismo’, una de las muchas que han sido organizadas en este 2024 desde Madrid hasta Italia. Un movimiento para el que madame Berthe Morisot tuvo un peso relevante que merecía destacarse.