A petición de las autoridades universitarias, la Policía de Los Ángeles (LAPD) ocupó el recinto de la Universidad de California (UCLA) tras los ataques de grupos sionistas a los manifestantes del campamento propalestino levantado en el campus.
La LAPD colaboró con la Policía de la UCLA y otras agencias policiales en el despliegue después de no haber intervenido cuando grupos de manifestantes proisraelíes, vestidos de negro y con máscaras blancas, asaltaron el campamento con palos, pulverizadores irritantes y cohetes. Unas horas antes, la Universidad había declarado que la acampada era «ilegal y viola la política universitaria», y había advertido de que los estudiantes se enfrentarían a la expulsión del centro, una amenza similar a la que han lanzado otros centros universitarios.
Poco antes de medianoche, un gran grupo de contramanifestantes intentó derribar los parapetos que el campamento propalestino había levantado para defenderse. A su vez, los campistas intentaron defender el perímetro mientras los guardias observaban sin intervenir.
Estas protestas propalestinas están siendo tachadas de «antisemitas», para criminalizarlas, por parte de autoridades, líderes republicanos y el poderoso lobby proisraelí estadounidense.
Incluso han recibido las críticas de la propia Casa Blanca, que ayer condenó «el pequeño porcentaje de estudiantes que provocan el desorden», y añadió que «vamos a seguir subrayando que hay que denunciar el antisemitismo».
El propio rector de la UCLA, Gene D. Block, antes del asalto sionista, ya había puesto la diana en los manifestantes al señalar la presencia de personas «ajenas a la universidad» y métodos «escandalosos y vergonzosos», agitando una vez más el espectro del antisionismo. Así, aseguró que la protesta propalestina crea «especialmente entre nuestros estudiantes judíos, una profunda ansiedad y miedo», a pesar de que muchos de los estudiantes que protestan por el genocidio en Gaza son judíos.
El campamento de los que demandan el fin de la agresión de Israel a Gaza y del apoyo militar de EEUU a Israel se instaló hace unas semanas, a la vez que en decenas de recintos universitarios de todo Estados Unidos. También piden cesar la colaboración de sus universidades con el Gobierno y centros educativos israelíes, en la mayor ola de protestas universitarias en el país desde la década de 1960.
Más de un millar de personas, estudiantes, profesores y activistas han sido arrestadas, interrogadas, y a veces procesadas, en varias universidades de todo el país, pero la represión no las ha reducido.
Desalojo en Columbia
En Columbia, en Nueva York, donde comenzó la ola de protestas, la Policía irrumpió y desalojó el martes por la noche uno de los principales edificios universitarios que habían ocupado unas horas antes, el emblemático Hamilton Hall.
La operación incluyó drones y una grúa para entrar en la segunda planta de una construcción que ya tuvo un gran valor simbólico en las protestas contra la guerra de Vietnam en 1968.
Los estudiantes, cuyos campamentos desplegados en el campus también fueron desalojados, no ofrecieron resistencia y fueron detenidos uno a uno y trasladados a dependencias policiales en varios autobuses. «No nos quedó otra opción», se justificó la Universidad de Columbia, añadiendo que la resolución de la situación quedaba en manos de la Policía.
El alcalde de Nueva York, Eric Adams, cifró en 282 los detenidos e incidió en la criminalización al sostener que entre los manifestantes había «agitadores externos», aunque no dio más información.
«Ahora mismo tenemos 282 arrestos: 173 proceden de CUNY (la universidad pública de la ciudad) y 109 de Columbia», afirmó Adams. El alcalde aseguró que seguirán trabajando con la Policía y la universidad para evitar que se levanten más campamentos de protesta.
También fueron detenidos al menos una docena de estudiantes y profesores de la Universidad de Wisconsin, donde la Policía irrumpió sobre las 7.00, hora local, para desalojar el campamento que habían instalado en uno de los parques del campus.
Un campus del noreste, la Universidad Brown en Providence, Rhode Island, anunció un acuerdo con los estudiantes: desmantelar el campamento a cambio de una votación universitaria en octubre sobre posibles «desinversiones de empresas que hacen posible y se benefician del genocidio en Gaza».
Tensión preelectoral
A seis meses de las elecciones presidenciales en un país polarizado, este movimiento estudiantil ha provocado una fuerte reacción del mundo político y suponen un desafío para un partido Demócrata dividido.
Las imágenes de policías antidisturbios interviniendo en los campus han dado la vuelta al mundo, recordando acontecimientos similares en EEUU durante la guerra de Vietnam.
Las protestas han reavivado el tenso debate sobre la libertad de expresión, un derecho constitucional, y las acusaciones de «antisemitismo». El país tiene el mayor número de judíos del mundo después de Israel, y millones de estadounidenses árabes y musulmanes, lo que supone una presión mayor sobre el presidente, Joe Biden.
El candidato republicano Donald Trump, no perdió la oportunidad y afirmó que «debemos poner fin al antisemitismo que azota hoy a nuestro país». Joe Biden «debe hacer algo» contra estos «agitadores pagados», añadió.
«Mientras la Universidad de Columbia está sumida en el caos, Joe Biden está ausente porque tiene miedo de abordar el tema», escribió el líder republicano de la Cámara de Representantes, Mike Johnson.
«Ocupar por la fuerza un edificio universitario es un enfoque equivocado» y no representa «un ejemplo de manifestación pacífica», criticó John Kirby, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Biden, antes de la intervención policial y de los asaltos de los grupos sionistas de Los Ángeles.
El presidente, un convencido sionista desde sus primeros pasos en política, y los demócratas en general, se enfrentan al dilema de perder un buen número de votos, sobre todo en estados clave, si siguen respaldando con fuerza a Israel mientras arrasa Gaza y reprimiendo las protestas, al ofrecer la imagen de actuar de forma similar a lo que haría Trump.
El eco de las protestas de EEUU está llegando además a Europa, donde se extienden en las universidades francesas.
También las autoridades israelíes han acusado su impacto. El representante de Israel en la ONU, Gilad Erdan, las comparó con ‘La noche de los cristales rotos’, una serie de ataques contra la población judía coordinados por la Alemania nazi en 1938.
Blinken pone la presión sobre Hamas
El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, puso la presión sobre Hamas para que acepte lo que calificó como «una muy buena propuesta» sobre la mesa. «Estamos comprometidos a lograr un alto el fuego que traiga a los rehenes a casa y lograrlo ahora. Y la única razón por la que eso no sucedería es Hamas», afirmó Blinken tras una reunión con el presidente israelí, Isaac Herzog, después de meses de que Israel haya saboteado las conversaciones y de que se muestre dispuesto a continuar la ofensiva.
El líder de la oposición israelí, Yair Lapid, dijo que la pelota también está en el tejado del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, del que dijo: «no tiene excusa política para no concluir un acuerdo para la liberación de los rehenes». Los mediadores esperan la respuesta de Hamas a la última versión de una oferta de tregua, que incluye una pausa en la ofensiva israelí y el canje de presos palestinos por cautivos israelíes. Hamas exige un compromiso sobre un alto el fuego permanente que impida que, tras una tregua, el Ejército israelí continúe con las matanzas. Israel siempre se ha negado y Netanyahu insiste en que «con o sin acuerdo de tregua», el Ejército israelí entrará en la ciudad de Rafah, donde malviven 1,5 millones de palestinos. Blinken recordó la oposición de EEUU a esta ofensiva, mientras Netanyahu le reiteró que no aceptará un acuerdo si incluye el final de la operación en Gaza, que ya ha matado a más de 42.500 palestinos.
Además, Herzog pidió a Blinken y el resto de aliados apoyo para rechazar que el Tribunal Penal Internacional ordene la detención de líderes israelíes por los crímenes de Gaza.